Narrado por: Roscoe
El salón del kínder estaba irreconocible.
Globos en las paredes, mantelitos con dibujos de dinosaurios, una lona enorme que decía “¡Gracias por este verano inolvidable!”, y una pantalla gigante al fondo, lista para la proyección del video.
Yo no quería admitirlo, pero tenía nervios.
Llevábamos días preparando todo: las grabaciones, las entrevistas, la edición (gracias, Ethan), el orden de las escenas, los subtítulos que Miles exigió poner (“para inclusión visual”, dijo él). Y ahora… estaba por mostrarse frente a todos.
Rachel caminaba entre los invitados como si llevara haciéndolo toda su vida: saludando mamás, organizando a los niños, ajustando la bocina.
Y yo, mientras sostenía una caja de juguitos, pensaba que no sabía cómo me había enamorado tan rápido, pero sí sabía por qué no quería que se terminara.
...
6:15 p.m. – Proyección del video
Las luces bajaron. Todos tomaron asiento.
Merly se trepó a la silla como si fuera presidenta del evento.
Miles sostenía su propio programa impreso, con una lista de escenas favoritas y gráficas de interés emocional.
El video empezó.
La primera toma era la más simple:
Rachel y yo, en cámara, diciendo “Bienvenidos al Campamento Golden Seeds”.
Y a partir de ahí… fue magia.
Había tomas de las competencias, entrevistas con los niños, escenas ridículas con pelucas y lentejuelas, momentos dulces entre los mellizos, y hasta una mini recreación del “Beso Accidental™” (cortesía de dos títeres, no preguntes).
Las risas llenaron la sala.
Pero cuando llegó el final…
silencio absoluto.
Miles apareció en pantalla, con su voz pausada:
—“Rachel me enseñó que pensar diferente está bien. Roscoe me enseñó que caer no es tan grave si te vuelves a levantar. Ellos fueron más que niñeros. Fueron mi equipo.”*
Y luego Merly:
—“Quiero ser como Rachel cuando sea grande. Pero también como Roscoe, porque nunca se rindió… ni siquiera cuando se cayó muchas veces en el campamento.”
Yo tragué saliva.
Sentí la mano de Rachel rozando la mía.
Y la tomé. Frente a todos.
...
Después de la proyección – Sorpresas finales
La directora del kinder tomó el micrófono.
—Este video fue posible gracias a cuatro jóvenes extraordinarios. Rachel, Roscoe, Emily, Ethan… y, claro, a nuestros protagonistas miniatura, Merly y Miles.
Nos llamaron al frente. A todos.
La directora nos entregó un sobre a cada uno.
Dentro: un diploma de reconocimiento, una carta personalizada, y una solicitud de beca para un proyecto juvenil de participación comunitaria.
Y entonces…
—Roscoe —dijo Rachel, dándome una caja con moño—. Esto es para ti.
La abrí.
Era una chaqueta negra nueva. En la manga, un parche bordado:
“Niñero del Año. Edición dorada.”
—¿Estás llorando? —susurró Ethan detrás.
—No. Me entró brillantina en los ojos.
Y yo le di mi regalo también.
—Tu computadora. No es nueva, pero la armé con partes buenas. Funciona. Y… bueno, es toda tuya.
Rachel lo miró como si fuera de oro.
—Roscoe… gracias.
—No. Gracias a ti por empujarme a ser alguien mejor. Sin darte cuenta.
Nos abrazamos.
Y el público aplaudió.
Incluso Miles. Que usaba gafas oscuras “para no llorar en público”.
...
Más tarde, en el pasillo del kínder
Rachel y yo nos quedamos un rato más, solos.
—¿Te das cuenta de que esto se acaba? —me preguntó, en voz baja.
—Se acaba el verano. Pero no nosotros, ¿no?
Ella me miró.
—No. Nosotros apenas empezamos.
Y entonces me besó.
Sin público. Sin niños gritando.
Solo nosotros. Y un pasillo lleno de memorias.
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Editado: 30.11.2025