Los días avanzaban lentamente, cada segundo era peor que el anterior; los oficiales seguían sin pistas del paradero de Vanessa. Al parecer los secuestradores habían entrado sigilosamente y nadie en el edificio había escuchado nada. Pero después de lo ocurrido una patrulla pasaba las veinticuatro horas del día fuera del edificio; los vecinos se sentían más seguros con ello, pero yo me sentía incómoda.
Me pasaba los días en cama, no comía ni bebía nada, solo lo necesario para mantenerme viva. Al ver mi reflejo me di cuenta de mi estado, tenía ojeras, mi cabello era un desastre, lucía pálida y sin ganas de vivir; y para ser sincera, así me sentía. Mi padre y Alex me iban a ver diario, hablaban y hablaban, pero no prestaba atención a lo que decían, solamente veía cómo movían los labios, pero no captaba sus palabras.
Lizzi y Leah se turnaban para cuidarme, sabía que todos tenían miedo de que pudiese hacer algo que atentara contra mi vida, y así era; pero, al menos quería estar presente hasta que se supiera qué era lo que había pasado con Vanessa.
−¿Cómo te sientes? −Preguntó Leah una tarde, nos encontrábamos solas en el departamento. Me estaba dando de comer tan solo una sopa, ya que no aceptaba nada más.
−Ya tiene cinco días que desapareció. −Fue lo único que pude decir, tenía la mirada perdida, me sentía desconcertada y sentí como la garganta me raspaba y mis ojos se inundaban de lágrimas−. Nunca la llevé al museo o le expresé el cuánto la amaba, siempre me quedé callada; fueron muy pocas veces las que grité el cuánto la amaba… y creo que ya nunca se lo podré decir.... −Dicho eso, me invadió una rabia y aventé la sopa al suelo, causando que Leah se levantara de un brinco.
−Eli, tranquila −me dijo mi amiga con el tono más sereno posible −. ¿Qué sucede? Todo saldrá bien, se lo podrás decir, les queda un largo camino.
Me hice ovillo y dejé que las lágrimas salieran, llevaba días sin dejar de llorar, lo que le había pasado a Vanessa era mi culpa, es mi culpa.
−¡No hicimos tantas cosas juntas! ¡Lo último que hicimos fue pelear! −Sentía como si una grieta se abría en mi pecho, lloré hasta quedarme sin lágrimas y quedarme dormida.
Aquel sueño fue especial, más lúcido; en mi sueño vi a Vanessa, pero no fue un sueño repetido como en otras ocasiones, era como si su presencia hubiera ido conmigo; sentí su abrazo, el calor de su cuerpo, la alegría que transmitía y el cómo susurraba a mi oído un ligero te amo, sigue adelante; se feliz por mí, ¡vive por mí! Noté cómo se empezaba a desvanecer en el aire; traté de detenerla, grité su nombre, pero todo fue inútil. No pude detenerla.
Me desperté gritando su nombre y en ese instante mi teléfono sonó, vi la pantalla y pude notar que se trataba de un texto.
Lo abrí y era un número desconocido; en el mensaje solamente venía una dirección y un ven sola. Me dio un aire de esperanza, tal vez alguien sabía de su paradero y no quería hablar con la policía.
Eran las cinco de la mañana; en el departamento solo nos encontrábamos Leah y yo. Fui hasta su habitación y comprobé que se encontraba durmiendo, así que podía salir sin complicaciones. Fui al baño para peinarme y lavarme la cara, vi mi reflejo y vi a una Elizabeth totalmente desgastada por los últimos días, pero en mis ojos pude ver un pequeño rayo de esperanza, e iba a hacer lo posible para que ese rayo no se extinguiera.
Me abrigué y salí del departamento lo más sutilmente posible, no quería que los oficiales le notificaran a mi padre o a Alex que había salido del mismo, tomé un taxi y le pedí que me llevara a mi destino; pero pedí que se detuviera dos cuadras antes, supuse que era una buena idea, ya que había pedido que fuera sola, así que lo había hecho para que el sujeto no se molestara.
El lugar donde me habían citado era un almacén, había varios termos de camiones, el lugar se encontraba frío y oscuro, a excepción de una luz tenue que alumbraba directo a un termo.
Me dirigí hacia allá, pero de nuevo, el tirón en el estómago se hizo presente, decidí ignorarlo y seguir caminando. Al llegar al termo, no había nadie; solamente había una nota en una de las puertas de este que decía jale. La tomé y sentí como un escalofrío recorrió mi espalda, tomé todo el valor que tenía y tiré de este.
Mi respiración se detuvo y entré con cuidado; el lugar estaba extremadamente frío, había una cortina de plástico que impedía tener la visibilidad completa del lugar. Moví la cortina y ya nada me estorbaba para ver lo que yacía dentro.
En medio de este, se encontraba una silla con un cuerpo amarrado; inmediatamente reconocí la ropa.
−¡Vanessa! −Corrí hasta su cuerpo y me tiré a su lado.
−Vanessa, ya estoy aquí. −Empecé a desatar los nudos, sentí como mis dedos se entumían a causa del frío− ¡Vanessa! ¡Despierta! Ya estoy aquí, iremos a casa y dormiremos con Oreo, veremos tus películas favoritas −me detuve y me volví frete a ella tomando su cara−; haremos todo lo que tú quieras, te lo prometo. Ya no habrá más peleas… simplemente dime algo, por favor.
Su cabello le cubría la cara, lo aparté y fue cuando me percaté que estaba extremadamente fría.
−Vanessa, arreglaremos las cosas, lo prometo, solo vámonos… −Se me hizo un nudo en la garganta y mis dedos los sentía cada vez más entumecidos.