Pequeña Gran Competencia

Capítulo 9: Preguntas, piques… y un poco de gloria

Narrado por: Rachel

El desayuno del lunes estaba tenso. Todos hablaban bajito. Bueno… todos menos los mellizos.

—¿Sabías que los tiburones existían antes que los árboles? —dijo Miles con la boca llena de cereal.

—¿Y sabías que si no te callas, mi cerebro va a explotar antes de la competencia? —respondí, revisando por cuarta vez mi libreta de notas.

Roscoe, desde la otra mesa, me lanzó una mirada burlona.

—¿Estudias para ganar o para impresionar?

—Estudio para humillar —le sonreí dulcemente—. A Beverly.

—Ah. Entonces estoy de tu lado —respondió, levantando su taza como brindis.

Beverly, por supuesto, ya estaba lista. Vestida con una camisa blanca planchada, su propio portapapeles, y una actitud de “por favor, aplaudan cuando entre”. Cuando pasó junto a nuestra mesa, soltó:

—Espero que no se bloqueen bajo presión. Sería tan vergonzoso perder… frente a un niño de cinco años.

Miles levantó la vista lentamente.

—Tengo cinco años, sí. Pero según estudios, los niños con altas capacidades cognitivas superan a los adultos promedio en procesos de lógica y análisis. ¿Tú sabes cuántos huesos tiene un ornitorrinco?

Beverly se congeló.

—¿Qué?

—Doscientos cinco. Casi igual que tú, solo que más útiles.

Merly estalló en carcajadas. Roscoe también.

Y yo... yo supe que hoy íbamos a hacer historia.

La trivia se llevó a cabo en el comedor, decorado como un programa de concurso. Pizarras, luces falsas hechas con foquitos de colores, y un micrófono decorativo que no funcionaba, pero hacía que los niños se sintieran famosos.

La directora tomó la palabra:

—Bienvenidos al primer día de la competencia. Hoy enfrentamos al Equipo 1 contra el Equipo 3… ¡Rachel y Miles contra Beverly y su ayudante del kínder, Nico!

Nico, pobre niño, parecía más intimidado que emocionado. Beverly lo empujó al frente como si fuera su peón de ajedrez.

—Recuerden: 15 preguntas. Un punto por respuesta correcta. Habrá un bonus sorpresa. Empezamos… ¡ya!

Las preguntas empezaron sencillas:

—¿Cuál es la capital de Suecia?

—Estocolmo —respondimos Miles y yo al mismo tiempo.

—¿Qué animal puede dormir de pie?

—Caballo —contestó Beverly antes de que yo pudiera abrir la boca.

—¿Quién escribió El Principito?

—Antoine de Saint-Exupéry —dije, con acento y todo.

—Eso fue un poco exagerado —susurró Miles.

—Estoy actuando. Para impresionar. Shhh.

La competencia subía de nivel.

Pregunta 8:
—¿Cuál es el único número que tiene el mismo número de letras que el valor que representa?

Miles sonrió como quien ve una galleta escondida.

—Cuatro.

—Correcto.

Rachel y Miles: 6 puntos
Beverly y Nico: 5

Pregunta 10:
—¿Qué elemento químico tiene el símbolo “Fe”?

—Hierro —respondió Beverly.

Empate.

Pregunta 13:
—¿Cuántos países tienen bandera que incluye color morado?

—¡Ninguno! —grité—. El morado era un color muy caro en la antigüedad. Solo dos países lo han usado, y ya cambiaron de diseño.

—Correcto. ¡Bonus extra por explicación detallada!

Miles chocó su puñito conmigo.

—Eso fue asombroso —dijo.

—Tú también. Aunque hablas más que mi conciencia moral.

Última pregunta. Empate.

La directora respiró hondo:

—Pregunta bonus final. ¿Qué invento revolucionó la escritura en Mesopotamia?

Beverly murmuró algo a Nico.

Yo respondí con seguridad:

—La escritura cuneiforme.

—¡Correcto! ¡Punto final para Rachel y Miles!

Los aplausos llenaron el comedor.

Bueno… la mitad. La otra mitad eran los gritos de Merly que subió a la mesa gritando:

—¡Mi hermano ganó! ¡Wooo! ¡Esto se merece pastel! ¡O pizza! ¡O las dos juntas!

Roscoe me levantó el pulgar desde su sitio. Luego bajó la mano y se rascó la nuca. Como si no quisiera sonreír. Como si sí quisiera.

Beverly pasó a mi lado con el ceño fruncido.

—Esto fue suerte.

—Claro —le respondí—. La suerte de estudiar y no hacer trampa.

Miles guardó su libreta.

—Hoy fuimos brillantes, Rachel. Pero mañana se viene el reto difícil.

—¿Cuál?

—Resolver el laberinto de lógica… y no morir en el intento.

Merly se asomó desde la puerta, llena de energía.

—¡Ojalá mueran con estilo!

Y así terminamos el primer día de competencia: ganando, sudando... y con enemigos observando desde la sombra.




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