Capítulo catorce: Emergencia amorosa
Era viernes en la tarde, descansaba cómodamente en el sofá de nuestra sala, mis piernas estaban cubiertas por mi mantita amarilla y se encontraban reflexionabas sirviendo de apoyo para mi cuaderno de dibujo, la televisión estaba encendida matando el silencio de la casa pues me encontraba sola. O así era luego de algunos segundos.
— ¡Agh! —bufó sobresaltándome—. ¡Matteo es un idiota! —Sophie Rosie azotó la puerta para luego dejarse caer en un sillón individual.
Mi corazón estaba acelerado por su intromisión agresiva y sorpresiva, ella tenía una expresión de molestia plasma en su rostro por lo que decidí no hacerle ningún reclamo por el tremendo susto que me había dado.
La miré con atención, jamás la había visto de malhumor con Matteo.
¿Qué haría el castaño para que Sophie Rosie se enojara de esa forma?
— ¿Hasta ahora te das cuenta? —dije con ironía mientras seguí trazando en la hoja blanca de la libreta.
—No pensé que tanto. —respondió en un resoplido.
Bueno, al parecer Matt había cometido un pequeño error.
Ante de poder preguntarle qué había sucedido exactamente, el timbre sonó y Sophie Rosie rápidamente se puso de pie, creía yo, dispuesta a correr, quizás huyendo de la persona que sabíamos estaba detrás de esa puerta.
Matteo Wood.
—Debe ser él —se quejó—. Dile que no estoy. —ordenó y luego subió las escaleras a gran velocidad. Rodé los ojos.
El timbre volvió a sonar así que decidí ponerme de pie para abrir la puerta sin mirar antes de quien se trataba.
— ¡Matt, qué sorpresa! —exclamé con sarcasmo.
No lo puede evitar. Y él lo notó.
—Nicky, ¿Dónde está Sophie? —interrogó, parecía algo ansioso.
Matteo Wood jamás tenía ansiedad o nervios, aquel chico era todo lo opuesto a lo que represente inseguridad. Era alto, guapo, extrovertido, con un gran carisma y personalidad, listillo como sólo él podría serlo y bromista siempre buscando hacerte reír. Pero nada de eso lo veía frente a mí, sí: seguía siendo alto y guapo, sin embargo, parecía arrepentido y apenado.
—Estoy bien, gracias por preocuparte. —contesté con la intención de molestarlo y así animarlo un poco, pero más que eso, evitar el tema central.
Él rodó los ojos, viendo mi vago intento de persuadirlo.
—Marie. —se quejó. Noté su reclamó en cada letra pronunciada para formar mi segundo nombre; Marie.
« ¿Acaso te llamó Marie? Esto sí es serio. »
—Uh, vale, me dijo que te dijera que no está. —hablé con sinceridad, sus dedos fueron directo a su nariz, apretando el puente de ella.
Estaba irritado y avergonzado.
—Nicky, yo necesito... —trató de hablar. Negué con la cabeza.
Esa era una terrible idea.
—Mira —interrumpí—. Sea lo que sea que hayas hecho arréglalo, ¿Vale? Ahora no te puedo dejar entrar. Sophie me pidió que no lo hiciera y eso haré.
—Sólo quiero... —volvió a intentar convencerme.
—Hablar —terminé la frase—. Sí, lo sé, pero ella está molesta y podría arrancarte la cabeza —él soltó una pequeña risita y terminó por asentir de acuerdo con lo que yo acababa de decir—. Piensa en algo realmente bueno para solucionar esto y cuando lo tengas puedes contar conmigo. —sugerí dándole una diminuta sonrisa.
—De acuerdo. —dijo y sonrió un poco.
Matteo se dio la vuelta y dio algunos pasos alejándose de la entrada, terminé por cerrar la puerta una vez él se fue, giré mirando la sala vacía y luego escuché un sollozo que venía de la escalera, fui rápidamente y una Sophie llorosa me observó desde los escalones.
«Oh, oh.»
Sonó la alarma en mi cabeza, era obvio que justo ahora necesitaba tiempo de chicas.
—Helado y pañuelos, ¿Verdad? —asintió con la cabeza —. Oh, ven aquí, pequeña. —abrí mis brazos en espera de mi hermana mayor.
Sophie Rosie se levantó como si el suelo en donde estaba sentada quemara, luego se tiró sobre mí y la abracé con fuerza, sus lágrimas eran silenciosas, pero no se hicieron esperar. Sophie no solía llorar.
— ¿Me dirás qué sucedió? —asintió, ella intentó decir algo, pero su voz no salió—. ¿Quieres que Emma y Loyce estén aquí? —adiviné sus palabras y ella asintió una vez más—. Muy bien, será noche de chicas entonces.
En serio esperaba que no fuera nada malo, no quería darle una paliza a Matt.
Grupo: "SOS, problemas en el paraíso"
Loyce: ¿Qué hago aquí?
Mi hermana rubia: ¿Problemas en el paraíso?
Yo: Hoy noche de chicas en mi casa.
Loyce: Bien.
Yo: Y traigan helado, mucho helado y pañuelos.
—Muy bien, esperemos el helado —sonreí un poco y agregué—: Oh y a las chicas. —Sophie soltó una carcajada entre sus inaudibles sollozos.
La llevé escaleras arriba y la acompañé hasta su habitación, mis padres no tardarían en llegar y Charlie James Jones no dejaría llorar a alguna de sus hijas por un chico, por eso era mejor que él no se enterara de lo que estaba sucediendo.
Ahora sólo quedaba esperar.
☮☮☮
Un toque. Dos toques. Tres toques. Cuatro toques. Cinco toques.
«Ya no más toques, por favor. »
— ¡Ya voy! ¡Ya voy! —grité mientras bajaba la escalera.
No dejaban de tocar el timbre y golpear la puerta.
Abrí la puerta y lo primero que vi fueron dos potes de helado de chocolate con dos cajas de pañuelos.
—Vaya... —murmuré ayudándolas con el helado.
—Sí, vaya, la chica del supermercado nos dio ánimo y consejos gratis. —contó Emma.
Una sonrisa socarrona se forma en mis labios.
—«Oh, es un idiota. Todos lo son», «no sufran por él, no lo vale» y «consíganse uno más bueno que él y lúzcanlo» fueron algunas de sus frases motivacionales. —Loyce imitó la voz de la chica.