Pequeña promesa [#1]

Capítulo 5

Capítulo cinco: Bienvenida a los White

No, no, no y no.

No podía.

No lo iba a lograr.

«Sí, sí podrás. Lo lograras, Nicky. »

No lo haría e iba a fallar. Iba a quedar como estúpida, me iba a caer, no podría ni siquiera decir una palabra frente a él y de paso lo vería como si hubiera un tercer ojo.

Horrible, me sentía terrible.

«Respira, Nicky, respira. »

Inhalé, exhalé, inhalé, exhalé.

Ojos, bien; aún estaban ambos en mi rostro. Labios, bien; aún se movía, «abre, cierra». Cabello, bien; aun no parecía un nido de pájaros. Vestido, bien; no había olvidado ponerme ropa.

Era bueno, ¿no?

Por fuera estaba bien, pero por dentro, por dentro era un mar inexplicable de emociones contradictorias que no estaba en calma, que estaba a punto de un tsunami. Y por más loco que pareciera no estaba exagerando ni un poco.

Ya estaba lista para ir a la dichosa cena, el problema, ahora, era que estaba entrando en pánico, me invadían los nervios de sólo pensar que en menos de una hora lo tendría frente a mí, me temblaban los piernas ante eso. Ante él.

Era patética.

Era muy probable que me desmayara al verlo en persona.

¿Habría cambiado?

Con la palma de mi mano me golpeé la frente, por supuesto que tuvo que cambiar, habían pasado diez años, era lo más lógico ¿no?

«Obviamente que cambió, Nicky, no se quedaría bajo de estatura, ni con cara de niño, ¿o sí?»

Llevaba encerrada en el baño treinta minutos solamente observándome en el espejo. Convenciéndome de calmarme, de que no era para tanto. De que quizás estaba exagerando. De que esta chica de mi reflejo no era yo, la Nicole que había crecido no era la que justo ahora se proyectaba frente al espejo.

No podía ser la mini Nicole otra vez.

Sólo era un chico más, como todos; común y corriente, pero si era así ¿Por qué estaba tan nerviosa?

—Nicky, ya tenemos que irnos. —informó mi hermana al otro lado de la puerta dándole unos golpecitos a esta.

Ay, no.

—Ya voy, en un minuto salgo.

«O mejor una hora. »

Sentía que vomitaría y para empeorar la situación, comencé a hiperventilar sin controlarlo.

Sí, hace mucho que yo, Nicole Marie Jones, no sentía este nivel de nerviosismo que sólo una persona podía provocar.

La puerta se abrió de golpe, me sobresalté viendo por el reflejo a Sophie, tenía el cabello suelto y el color de su piel iba perfectamente con el color vino de su vestido, no hacía falta decir que tenía unos tacones de infarto para completar su estupendo atuendo.

—Estás fabulosa. —sonreí un poco, tratando de verme tranquila.

Fracasé.

—No puedo decir lo mismo. —respondió, frunciendo los labios.

Oh no.

¿Me había vestido mal? ¿O era un grano naciéndome y no me había dado cuenta? Decidí ponerme el vestido que Sophie Rosie me había comprado para la fiesta, mi cabello liso estaba recogido en una perfecta coleta, mi maquillaje era sutil y en mis pies había unas cómodas Vans negras.

Algo casual, cómodo y formal. Algo que gritaba Nicky Jones a los cuatro vientos, lo menos que quería era caer y avergonzarme frente a él. Sí, no descartaba esa posibilidad.

—Hablo de que te ves algo pálida —siguió hablando al ver mi cara de horror—. Sí, eso, estás pálida.

—Siempre estoy pálida. —dije en tono obvio.

—Sí, pero estás más pálida de lo normal, ¿Estás bien? —se acercó a mí y llevó una de sus manos a mi frente—. No tienes fiebre. —arrugó el entrecejo confundida.

Sophie Rosie era dulce cuando se lo proponía.

—Lo sé. —puse los ojos en blanco ante su ataque de madre protectora. Aunque me agradó un poco esa actitud.

—Entonces dime, ¿Qué pasa? —subió y bajó su mano acariciando mi brazo, en forma de un gesto tranquilizante.

Me ardieron los ojos al instante.

Oh no, Marie la llorona viene.

—No sé, estoy de los nervios —mi voz comenzó a sonar aguda—. Tengo un ataque de pánico, Sophie, y sólo porque lo veré.

No sabía con exactitud por qué había lágrimas en mis ojos. Mi maquillaje se arruinaría, bueno, lo poco que me había aplicado peligraba. Ese pensamiento me asustó, ¿Yo pensando en maquillaje? Buen chiste, buenísimo.

—Estúpida, tu maquillaje, idiota —bromeó de forma nada sutil—. Por eso no te quería decir, sabía que te afectaría.

—No pensé que tanto. —confesé.

Recordar esa parte de mi vida, la infancia compartida sólo con él era algo complicado para mí.

Cuando niña era demasiado callada, no tenía ningún amigo o amiga e incluso yo era motivo de burla entre los pocos niños que compartían conmigo en la escuela primaria y Oliver siempre estuvo ahí para ayudarme, para defenderme a capa y espada de todo esos mocosos bravucones. Y sin contar que en mi mente infantil era como el príncipe que venía a salvar a la princesa.

El príncipe que me salvaba a mí de muchas burlas y golpes con juguetes voladores.

—Mírame —ordenó—. Respira, tranquilízate un poco ¿vale? Sé que podrás hacerlo. —dijo y respiré hondo, cerrando los ojos, mentalizándome.

Agradecía la compresión de Sophie con el tema, ella también me ayudó muchísimo en aquel tiempo y cuando Oliver se fue, Sophie se encargó de los niños malos. Todos resultaron con maquillaje y pegatinas rosas en sus rostros y mochilas. Sophie les dio algo de su propia medicina.

«Sólo es un viejo conocido, sólo eso. Estás agradecida con él, fue un buen amigo. Sólo un amigo, Nicky.»

— ¿Vamos? —preguntó con una media sonrisa.

—Vamos. —confirmé.

Salimos del baño y bajamos la escalera. Al parecer, mis padres nos esperaban a fuera, terminé saliendo al final para volver a respirar, el aire de la noche era frío, pero logró relajarme un poco, Sophie giró al ver que no estaba a su lado, sonrió un ligeramente para tranquilizarme y me extendió su mano, la acepté con gusto.




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