Pequeña estrella fugaz. (corregido)

Capítulo 13.

A la mañana siguiente, me despertó el ruido en el pasillo; el resto de los chicos ya estaban listos para comenzar su rutina diaria. A mi mente llegaron los recuerdos de la noche anterior y una sonrisa se dibujó en mis labios al recordar que había dormido a lado de Vanessa; estaba dispuesta para darme la vuelta y darle los buenos días, pero en cuanto miré a su dirección, este lado de la cama estaba vacío… esa vez había sido ella quien se había ido.

Ni siquiera escuché el momento en el que buscó sus cosas y se marchó, creí que ese era mi karma por haberla dejado tantas veces. Me quedé un rato más en la cama, y cada que cerraba los ojos, podía sentir su brazo alrededor de mi cuerpo, su respiración rozando mi piel… y todo el resto de las hermosas sensaciones que me había dejado el dormir con ella.

Algo dentro de mí estaba naciendo, algo estaba creciendo, o tal vez, desde hace poco más de un mes lo sabía, pero lo ignoraba; y esta vez se estaba haciendo más grande como para poder esconderlo y no tratar de gritarlo al mundo.

Me metí a la ducha y traté de matar los recuerdos con un agua fría, pero estos no se esfumaban. Al salir, me miré en el espejo y vi un reflejo que no reconocía del todo, mi cara seguía siendo la misma, mi cabello el mismo, mi tono de piel el mismo, pero en mis ojos… algo había cambiado ligeramente, había un nuevo brillo en ellos.

Pensé en irme del campus, pero, ¿a dónde iría? La casa ya no estaba disponible, si iba a la casa de mis papás, me iban a obligar a ir a reuniones con ellos, el rancho de la familia estaba lejos y no podía contar en ir con Alex, tal vez él y Lizzi estarían muy ocupados. Mi única opción era quedarme en su habitación hasta que llegara, no estaba segura si iba a llegar ese día o hasta el lunes, pero, mientras no me cruzara con Vanessa, todo estaba bien.

Me la pasé todo el día encerrada, y afortunadamente nadie tocó a la puerta. Los fines de semana, Lizzi descansaba, así que, por ese motivo, supuse que no iban a tener prisa por volver. Estaba comiendo una ensalada capresse cuando mi celular sonó; y contesté sin revisar de quien se trataba.

−¿Diga? −Aún tenía comida en la boca, por lo que me apresuré a tragar; esperé a que alguien hablara, pero la línea se mantuvo en silencio−. No lo escucho, vuelva a marcar. −Colgué, y miré la pantalla para ver de quién se trataba, pero me di cuenta que no era un contacto registrado, era un número desconocido. Quise pensar que tal vez Alex y Lizzi me estaban marcando desde un teléfono de un hotel o algo por el estilo, así que lo ignoré.

Mi celular volvió a sonar y esta vez sí me fijé de quien se trataba; esta vez era Alex y eso de cierta forma me tranquilizó.

−Pronto.

−¡Eli! ¿Cómo estás? ¿Estás libre? ¡Excelente! Estábamos pensando en que los tres podríamos ir a…

−Acepto −lo interrumpí sin dejar que terminara de hablar−; tengo que estudiar para mis exámenes, pero acepto. Te veo dentro de veinte en la entrada del campus.

−Pero…

−Te veo en un rato. −Lo volví a interrumpir y colgué.

No me iba a perder la oportunidad de estar fuera del campus, y más que nada, el hecho de que quería evitar a Vanessa a toda costa.

Guardé mis cosas en una mochila y me debatí entre ir por algo de ropa a la habitación o pasar a la casa de mis padres por algo de ropa; lo pensé por un momento, pero decidí pasar a la casa de mis padres, porque no sabía ni siquiera a dónde íbamos a ir.

Salí a la entrada principal deseando no encontrarme a Vanessa por ni un lugar; y afortunadamente así fue. Cuando llegué a nuestro punto de reunión, ellos ya estaban ahí. Alex había tomado de nuevo el Jeep; subí a la parte trasera y saludé al entrar.

−Hola, Eli. −Dijeron ambos al mismo tiempo.

−Y bien, ¿a dónde vamos? –Dije sin antes saludar.

−A la finca de la familia. Traté de avisarle a nuestros padres, pero no obtuve respuesta, pero creo que no hay problema en ir.

Asentí con la cabeza y nos pusimos en marcha, la finca se encontraba a la orilla de la ciudad. Había más fincas alrededor de la nuestra, la mayoría se dedicaba a los viñedos; pero mi padre rentaba una parte de la misma para obtener un poco más de ingresos.

Durante el camino, Alex y Lizzi iban hablando de cosas que solo ellos entendían, en un momento me metieron en su conversación, y me contaron cómo había sido su día; me contaron que en el momento en el que confesaron sus sentimientos ambos se pusieron a llorar, yo solo les sonreí y reservé mis opiniones para mí misma. No entendía el porqué de su reacción, no entendía por qué la gente les da muchas vueltas a sus sentimientos, si sientes algo, ¡solo deberías de decirlo!, no esperar a que las estrellas se alineen o que llueva agua salada o lo que sea que esperan para tomar la iniciativa.

Al llegar a la casa, fui la primera en bajar del auto, tenía los auriculares puestos e ignoré a todos a mi alrededor. Al entrar me encaminé a las escaleras para subir a mi habitación, hasta que alguien me detuvo por el brazo. Me di la vuelta y contuve el aire.

−¿No vas a saludar a tu padre? Señorita Mancinni. 

−Padre. −Me quité los auriculares y le di un beso en la mejilla, era casi de la altura de Alex, las arrugas se le hacían presentes en el rostro, las canas plateadas le daban un aire de hombre maduro y elegante, según mi madre, lucía muy varonil. Tenía un traje negro a la medida y una sonrisa en los labios. 




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