−¿Crees que este es el indicado? −Llevábamos dos horas y media en la tienda de vestidos esperando a que Vanessa se decidiera por un vestido; se había probado aproximadamente diez vestidos, y ni una la convencía.
−¡Todos se ven hermosos! Escoge el que más te guste y vámonos.
Me sonrió con su característica sonrisa y regresó al probador. Había quedado con mis padres que nos veríamos en la casa principal a las siete de la noche; no mencioné que iba a llevar a Vanessa. Además, era mi cumpleaños ¿no? Podía invitar a quien quisiera.
−Listo −me encontraba en el pequeño sofá del vestíbulo hojeando una revista cuando Vanessa apareció con un cubre polvo negro que no permitía ver el vestido−. Gracias, te prometo que algún día te lo pagaré, no importa que…
−No tienes por qué hacerlo, además, aún tenemos que ir al salón y todas esas porquerías.
Ella solamente asintió y salimos del establecimiento. Era la una de la tardé, y nuestra cita era a las cuatro, así que solamente fuimos a comer. Comimos en un restaurante donde se podía apreciar la catedral principal de la ciudad; comimos en silencio. Yo pagué la comida, tal y como lo había estado haciendo.
−¿Qué se siente tener tanto dinero? −Preguntó en apenas un susurro viendo alrededor nuestro.
−No es nada especial, tienes muchas libertades, puedes tener lo que quieres y a quien quieres.
−¿A qué te refieres con quien quieras? −Preguntó con una mueca de disgusto.
−Sí, ya sabes, le das libertada económica a tu pareja y todo simplemente fluye; simplemente el dinero puede comparar el amor.
−El dinero no puede comprar el amor, estoy segura de que eso no es posible. Y si lo hace, no es amor. −Tenía una expresión seria ante mi comentario, yo solo reí y me levanté de mi asiento, Vanessa siguió mis pasos.
Llegamos al salón de belleza y nos atendieron a ambas en diferentes áreas, no vi a Vanessa en todo el tiempo en el que estuve ahí. Las encargadas empezaron a trabajar al instante, sin perder un segundo, yo aprovechaba para relajarme un poco.
En cuanto terminaron, me coloqué el vestido que ya tenía apartado, era un hermoso vestido de noche azul Oxford, era de escote en la espalda hasta la cintura y abertura en la pierna, mis zapatillas color plata hacían juego. Mi cabello estaba simplemente arreglado en ondas y mi maquillaje era sencillo, nada escandaloso, tal y como me gustaba. Me coloqué mis pendientes y mi collar de diamantes.
En cuanto salí, Vanessa ya se encontraba en el vestíbulo principal. Su vestido era amarillo jade, sus hombros se encontraban descubiertos y contaba con un pequeño escote en forma de corazón, la falda era amplia y caía en cascada hasta el suelo; esta también tenía una apertura en la pierna y las zapatillas eran de color oro.
−Te ves hermosa, Eli. −Me dijo en cuanto estuve a su lado.
−Lo mismo digo, Vane. −Ambas sonreímos y caminamos a la entrada.
Nos llevaron a una limusina que mi padre había enviado y nos llevó directo a la casa. No tuve el valor de hablar durante todo el recorrido y en cuanto llegamos me apresuré a bajar de la misma y entrar a la casa.
−Mi pequeña princesa, bienvenida. −Mi padre salió a encontrarme y me recibió con un fuerte abrazo.
−Padre, encantada de verte. −Volteé a la entrada y vi a Vanessa entrar−. Ella es Vanessa Rodríguez, mi compañera en la escuela.
−Encantada, señor Mancinni. −Le tendió la mano y mi papá aceptó más por obligación que por gusto.
−Bueno, síganme; la cena está a punto de servirse.
Mi padre nos guío hasta el comedor y yo solo volteaba a ver si Vanessa nos seguía, y sí era así, solo que lucía totalmente incómoda.
Llegamos hasta el comedor y encontré a mi mamá sentada junto a Alex, mi madre era una mujer de casi cincuenta años, pero parecía que los años no pasaban por ella, salvo por unas pequeñas arrugas en los ojos. Su cabello se encontraba teñido de rubio con unos tonos negros, pero sus ojos, sus ojos seguían teniendo ese calor de hace años; ese color de ojos era lo que nos unía a simple vista.
−Eli. −Habló mi mamá como saludo.
−Vanessa. −Exclamaron al mismo tiempo Lizzi y Alex.
−Madre, un gusto verte −me dirigí a ella y le deposité un beso en la mejilla−. Un gusto, tortolitos.
−Un gusto, pulga −dijo mi hermano un tanto nervioso−; ¿podemos hablar? −Asentí y lo seguí a la habitación de alado, al entrar cerró la puerta detrás de nosotros.
−¿Qué ocurre?
−¿Por qué invitaste a tu amiga? −Dijo presionándose el puente de la nariz.
−Porque es mi amiga y mi cena ¿no?
−Sí, pero no es el mejor momento para esto, Eli.
−¿Por?
−Sabes del trato que hizo el papá de Jack para lo que ocurrió, él se lo contó a nuestro padre, nuestro padre lo sabe y ahora la traes a la casa. ¿Se te ocurrió eso?
−Vanessa no va a ceder y ella junto con otras chicas demandaran a Jack.
La expresión de mi hermano se volvió sombría y me dio la espalda.