Al llegar a casa lo que vi me dejó en shock, había un cuerpo bocabajo en medio de la sala. Corrí a este esperando a que Vanessa se encontrara bien. Pero al llegar al mismo, me di cuenta de que no se trataba de Vanessa; sino de Beatrice.
−Beatrice −dije cayendo de rodillas al lado del mismo−, escúchame, ¿estás bien?
Le di la vuelta y vi que estaba gravemente herida; tenía golpes en la cara y estaba inconsciente. Inmediatamente llamé a la policía y a la ambulancia. Por un momento mi mente se concentró en Bea y en su estado, no sabía qué hacer, así que me quedé a su lado tomándola de la mano mientras lloraba.
Las sirenas se empezaron a escuchar; y fue ahí donde recordé mi principal preocupación: Vanessa. Me puse de pie y corrí a su habitación.
−¡Vanessa! −Gritaba por toda la habitación esperando a que estuviera escondida−. ¡Soy yo! Ya puedes salir.
No obtuve respuesta. Estaba por pasar a la otra habitación cuando una mancha rojiza me hizo detenerme en el marco de la puerta. Me agaché para observar qué era eso; pero no hizo falta tocar ni observar de muy cerca, era sangre fresca.
Mi corazón empezó a latir fuertemente y sentí cómo todo me daba vueltas. A lo lejos escuché que alguien tocaba a la puerta; pero me encontraba desconcertada como para poder responder. Mi vista no se apartaba de la mancha y no me había percatado de que había estado gritando hasta que mi garganta empezó a doler.
Sentí que alguien me tomaba por mi hombro y me giró hacía él. Se trataba de un oficial de policía; me decía algo, pero yo no lo entendía. Dejé de gritar y pude ver cómo subían a Beatrice a una camilla para llevarla a un hospital.
Seguía desconcertada, no sabía qué era lo que pasaba; mi cuerpo entró en un estado de alerta. El oficial me llevó al sofá y alguien me pasó una taza con un líquido caliente; la sostuve en mis manos incapaz de beber del mismo. Los oficiales se encontraban tomando fotos del departamento y unos otros apartando a los vecinos chismosos que habían ido a ver qué era lo que pasaba.
Incapaz de moverme, me quedé observando una taza que estaba frente a mí; esa taza no había estado ahí cuando me había ido, dejando a Vanessa sola. Junté todas las fuerzas que tenía y tomé la taza entre mis manos, dejando la otra en la mesa. Se trataba de un té y este se encontraba frío, supuse que le había pertenecido a Vanessa, que había sido lo último que había tocado. Y ante ese recuerdo, las lágrimas inundaron mis ojos, lloré en silencio, sin emitir ni un ruido.
Después de lo que parecieron horas, Jack llegó a mi lado. Me tomó por sorpresa, pero aun así yo no paraba de llorar. Me decía algo que no podía entender, parecía que su voz se encontraba a millas de distancia, mientras que él mismo se encontraba a un par de centímetros de mi cara.
−Eli −escuché que me llamaba−, estás bien, eso es lo que importa; todo estará bien. −Lo miré con furia y como pude, traté de hablar.
−¿Todo estará bien? −Pregunté, mi voz se escuchaba ronca y mi garganta ardía−. ¡Se la han llevado! −Él trató de acercarse a darme un abrazo, pero inmediatamente me aparté de él lanzando un manotazo al aire.
−Eli, tranquila. −Trató de sonar sereno, pero no fue así−. Ellos la buscarán y darán con ella. Estoy seguro de que en muy pocas horas estarás de nuevo con ella y se sentaran a ver películas y…
−¡Cállate, Alexander! −Grité causando que todos llevarán su vista hacía mí−¿Te das cuenta de que la secuestraron? −Grité y Alex tragó nervioso, se puso de pie y fue directo con un oficial.
−Cuídenla bien y manténganme informado de lo que pasa. −Dijo tratando de sonar discreto y sin más salió del departamento.
Se fue sin despedirse y dejándome sola en ese maldito lugar.
−Señorita D’angelo. −Se acercó una oficial a mí cargando a Oreo en una manta−. Mire lo que encontramos, estaba en el balcón, y creo que está asustado. Así que supuse que estando juntos se podían apoyar mutuamente. −Me regaló una sonrisa y me dio en brazos a Oreo.
Después de lo que pareció una eternidad, los oficiales tomaron mi declaración de lo ocurrido; les expliqué lo que vi al llegar, así como lo que había agarrado y, por supuesto, la razón por la cual Vanessa había estado sola en el departamento.
Entre lo encontrado, los oficiales me entregaron un papel arrugado que al parecer Vanessa había dejado para mí; no tuve el valor de abrirla, así que se la di a los oficiales. En cuanto ellos la leyeron me dedicaron una mirada de compasión y siguieron con su trabajo. La noche cayó sobre nosotros, y con ella la ausencia de Vanessa. Me hacía falta el calor de su cuerpo, el sonido de su risa, sus expresiones, su optimismo… me hacía falta la otra parte de mi alma.
Junté todas las fuerzas para irme a la habitación, aquella habitación que había compartido con ella. El no verla en la cama leyendo antes de dormir hizo un hueco en mi estómago. Junté todas mis fuerzas para meterme en las cobijas y tratar de dormir.
A la mañana siguiente me desperté entre los recuerdos de Vanessa, los recuerdos de los últimos meses me golpearon sin compasión alguna. Un maullido llamó mi atención, se trataba de Oreo; este estaba entrando a la habitación. Tranquilo, como siempre, como si Vanessa no hubiera desaparecido.
−Lárgate. −Le dije y este volvió a maullar− ¡Que te largues! ¿No oíste? ¡Vanessa se fue! −Al decir esto, sentí como me rompía, mis huesos me dolían y sentía que todo se derrumbaba− ¡Se fue! −Estaba llorando y sentía como las lágrimas me quemaban y mi garganta dolía− ¡Se fue!