A la mañana siguiente, nos despertamos entre besos y los ronroneos de Oreo. Vanessa se despertó con una gran sonrisa en el rostro y se fue directo a la cocina. Fui detrás de ella y al llegar a esta, Vanessa miró a la alacena y a mí, sus ojos viajaban de la alacena a Oreo y después a mí; se mordió la uña pensativa y caminó hacía mí sentándose sobre mis piernas.
−¿No estás cansada de los desayunos solas? −Preguntó dándome un fugaz beso en los labios.
−No estamos solas, tenemos a Oreo. −Nuestro gati−hijo maulló detrás de nosotras y fue a que lo acariciáramos−. ¿Qué tienes en mente? −Pregunté pasándole un mechón de cabello detrás de la oreja mientras ella tenía a Oreo en las piernas.
−¿Por qué no le hablas a Bea y le dices que deje todo y pase todo el día con nosotras?
−¿Eso quieres? −Ella asintió alegremente; así que me puse de pie y tomé mi teléfono para llamarle.
Después de media hora, Beatrice se encontraba en el departamento.
−Cariño mío, estoy segura de que ni siquiera ha hecho el intento de cocinar para que puedan sobrevivir. −Dijo Beatrice en forma de saludo en cuanto entró al departamento.
−No, sí ha cocinado y hemos comido bien y…
−Eli, le preguntaba a Vanessa −me interrumpió, tenía una expresión de indiferencia, pero después soltó una carcajada y besó mi mejilla−. Es una broma cariño, sé perfectamente que tú no cocinas y que es Vanessa la que disfruta de la cocina. −Vanessa rio entrando al cuarto y Beatrice fue a abrazarla−. Ya estoy aquí, mis niñas, ¿qué tienen en mente?
−¿Qué opinas de una tarde de chicas? −Preguntó Vanessa con una sonrisa traviesa. Beatrice le devolvió la sonrisa y asintió.
−Acepto. −Dijo ella dándole la mano como si hubiesen cerrado un trato.
Ellas cocinaron el desayuno, y como siempre, yo me limité a observarlas; después de un rato me aburrí, y como ella no me dejaron ayudarles por miedo a que crease un desastre en la cocina, decidí ir por mi material de dibujo. Tomé solamente mi block de dibujo, unos lápices de carboncillo y un borrador.
Regresé a la cocina y a sentarme en mi lugar habitual; mientras ellas cocinaban y bailaban moviendo las caderas al ritmo de una canción que había puesto Vanessa, yo me dispuse a dibujarlas en un boceto. Mis trazos iban de un movimiento a otro, traté de darle la mayor vida posible y agregarle los mayores detalles posibles.
En cuanto acabaron, yo terminé de darle los últimos detalles.
−¿Qué tienes ahí? −Preguntó Vanessa viendo sobre mi hombro; cerré rápidamente mi block y volteé la cabeza hacía ella.
−Vanessa es muy molesta y metiche. −Dije recordando lo que me había dicho que le podía decir en vez entrometida hacía ya unos meses.
−Pero amas a esta metiche. −Dijo ella con orgullo y con una sonrisa en los labios.
−Profundamente. −Me di la vuelta y la besé; Beatrice llamó nuestra atención y rompimos el beso.
−Mis niñas, por más que me encanta que demuestren su amor, me temo decirles que su desayuno se enfría.
Vanessa y yo reímos y nos dirigimos a la mesa tomadas de la mano. Como otras veces, comimos entre risas y anécdotas; Vanessa le contó sobre sus vacaciones en México y lo mucho que había cambiado todo.
−No puedo esperar a volver. −En cuanto escuché eso, mi cuerpo se tensó, porque, ya lo habíamos hablado miles de veces, si volvía, era porque perdía la beca; y de ese modo ya no volveríamos a estar juntas, o al menos no mientras estudiáramos. Ella notó mi reacción, porque me tomó de la mano y sonrió−: claro, siempre y cuando Eli me acompañe. −Yo le regresé la sonrisa y asentí.
−Hasta el fin del mundo, mi estrella fugaz. −La besé y escuché cómo Beatrice daba unos pequeños aplausos alegremente.
−No saben el gusto que me da el que hayan arreglado sus diferencias, y que, dentro de unos años, vean esos recuerdos como una mala racha; pero celebren que siempre el amor salió victorioso.
−Y así será. −Sonreí y apoyé mi frente sobre la de Vanessa y ambas sonreímos.
En cuanto terminamos, Vanessa propuso ver películas, al igual que arreglarnos el cabello y colocarnos mascarillas para la cara. Convenció a Beatrice para que aceptara, y media hora después nos encontrábamos con un mini spa improvisado en la sala. Vanessa escogió una película de drama adolescente sobre unos vampiros. Nadie se opuso ante ello.
Mientras yo le pintaba las uñas a Beatrice, Vanessa se encargaba del cabello; había pasado un tiempo callada, lo cual me resultó muy extraño.
−Bea, Eli, ¿les puedo hacer una pregunta? −Después de unos minutos, la verdadera Vanessa había vuelto.
−Claro, cariño. −Dijo Beatrice tomándola de la mano.
−Perfecto −dijo con emoción en su voz−, bueno, si las incómoda, pueden ignorar mi pregunta.
−Está claro que nos va a incomodar. −Dije molestándola, a lo que ella me enseñó la lengua.
−Bueno, hace un par de meses que ustedes me dejaron con una gran duda, respecto por qué habías dejado de trabajar con la familia de Eli; así que esa era mi pregunta. −Yo me quedé callada. Dejaría que Beatrice hablara por mí.