A la mañana siguiente nos encontrábamos en los juzgados; Vanessa se encontraba tan nerviosa que estaba a punto de vomitar, el resto lucía sereno, a excepción de una chica que estaba a punto de llorar. Yo entraría como testigo, ya que como Damián me explicó, con mi caso no se podía hacer nada.
En cuanto entramos, Jack ya se encontraba ahí, parecía derrotado e indefenso, mis padres estaban de su lado, así como mis tíos y algunos más que lo defendían. Cruzamos miradas por un segundo, y este parecía arrepentido; por un momento sentí algo de empatía por él, pero después recordé lo que hizo. Y supuse que, a un monstruo como él, no se le debería de tener lástima.
El caso procedió sin incidentes, cada una explicó lo que pasó, y el abogado explicaba los agravantes; pero el abogado de Jack no se quedó callado, él lo defendió a toda costa. Pasó una hora entre citas al código penal y todas esas cosas que solo los abogados entienden; cuando parecía que eso no llevaba a ni un lado, Jack hizo algo que nos sorprendió a todos.
−Señor Jack Mancinni Pravi. −Dijo la jueza después de leer todos los cargos en su contra−. ¿Cómo se declara? −Él se quedó callado, y recorrió la sala con los ojos y estos se detuvieron un instante en Vanessa; volvió la mirada a la jueza y se aclaró la garganta.
−Culpable.
Los presentes soltaron una expresión de asombro ante su declaración, fue ahí cuando lo observé mejor, y me pude percatar de su estado, lucía pálido, decaído, más delgado que de costumbre, y sus ojos lucían terriblemente tristes. Una parte de mí quería hablar con él, y tratar de arreglar las cosas, pero sabía que no merecía ese trato.
Después de alegaciones y el resto de cosas que solo un abogado sabe, lo sentenciaron a tan solo diez años de prisión por sus actos, me pareció una injusticia, pero el caso ya se había cerrado. Vimos cómo le ponían las esposas Jack y como mi tía nos gritaba, ya que iban a encerrar a su pequeño bebé; pero Jack, en ni un momento se resistió.
En cuanto salimos de la corte, mis tíos ya estaban ahí junto con mi familia. Al verme, mi tío caminó hacía mí y me gritó.
−¡Elizabeth! −Me di la vuelta y lo vi totalmente enfurecido, y detrás de él se encontraba mi tía llorando−. ¿Cómo pudiste traicionar así a tu familia? ¡Preferiste apoyar a chicas que no son nada tuyo que a tu propia sangre!
−¿Nunca se le ocurrió que yo también tenía mis razones? −Pregunté en el tono más sereno posible.
−¿Qué idioteces estas diciendo? ¡Es tu primo! ¿Qué razones tendrías? −Preguntó haciendo unas comillas en el aire.
−¿Alguna vez se preguntó por qué me alejé de él? −Mi tío bufó y se cruzó de brazos.
−¡Eran unos críos! Eso pasa, se dejan de entender.
−¡Ja! ¡Ojalá fuera por ello y no porque después de tantos años me di cuenta que me había violado! −Dicho eso, toda mi familia se volteó hacía mí con asombro en los ojos.
−¿Qué tontería estás diciendo?
−¡Lo que escuchó! Su querido hijo me violó cuando apenas era una niña.
−Elizabeth. −Me llamó mi padre−. Deja de decir idioteces y no empeores las cosas.
−¡No son idioteces, padre! ¡Me violó cuando era apenas una niña!
−Nadie de aquí te cree, solo quieres estar del lado de tus amigas. Preferiste traicionarnos y …
−¡Calla, padre! −Exclamó Alex por encima de su voz. Al verlo, pude ver que tenía los ojos húmedos y culpa en sus ojos−. Yo le creo. −Se separó de todos ellos y fue hacía mí, me abrazó fuertemente y me susurró al oído−: Lo siento. −Yo solo le correspondí el abrazo.
Mi familia seguía alegando, pero Alex nos llevó al estacionamiento y nos fuimos en dos carros separados.
Al salir, fuimos a comer a un restaurante junto con el abogado, él le informó de lo sucedido a su bufet, parecía un poco molesto, pero no le tomé importancia. Durante la tarde ni uno tocó el tema, nadie lo hizo. El resto de las chicas celebraba que se había hecho justicia, y estaba feliz por ellas, pero sabía que su felicidad no era mi felicidad, porque de una u otra forma, a mí no se me había hecho justicia.
Durante toda la tarde esperé la llamada de Damián, para felicitarnos o darnos unas palabras de apoyo, pero mi teléfono nunca sonó. Evité preguntar por él con el abogado, dado que no quería parecer interesada en él.
El abogado viajó ese mismo día a Estados Unidos, así que fue ese mismo día en el que tuve el último contacto con Damián Clifford y su mundo.
Alexander nos acompañó al departamento, lucía severamente afectado por lo que había dicho. Vanessa lo notó, pero no hizo ni una pregunta al respecto. En cambio, nos dejó a solas.
−Hey, ¿qué ocurre? −Nos encontrábamos en el balcón. El frío era intenso, pero a ambos nos agradaba esa temperatura.
−Nada, es solo que… −Dejó la oración en el aire, después de unos segundos en silencio se volteó hacía mí y las lágrimas rodaban por sus mejillas−. Creo que de una u otra forma sabía lo que había pasado con Jack. −Vi la culpa en sus ojos y procedí a abrazarlo.
−¿Por qué lo dices?
−Si no mal recuerdo −empezó a decir con un nudo en la garganta−, ese día hubo una cena en la casa de nuestros tíos. Jack te estaba enseñando unos juguetes de colección; tú estabas maravillada con ello. Él te convenció de ir a su cuarto a mostrarte más juguetes y tú aceptaste sin pensarlo dos veces. −Hizo una pausa, y esta vez tardó más en hablar−. No sé por qué no hice nada, pude ver el morbo en su rostro, y como se tardaron, fui a buscarlos, él salió de su cuarto con una gran sonrisa y cerró la puerta detrás de él. Le pregunté por ti, pero me dijo que te habías quedado dormida.