Pequeña estrella fugaz. (corregido)

Capítulo 21

Los días siguientes fueron tranquilos, mi padre no se había dignado a volver al departamento, las cosas en la escuela estaban bien, Jack ya había sido notificado del caso; pero este lucía completamente sereno y despreocupado, ¿cómo no iba a estarlo si tendría a los mejores abogados? Traté de no darle importancia a aquello, puse toda mi concentración en Vanessa y pasábamos las tardes juntas, más que otras veces.

Aún no tenía el valor de tomar la mano de Vanessa en público, de hablarle de ello a Leah ni de ponerle nombre a lo que teníamos. 

Muchas veces pensé llamar a Alex, para contarle, pero temí su reacción. Éramos unidos, me quería y yo lo quería, pero me preguntaba cuál sería su reacción. 

Como siempre, yo llegaba al último al departamento debido a mis clases; ese día llegué y escuché unas risas provenientes dentro de este. Entré lo más despacio que pude y me dirigí a donde se escuchaban las risas y estas se originaban en la cocina, al llegar, vi a Vanessa sentada encima de la barra riendo con quien estaba de espaldas preparando la comida.

−Eli. −Vanessa fue quien me vio primero y corrió a mi encuentro abrazándome por la cintura, y en ese momento Beatrice se dio la vuelta aun riendo.

−Veo que ya se entienden mejor ¿no? −Preguntó con cierta diversión en la voz.

Me debatí entre apartarme de Vanessa o corresponderle el abrazo; opté por la segunda opción.

−¿Dónde está Damián? −Pregunté apartándome de ella y para cambiar de tema la conversación.

−Salió, no dijo a qué, solo que volvería dentro de unas horas.

Simplemente asentí y abracé a Beatrice y estuve con ellas ayudándoles a preparar la cena. Ella le mencionaba a Vanessa que yo no sabía cocinar, que desde siempre la cocina y yo no habíamos hecho buen equipo, a lo que Vanessa estallaba en carcajadas.

Después de unas horas la cena estuvo lista. Pensamos en esperar a Damián, pero le llamamos y no contestó. Así que supusimos que podíamos empezar sin él.

−Cuéntenme, ¿cómo se encontraron o cómo es que llegaste al departamento? −Pregunté llevándome un trozo de ravioli a la boca.

−Fue la fuerza del destino. −Bromeó Vanessa con aire de telenovela y las tres soltamos una risita−.  La verdad es que me encontraba dando una vuelta por la plaza principal y me encontré a Beatrice; me preguntó por ti, por mí y decidí que la mejor opción era invitarla al departamento. −Beatrice asintió con la cabeza ante la breve explicación de Vanessa.

−Cuéntame, minina ¿cómo te fue en tu cumpleaños?

−Aburrido, Bea; justo como todos los años desde que te fuiste. −Beatrice tomó mi mano por encima de la mesa y acarició mis nudillos.

−Sabes dónde encontrarme. Me pudiste buscar y hacíamos algo como en los viejos tiempos.

−¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Por qué te fuiste? −Interrumpió Vanessa. Desde un principio sabía que no era buena idea hablar de ello frente a ella. Yo negué con la cabeza mientras le daba un trago a mi agua para disimular−.  Vamos, sé guardar un secreto.

−Eli te lo contará en el momento adecuado, ¿verdad cariño? −Yo asentí con la cabeza y continué comiendo. 

Beatrice cambió de tema y le contó algunas anécdotas mías de cuando era niña, tal y como habíamos hecho ella y yo hace poco más de un mes. Vanessa reía ante mis ocurrencias; pero la que más le hizo reír fue cuando me pegué un diente con un pegamento que tenía mi padre porque según yo me veía fea sin mi diente. 

La noche avanzó entre anécdota y anécdota, Vanessa cada vez tenía la cara más roja y los ojos hinchados, Bea se detuvo cuando esta le dijo que ya le dolía el estómago, así que Bea me volvió a poner atención. 

−¿Este año irás a la tumba de tus abuelos? ¿Pondrás un pequeño altar? O tal vez…

−No, no pienso ir. −La interrumpí en seco, ella me dedicó una mirada de compasión y buscó mi mano.

−Cariño, ya han pasado cinco años, yo creo que hasta los muertos merecen perdón.

−¿Qué ocurre? −Preguntó Vanessa y ante eso la mire un poco enfadada.

−Vane, esta es una plática de adultos, ¿Puedes llevar los platos al fregadero? Después puedes ir a ver una película de caricatura; pero eso sí, antes lávate los dientes y ponte el pijama. −Dije con sarcasmo, pero a Vanessa le entusiasmó la idea, más sin en cambio, cuando se dio cuenta de que era sarcasmo hizo un pequeño puchero.

−Está bien, las dejaré solas. −Recogió los trastes y salió de la habitación dejándonos a Bea y a mí solas.

−Me cae bien. −Dijo Beatrice una vez que Vanessa cerró la puerta de su habitación.

−Sí, es… buena. −Dije perdiéndome en mis propios pensamientos.

−Eli, ¿no crees que es momento de cerrar algunas heridas del pasado? −Asentí ligeramente y sentí que las lágrimas querían salir a relucir.

−No es tan fácil, más si hablaron de esa forma de mi madre y de mí.

−Tu abuelo era muy machista, pero, mírate donde estás ahora. Estudias en una grandiosa escuela, tienes las mejores calificaciones, has podido afrontar las cosas sola… −Hizo una pausa y me tomó por la barbilla, haciendo que la viera directamente a los ojos, sus ojos eran cálidos y acogedores; me sentía en paz−. Y ahora tienes la oportunidad de amar verdadera e intensamente. No tienes porqué esconderte, el amor que le tienes a ella es válido, y sé que ella siente lo mismo por ti, solo que ella no lo contiene. Intentar contener al amor es como tratar de contener agua dentro de tus manos; al principio está bien, es solo una pizca, pero, después se vuelven litros y litros de este; y es ahí cuando se vuelve imposible contenerlo. Y tú decidirás, si ahogarte con esa agua o saciar la sequía que hay dentro de tu corazón.




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