Prólogo
Promesa invisible.
«En la vida, existían personas que, por mucho que quisieras en tu vida, se tendrían que ir, nadie sabía cuánto tiempo estarían presentes en tu vida, pero así como no sabías cuándo se irían, tampoco sabías si volverían y mucho menos cuándo lo harían, podían pasar días, semanas, meses y hasta años, sin embargo, si esa persona estaba destinada a ser parte de tu vida, tarde o temprano cumpliría esa promesa invisible, esa que para ti era una pequeña promesa.»
— ¿Tú crees en las promesas? —preguntó con un brillo de inocencia en sus ojos cafés claros, tan parecidos a los de alguien conocido y especial para mí. La ingenuidad y curiosidad de sus preguntas hacía que mi corazón se hinchara de felicidad.
—Sí, creo en ellas y también creo en las personas que las cumplen. —respondí con su atenta mirada en mi rostro. Su ceño se frunció con ligera inquietud.
Ella lo pensó, duró algunos segundos en silencio, pero era extraño para mí verla callada, parecía que el realidad el tema le llamaba la atención, que la curiosidad por saber más y más de aquellos pequeños juramentos no la dejarían dormir tranquila esta noche o cualquier otra. Y eso, en secreto, me llenó de alegría, era mi hija, mi nueva promesa, mi eterno juramento.
— ¿Y qué pasa si ninguna de las dos personas cumple lo que prometieron? —cuestionó con sutileza, quizás con miedo de saber la respuesta.
Le sonreí.
—Pequeña, a veces se pueden hacer daño, justo aquí —señalé mi pecho, justo en mi corazón—. Pero también pasaban cosas buenas si no rompen sus promesas. —le aseguré.
Ella abrió sus ojos cansados, sabía que en cualquier momento se quedaría dormida, sin embargo, el tema eran tan agradable para ella que siempre peleaba contra el sueño con tal de escuchar sobre ello.
— ¿Cómo cuáles? —preguntó, levantándose un poco de su cama dejándome ver su pijama de unicornios azules.
Volví a sonreír, era inevitable no hacerlo y entonces dije:
—Es hora de contarte una historia, Alice.