Pequeña promesa [#1]

Capítulo 2

Capítulo dos: Adiós fiesta, hola cena.

— ¿Por qué no tenemos un saludo de mejores amigas? —preguntó Emma, con el ceño fruncido. Siempre hacía esa expresión cuando quería o estaba por hacer un berrinche.

Su típico berrinche para ser exacta.

Rodé los ojos, había preguntado eso porque justo ahora estaba sentada frente a la computadora de mi habitación mientras que yo estaba acostada en mi cama y dibujaba como solía hacerlo en una de mis libretas especiales para dibujo. Emma veía el vídeo de Stressed Out donde ellos se saludaban de manera fantástica. Diciéndole al mundo que no cualquier podía hacer esa clase de saludos.

Suertudos.

Y menos personas como yo que no coordinábamos nuestros movimientos.

Suertudos por dos.

—No necesitamos un saludo así —musité, dejando mi libreta por un minuto y la observé—. Con una bofetada al vernos basta. —respondí con sarcasmo. Ahora ella fue quien rodó los ojos al escucharme.

—Fue un acto de reflejo, supéralo. —contestó.

Eso me llevó a recordar nuevamente cuando entré a clase de química, me pareció divertido asustarla y así fue, solamente hasta que ella se giró después de gritar por la impresión y su mano terminó impactando en mi mejilla de manera sonora y dolorosa.

Pero ella era un amor de persona si la conocías, muy dulce y poco problemática.

Luego, el ardor se apoderó del lado derecho de mi rostro y con ella un poco de molestia.

—Además fue tu culpa —agregó, cambiando la canción—. Sabes que si no duermo bien, golpeo todo. —se justificó.

—Lo noté. —señalé mi mejilla, la cual tenía un leve color carmesí.

Dolía, para ser tan delgada sus golpes eran fuertes.

—Ve el lado positivo —dijo llamando mi atención—. Ahora no te ves tan pálida. —soltó una risita burlesca.

Dejé mi libreta de dibujo a un lado sobre la cama y la observé, su cabellera rubia en ondas brillaba y sus largas pestañas se abanicaban con falsa inocencia. Entrecerré mis ojos, incapaz de creer lo que acaba de escuchar. Pero era Emma, así que no debía sorprenderme.

—Idiota. —murmuré y estiré mi brazo hacia atrás para tomar uno de mis cojines color morado para lanzarlo en su dirección.

Pero no la golpeé como deseaba, hice un leve puchero ante eso. Emma si poseía buenos reflejos.

—También te amo. —lanzó nuevamente el cojín junto con un beso.

Reí por lo bajo, tomé de nuevo mi libreta y lápiz favorito, sí, tenía un lápiz favorito: era color azul cielo y en la parte de arriba tenía un borrador en forma de unicornio que casi no usaba para que siguiera siendo un lindo espécimen no existen por no decir que los trazos eran maravillosos.

— ¡Nicole! —gritaron desde la primera planta de la casa.

Era Sophie de quien se trataba.

— ¡¿Qué?! —respondí en tono cansado. No quería levantarme, quería seguir con mi jornada de dibujo, pero ella no lo haría tan fácil.

— ¡Baja, tienes que ver lo que traje! —ordenó Sophie Rosie con emoción en su tono de voz.

Me intrigó saber de qué se trataba esta vez. En la última ocasión que me dijo «tienes que ver esto» se trataba de una foto de Matt posando ridículamente sexy con un bóxer de Iron man. Claro que esa foto accidentalmente se esparció por Internet.

Fue idea de Emma, no mía.

Además, tenía que recordar que era mi hermana mayor de lo contrario no estaría levantándome para ir a su búsqueda.

— ¡Enseguida, su majestad! —contesté con ironía.

A Sophie nunca se le podía decir que no o las cosas se saldrían de control y eso yo lo tenía más que claro.

Dieciséis años —casi diecisiete en Octubre— juntas nos enseñaba como éramos la una y la otra.

Me levanté de la cama, dejando mi libreta sobre la mesa de noche y junto con Emma salimos de mi habitación a paso lento, bajamos la escalera volviendo a hablar del vídeo de hace unos momentos atrás y paramos en el último escalón al encontrarnos con un rostro que no era el de mi hermana.

Era un rostro que expresaba maldad pura, con la mirada llena de odio directo hacia mí. Solté un quejido por lo bajo.

Loyce Allen, era ella.

— ¿Qué hace ella aquí? —pregunté sin ocultar mi tono de molestia ante su presencia.

Y ella lo notó.

Bufé.

—Ella está aquí por la misma razón que Emma. —respondió mi hermana luego se encogió de hombros, crucé mis brazos sin evitar hacer mala cara.

Sí, Emma no era la única que hacía berrinches de las dos.

— ¿Por comida? —se burló Emma, traté no reír, se suponía que estaba molesta.

Sophie puso los ojos en blanco y caminó hacia el sofá mientras que ella sonrió triunfante y siguió sus pasos.

Me quejé en silencio nuevamente. No me agradaba. Sus ojos extremadamente azules me miraban siempre con superioridad y eso no me causaba buena espina. Toda su personalidad chocaba fuertemente con la mía.

— ¡Agh! ¿Por qué trajo a esa bruja a mi casa? —pregunté en susurro a Emma, ella se encogió de hombros.

—Nicky, a mí tampoco me agrada, pero es su mejor amiga y...

—Falsa mejor amiga. —corregí, sin dejarla terminar.

Emma siempre decía que eran cosas que yo creía, para ser más exacta, celos de hermana, sin embargo, no era así, yo lo sabía y Loyce también, era algo más y estaba segura de que lo averiguaría si es que no era lo que yo ya sospechaba.

—...puede estar con Soph —continuó—. Tanto como yo contigo.

— ¿No pudo haber elegido otra mejor amiga? —pregunté, mi voz sonó irritada.

— ¿Acaso tú me elegiste a mí? —entrecerró los ojos a mi dirección.

—No, pero sabía cómo eras en verdad. —balbuceé.

Touché.

Sonreí victoriosa y ella soltó una risita.

—Odio que ganes estas conversaciones. —hizo un leve puchero.

Cuando iba a responder un cojín fue estrellado en mi cara, haciendo que mi cuerpo se tambaleara. Solté un quejido de sorpresa.




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