Pequeña estrella fugaz. (corregido)

Capítulo 31

Los días avanzaban y las cosas estaban increíblemente bien con Vanessa, la casa estaba llena de risas, besos y los sonidos que hacíamos cuando hacíamos el amor; todo iba por buen camino, así debía de permanecer, ¿no? Vanessa salía con sus amigas y cada que estaba con ellas les recordaba cuanto las quería y el cuan agredida estaba con ellas; mientras que, a mí, a cada segundo me recordaba cuánto me amaba y lo cuán agradecida estaba conmigo.

Mi vida estaba tomando sentido, estaba lista para saltar al vacío con ella, creía que mi vida estaba tomando buen rumbo, todo era de color rosa, pero, a veces cuando tu vida te recompensa y ves todo con un cielo despejado; es porque se avecina una tormenta. 

Era el primer lunes del mes de febrero, la temperatura era aún más baja que unos meses atrás y la lluvia se hacía presente. Me encontraba en el departamento, eran las cinco de la tarde y Vanessa no había vuelto; no la había visto en el campus y ni siquiera me había contestado el teléfono, estaba más que enfadada. Sin tan solo se hubiera molestado en mandar un mensaje, me hubiera calmado, pero obviamente eso no pasó. 

Vanessa llegó media hora después, se venía riendo y hablando con alguien por teléfono; al entrar se despidió entre risas y me saludó. 

−Hola cariño. −Tenía una sonrisa en la cara, pero inmediatamente al notar mi expresión, esta se esfumó −. ¿Está todo bien? 

−¿Por qué no contestabas el maldito teléfono? 

−Me quedé sin batería, pero en el café que me encontraba lo puse a cargar, pero obviamente no pude salir de ahí por la lluvia. 

−¿Y no se te ocurrió llamar? −Ella volteó los ojos molesta y se dirigió a su habitación−. ¡Vanessa! −La seguí hasta que se detuvo en la puerta de su habitación−. ¡Tenemos que hablar! 

−¡No me grites! −Levantó la voz, era la primera vez que discutíamos de esa forma−. ¿Qué quieres que te diga? Ya te expliqué lo que pasó, y si eso no es suficiente, perdón. −Hizo una pausa y añadió:−. No eres mi dueña como para que te notifiqué cada mínimo movimiento. 

Eso obviamente me enfureció más, la tomé de la muñeca y ella se zafó con facilidad. 

−Yo pago tus cuentas, pago por tus caprichos, ¡pago por todos tus malditos antojos! ¿Acaso crees que eso es gratis? ¿Crees que todo me lo dan gratis? 

−No, pero…

−¿Tienes idea de cuantos problemas tuve con mi padre por meter las manos al fuego por ti? ¿Crees que lo de Jack no tendrá consecuencias en mi relación con mi familia? −Ella se quedó callada, haciendo el mayor esfuerzo por no gritar−. He pagado todo lo que has querido, jamás te he puesto un límite, y solamente te pregunté el dónde estabas, ¡eso era todo!

−¡Pues ya te lo expliqué! −Pude ver el enojo en sus ojos, nunca antes la había visto de esa forma.

−Vanessa. −Traté de sonar serena−. Nunca te he puesto límites y te he dado todo lo que has querido…

−No te perdí que lo hicieras, ¿o sí? −Su mandíbula se tensó y yo sentí que la ira me recorría.

−¿Y hasta ahora me lo dices? ¿Por qué no se te ocurrió cuando te estaba comprando todos esos regalos? Cuando cumplía todo lo que pedías −me quedé callada un segundo, y lo siguiente salió de mi boca sin pensarlo−. Mi padre tenía razón, eres una interesada. −Al decir eso, algo en mí ardió, y pude ver en los ojos de Vanessa que algo se rompía, pero inmediatamente recogió su orgullo y entró a su habitación cerrando la puerta tras de ella.

−¡Vanessa! −Golpeé la puerta−. ¡Abre! 

No tuve que pedirlo dos veces, intenté abrir la puerta y esta cedió a mi intento. Al entrar, vi cómo ella estaba empacando sus cosas. 

−¿Qué carajos estás haciendo? −Pregunté tratando de detenerla. 

−¡Sí tanto crees que soy una interesada, pues me voy! −Me aparté de ella en cuanto dijo eso−¡Me voy! −Ella siguió acomodando sus cosas y no traté de detenerla. 

−¡Haz lo que quieras! −Me di la vuelta y salí de su habitación; tomé mi abrigo y algo de efectivo, salí del departamento sin rumbo fijo. Solo esperaba que, al volver, ella siguiera ahí. Y una parte de mí, eso creía; siempre encontrábamos la forma de arreglar las peleas.

 

−¿Si sabes que no puedes huir todo el tiempo? −Me encontraba con Leah, pasaban de las siete de la tarde y no esperaba el momento para volver al departamento. 

−Lo sé, es solo que quiero darle su tiempo. −Ella se sentó junto a mí, tomando mi mano con un gesto amistoso. 

−Eli, arregla las cosas con ella, realmente vale la pena. 

Yo asentí, realmente lo pensaba hacer, solo quería esperar unos minutos más.

−Sí, es solo que, a veces las cosas se tornan complicadas, ¿te ha pasado? −Mi amiga asintió.

−Por supuesto que sí, a todas las parejas −hizo una pausa−. Pero, a veces creó que tu temperamento y el de ella no ayuda; ambas son muy diferentes, y creo que es eso mismo lo que las une. Pero eso mismo las separa.

−¿Te ha pasado con Nik?

−Más de lo que crees. −Dijo con una pequeña sonrisa−. Nik es muy… ordenado, muy recto, mientras que yo no lo soy del todo. Al principio, peleábamos por todo, que sí ordené mal los lápices de dibujo, que si ya rompí la goma y todo ese mínimo de detalles. −Suspiró y se quedó callada unos segundos−. Estábamos a punto de arrojar todo por la borda y terminar lo nuestro. −La miré sorprendida.




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