Narrado por: Roscoe
Después de sobrevivir a dos horas con los mellizos Harrison, salí de esa casa con brillantina en el cuello, dos dibujos “abstractos” pegados en la espalda y una sospechosa capa de miel en mi zapato.
Pero lo peor… fue que no lo odié.
Ni a los niños.
Ni a Rachel.
Bueno… tal vez un poquito a Rachel. Pero de esos poquitos que te hacen sonreír cuando ella no está viendo. O cuando te lanza una almohada directo a la cara.
En fin.
Volví dos días después para “formalizar” el empleo. La señora Harrison nos citó a los dos. Cuando entré, Rachel ya estaba ahí, sentada con los brazos cruzados y cara de “si respiras fuerte, te muerdo”.
—Llegas tarde —dijo, sin mirarme.
—Mi reloj va en horario cool —respondí, sentándome como si no me importara… aunque sí.
Sarah Harrison apareció con una carpeta, una sonrisa y un tazón con galletas.
—¡Gracias por venir! Después de la prueba de fuego, he decidido… ¡contratarlos oficialmente como cuidadores de verano de Merly y Miles!
Rachel puso su cara de “oh no, ya estoy demasiado metida para huir”.
Yo sonreí como quien se resigna a la condena, pero le gusta el uniforme.
—Hay un pequeño detalle adicional —dijo Sarah, hojeando la carpeta—. El kínder donde estudian los mellizos nos ha invitado a una actividad especial.
Rachel y yo nos enderezamos.
—¿Qué tipo de actividad? —preguntó ella.
—Un campamento.
—¿Qué clase de campamento? —insistí yo.
Sarah sonrió.
—El Campamento Golden Seeds. Dos semanas. Naturaleza, diversión, formación, convivencia... y una competencia entre niños y niñeros en la segunda semana.
Yo me atraganté con una galleta.
—¿Una competencia? ¿Cómo los Juegos del Hambre pero con niños y semillas doras?
—Algo así —dijo Sarah, como si no fuera una locura—. Estarán a cargo de los mellizos durante toda su estancia. ¡Dormirán en el campamento, convivirán con otros cuidadores, y competirán!
Rachel me miró con cara de en que clase de locura nos metimos
—¿Y si decimos que no? —pregunté.
Sarah ladeó la cabeza.
—Bueno, entonces no hay pago extra. Ni bonificación por responsabilidad. Ni carta de recomendación con membrete dorado.
Rachel tragó saliva.
—¿Dijiste… ¿carta de recomendación?
—¿Dijiste… ¿bonificación? —agregué yo, entusiasmado.
Sarah nos entregó una hoja.
—Mañana hay reunión informativa con los cuidadores y otros niños. Les sugiero ir. Al menos para conocer a sus compañeros.
La reunión fue en el auditorio del kínder.
Llegamos con los mellizos, cada uno con una mochila más grande que su cuerpo. Merly traía un balón amarrado al cinturón “por si acaso había una emergencia futbolística”. Miles traía una enciclopedia de curiosidades científicas en edición de bolsillo. También una lupa. “Nunca se sabe cuándo habrá una pista misteriosa”.
Mientras nos sentábamos, la puerta se abrió.
Y entonces ella entró.
Beverly.
Pelo castaño lacio, trenza apretada como sus labios. Ropa deportiva, actitud de “soy la mejor en todo”, y una mirada que analizaba a cada quien como si fuéramos estadísticas inútiles en su camino a la gloria.
—Ah, claro… Beverly está aquí —dijo Rachel, con tono resignado—. Dato curioso: el 98% de las competencias que involucran a Beverly terminan en trampas.
—¿Quién es ella? —le pregunté a Rachel en voz baja.
—Una pesadilla disfrazada de adolescente prodigio.
—Me suena.
Beverly nos miró. Se detuvo en Rachel. Y sonrió.
—Oh, tú también vas al campamento. Qué... sorpresa. Espero que no renuncies como la última vez que jugamos trivia.
—No renuncié. Me fui para evitar abrumarte con mi sabiduría —respondió Rachel, sin parpadear.
Yo no pude evitar reírme bajito. Beverly me lanzó una mirada de desdén nivel láser.
—¿Y tú eres su sombra o su guardaespaldas?
—Yo soy el tipo que no soporta a las que hacen trampa y después sonríen como si fueran simpáticas —respondí.
Silencio incómodo.
Merly se acercó a Rachel y le susurró:
—¿Puedo patearla si tú me das la señal?
Rachel le guiñó un ojo.
—Solo si lleva casco.
La reunión terminó con la directora del kínder explicando la dinámica:
Primera semana: actividades recreativas, descanso y convivencia.
Segunda semana: competencias intelectuales (Rachel + Miles) de lunes a miércoles, físicas (Roscoe + Merly) de jueves a sábado, y una gran búsqueda del tesoro el domingo.
Y, por supuesto, Beverly levantó la mano para confirmar que sí, competiría. Y que esperaba “juego limpio”… mientras guiñaba a sus compañeras con una sonrisa que decía exactamente lo contrario.
Rachel me miró de reojo al salir del auditorio.
—Esto será una pesadilla.
—Sí, pero al menos te toca vivirla conmigo.
—Genial. Ya tengo dos razones para llorar.
#5316 en Novela romántica
#2050 en Otros
#539 en Humor
juvenil adolecentes, travesuras romance, humor aventura amistad secretos
Editado: 01.05.2025