Pequeña estrella fugaz. (corregido)

Capítulo 16

−¿Qué te trajo a nuestra platica y por qué ofreces tus servicios de ese modo? −Preguntó Vanessa un tanto nerviosa. Se frotaba las manos debajo de la mesa y no apartaba sus ojos de Damián. 

−La vida me ha llevado a diversas partes del mundo; no iba a lograr nada estando detrás de un escritorio, además −hizo una pausa regresandole la mirada a Vanessa−, tengo un buen oído, así que escuché sus problemas y mencionaron la empresa de mi padre. 

−¿Tú eres el heredero del gran bufete de abogados “Ley de Atenea”? 

 −Ja, mi abuelo estaba obsesionado con la cultura griega; pero sí, el mismo. −Extendió su sonrisa y seguía sin apartar la mirada de Vanessa y me dio una ligera punzada en la cabeza, eran… ¿celos? 

−Sí, bueno. Señor Clifford −dije interrumpiendo y Damián me miró fijamente−.  No creo… 

−Por favor, dígame sólo Damián. Tengo veinticinco años, no me considero un señor. Y sería un gusto trabajar con ustedes, mi bufete se ha creado una muy buena reputación a lo largo del mundo, así que, para mí no hay problema. No le tengo miedo a su familia, señorita… −dejo la oración en el aire para que la completara mientras él se retrancaba en la silla pasando sus manos tras su cabeza. 

−D’angelo, quiero decir, Elizabeth Mancinni D’angelo. 

 −Mucho gusto, señorita Mancinni −dijo regalándome una sonrisa−. Ahora dime, ¿por qué los abogados huyen de ti? −Dijo metiéndose una papa frita a la boca con una sonrisa burlona. 

−¿No que tienes un buen oído? −Dijo Vanessa examinándolo completamente. 

−Sí, sólo quería que ella me lo dijera ¿el dinero los mueve? ¡Ja! Débiles. 

−¿Cómo estamos seguras de que tú vienes de ese bufete? −Me incliné hacía él y este hizo lo mismo, metió una mano en el bolsillo de su pantalón y sacó dos tarjetas y me las tendió. 

−Clifford Damián Declan. Maestría en derecho, especialidad en derechos humanos. −Hizo una pausa y se retrancó en el respaldo de la silla−. Vamos chicas, ¿quieren mi biografía? 

Hice una mueca y leí sus identificaciones, en efecto, era él, proveniente del estado de Denver, Colorado. En la tarjeta de presentación venía la imagen de un edificio el cual supuse que era el edificio donde se contrataba su bufete. 

−Sí, pero, no creo que necesitemos que nos representes; seguiremos buscando y… 

−No quiero ser imprudente, pero… ¿Cuánto tiempo llevan juntas? −Se apoyó en sus antebrazos y nos sonrió. ¿Y yo? Yo me estaba atragantando con mi propia saliva. Vanessa me dio unas palmadas en la espalda y en cuanto me recuperé, Damián ponía todas sus fuerzas para no reírse.

−No somos novias, solo somos…

−¿Y quién dijo algo de que fueran novias? −Preguntó con un tono de diversión en su voz y sentí como mis mejillas empezaban a arder; miré de reojo a Vanessa y ella estaba tranquila y serena.

−Quiero decir −me aclaré la garganta−, somos compañeras de habitación desde hace casi dos meses.

−Interesante. −Seguía apoyado en sus antebrazos y nos sonrió.

−Sí bueno, como le decía, joven Damián. No necesitamos que… 

−¡Lo necesitamos! −me interrumpió Vanessa−. Tú misma lo dijiste, necesitamos un abogado externo, y él es un abogado externo con una gran reputación. 

−El bufete tiene una gran reputación. −Interrumpió y le guiñó un ojo. 

−No interrumpas. El punto aquí es que nos puede ayudar, está en su mejor disposición; ¿cierto? −Damián asintió.

−No lo sé… no creo que sea muy profesional. 

−Señorita, el hecho de que me haya presentado de esa forma y esté actuando así, no quiere decir que soy malo, al contrario, soy muy bueno. −Asentí.

Al final, no llegamos ni a un sí o un no, solo quedamos en que nos pondríamos en contacto. Él se retiró sin no antes darnos su tarjeta de presentación e insistir en que dejáramos que él llevará el caso.

Vanessa y yo regresamos al campus al caer la noche; estaba muy cansada, y el hecho de que tenía que reunirme con mis padres al día siguiente, no me hacía muy feliz del todo.

−¿Estarás ocupada el día de mañana? −Le pregunté a Vanessa en cuanto entramos a la habitación. 

−Pues, teniendo en cuenta que solo me solía reunir con Jack cuando no estaba contigo, o, en otros casos donde solo me quedaba viendo películas toda la tarde −se dejó caer en su cama, pero al instante se incorporó−.  Aunque ahora que lo pienso, tengo una serie pendiente por ver, tengo que descubrir quién es el asesino detrás de una serie de asesinatos en un pequeño pueblo… 

−Ajá, ¿quiere salir o no? −la interrumpí bruscamente. 

−¿Qué tienes planeado?

−Pues, como sabes −me senté a su lado, su rodilla rozaba la mía e hice el mayor intento por no tomar su mano−, hoy es mi cumpleaños, se suponía que me iba a reunir con mis papás para celebrarlo, pero teníamos planes, entonces…

−¡Mierda! −exclamó−.  Olvidé darte tu regalo.

Buscó en las bolsas de su chaqueta y de su pantalón; era curioso, no la había visto comprar nada en todo el tiempo en el que estuvimos juntas.




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