Pequeña promesa [#1]

Capítulo 6

Capítulo seis: Viejos amigos y amigos íntimos

«Oh, santa Virgen de la papaya, si es que acaso las papayas tenían Virgen

Cubrí mis ojos para no ver lo que claramente sí quería ver. Digo, era obvio que cuando te dan helado se te antoja, aquí aplicaba igual. Creo.

—Yo...buscaba...yo...no... ¡Lo siento! —balbuceé nerviosa, más que nerviosa. Mis piernas eran de gelatina y los latidos de mi corazón no catalogaban como normales.

« ¡Tierra ábrete y cómeme ahora!»

Creo que no podía estar más avergonzada en ese momento y como no estarlo si Oliver White, aquel niño dulce, amable, cariñoso, atento y adorable de mis recuerdos, estaba frente a mí con tan sólo una toalla, que caía sutilmente por sus caderas, mostrando su torso al descubierto con algunas gotas de agua sobre su piel.

Ya no era un niño, tendría que probar si era dulce, quizás ya no era amable, no parecía un oso de peluche cariñoso, sin embargo, daban ganas de estar junto a él todo el tiempo, tenía sus indescriptibles ojos atentos en mí y, además, ¿adorable?, mis pensamientos por él estaban lejos de ser adorables.

Sí, queridas, era magnífica la vista, jamás me quejaría.

—Vocaliza, pequeña curiosa. —ordenó en un tono que me resultó demandante.

Podría jurar que le divertía mi reacción, en cambio yo, estaba a punto de salir a correr.

Infeliz.

—Sólo...iba al baño, la...lamento entrar sin avisar, pensé que...que no había nadie. —me disculpé con dificultad.

Ahora que lo pensaba ¿Por qué el señor White mintió sobre que sólo estaríamos los seis? Quizás no era la única que había entrado en pánico al saber que esta cena se llevaría a cabo.

Y eso me molestó.

—Lo noté, sólo una cosa más —hizo una pausa y puso sus manos en las caderas—. ¿Por qué no me quieres ver? ¿Tan mal estoy? —preguntó pareciendo ofendido.

Estaba tan concentrada en tener la vista en otra parte de la habitación, evitando su rostro, torso y básicamente toda su presencia condenadamente masculina.

Ahora, ¿Él decía que se veía mal? Estaba de todo, menos mal.

Estaba tan bueno como el brownie con helado que me acababa de comer.

Y eso era mucho para mí. Pero no le iba a decir aquello, jamás lo haría, en cambio respondí:

— ¿Qué? No, sólo que no esperaba encontrarme contigo de esta manera—explique, de pronto hacía calor—. Y vaya que manera. —susurré para mí.

— ¿Disculpa? No entendí lo que dijiste al final —«Oh, esa era la idea, querido»—. Pero aún no respondes a lo que te pregunté ¿tan mala es la vista? —insistió.

« ¿Tan menso eres al no notar mis mejillas rojas como una mismísima bandera de torero? »

— ¿La verdad? —enfoqué mis ojos él y contuve la respiración—. He visto mejores. —metí y me encogí de hombros.

¡Me crecería la nariz como a Pinocho!

¡Por el amor de Dios! Mis ojos no dejaban de ver su pecho fuerte, sus abdominales marcados, sus brazos bien formados, sus...

—No lo creo, ¿no te alcanzo con la cena? —preguntó, de forma divertida.

«Disimula un poco, Nicole. »

¿Qué?

— ¿De qué hablas? —pregunté confundida. Sonrió de lado.

Oh, madre mía.

Él sonrió de lado.

Él me sonrió de lado a mí.

¿O ya estaba imaginando cosas?

—Hablo de que me comes con la mirada. —cruzó sus brazos sobre el pecho.

«Si mirar fuera pecado entonces el infierno me espera.»

Tomé aire de nuevo. Ya debía dejar de mirarlo.

—Y si pudiera también con la boca. —dije en un balbuceo.

Santa madre de todos los mortales, ¿Qué acababa de decir?

—Sucia —respondió, para mi mala suerte me había escuchado—. Sí que has cambiado, Nicky. —siguió sonriendo.

Y algo pasó por mi cabeza, conectado los cables sueltos.

Él parecía no recordar todo lo que antes habíamos vivido o parecía no importarle tanto como a mí.

Por supuesto que yo había cambiado, recordé lo que había sucedido y al instante me enfadé.

Había tenido que aprender a valerme por mi misma cuando él se fue y ahora lo tenía en frente y se burlaba de mí. Me enojé sin poder evitarlo y sin saber si la verdadera razón era eso o que él era el chico que parecía tan feliz con la rubia de la fotografía.

¿Ya dije que era patética?

—Sí, bueno, al igual que tú, supongo. —dije totalmente seria, dejé de ver su...todo y me enfoqué en sus ojos.

No hubo gran cambio, de hecho, fue peor, porque la mirada que me dio me hizo flaquear un poco. Mis piernas volvieron a fallar e intenté disimular mi pequeño problema.

Definitivamente era el chico de la fotografía.

Y eso me llevaba a otra pregunta: ¿Quién era esa chica?

— ¡Nicole! ¡Vamos! —gritó mi hermana desde el pasillo.

«Alabado sea el señor.»

—Uh, tengo que irme. —me despedí.

Ahora él también estaba serio, su sonrisa pícara ya no estaba dibujada en su rostro. El ambiente se volvió más incómodo.

—Escuché. —dijo obvio. Fruncí mis labios.

Él estaba en medio de la puerta y yo, así que di un paso a la izquierda y avancé dudosa de mis pasos, sin embargo, justo cuando pasaba por su lado me tomó por el codo.

Mi estómago dio un vuelco, miles de escalofríos pasaron por mi sistema al sentir su tacto sobre mi piel.

« ¡Estaba tocándome!»

—Fue un gusto verte, Nicky. —susurró cerca de mi oído. Me estremecí.

«Ya, por Dios, no me hagas sentir así de estúpida. »

—Adiós, Oliver. —contesté.

Él soltó su agarre y, sin más, salí de su habitación.

☮☮☮

— ¿Entonces la tiene grande? —cuestionó mi compresiva mejor amiga apenas le conté lo sucedido en la cena.

Lo que me faltaba, de nuevo sentí arder mi rostro.




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