Pequeña promesa [#1]

Capítulo 16

Capítulo dieciséis: Annabeth no Annabelle

Giré mi cabeza hacia la derecha, luego repetí la acción hacia la izquierda. Derecha, izquierda. Derecha izquierda. Izquierda, derecha. Izquierda, derecha. No, esto no estaba funcionando. Bufé con frustración.

Nada.

No importaba desde que ángulo viera esta ecuación, no tenía ni la menor idea de cómo solucionar esto. No estaba capacitada para hacer ecuaciones. Emma era la chica brillante y genio, Sophie era la matemática y la racional, sí, racial, y yo era la chica de los dibujos, no los números, no lo que incluyera ejercicios lógicos.

«Lástima que al señor Bennett no le interesa eso. »

No era excelente en la escuela, pero tampoco pésima. Mi inteligencia no era nula simplemente este tema en especial no quería entrar con facilidad a mi cabeza.

¿Por qué unir los números con las letras? ¿Por qué complicar de esta manera la vida de los jóvenes? ¿Qué habríamos hecho para merecer tal sufrimiento?

«De nuevo exageras. »

—Jóvenes, su atención por favor. —demandó el director Miller interrumpiendo súbitamente la clase del maestro que me odiaba.

No noté cuando llegó, mucho menos cuando terminó frente a nosotros, pero sentí un alivio gratificante de que haya acabado con mi sufrimiento aunque sea por algunos segundos.

Aquel hombre entró al salón causando que toda la atención cayera en él y en una chica de cabello castaño, ojos marrones y rostro amigable y, detallando mejor, sabía que yo la había visto antes.

Era la castaña que estaba hace unos días con Oliver.

«Ann. »

Sí, ella.

—Quiero presentarles a su nueva compañera —la observó, ella le dio una sonrisa un tanto tímida. Inevitablemente pensé que era adorable—. Annabeth Johnson —la nombró, ella hizo una mueca al escuchar su nombre, ¿Qué acaso no le gustaba? Annabeth nos observó sin ninguna señal de nerviosismo, ¿Dónde quedó aquella sonrisa tímida? —. Y tú, Jones —me señaló, sobresaltándome—. La ayudarás a ponerse al día en sus materias. —agregó.

Mala idea, director.

— ¿Yo? —me señalé, parpadeando.

¿Por qué el director Miller elegiría a una estudiante que medianamente alcanza el promedio establecido por la escuela en vez de una estudiante brillante y perspicaz como Emma?

Maldita suerte.

Si no podía con mis trabajos no me quería imaginar ser una especie de tutora para la castaña.

—Sí, tú. —alzó sus cejas de forma perspicaz.

Suspiré resignada y entre una sonrisa respondí:

— ¡Sí, señor!

El director salió no sin antes despedirse de nosotros y el señor Bennett le indicó a Annabeth su nuevo asiento que por obra del destino era el que estaba a mi derecha, ella asintió y caminó hasta él. Y al ubicarse me saludó.

—Hola. —dijo en voz baja. Le sonreí.

—Hola, Ann. —respondí para luego poner la atención en mi libreta.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó, Annabeth me miró con ojos dulces. Entrecerré mis ojos.

— ¿No se supone que yo haría eso? —debatí, ella sólo rió por lo bajo.

—Sí, pero mientras yo necesito ayuda, te ayudaré a ti. —se encogió de hombros.

—De acuerdo. —sonreí.

Ella se acercó más a mi mesa y con un lápiz comenzó a resolver los ejercicios de manera rápida, me explicó paso a paso la solución, lo hacía parecer extremadamente fácil y sencillo, mucho más fácil que el mismo maestro.

Con la ayuda de Ann —porque demandó ser llamada Ann si aún quería conocer a mis hijos— terminé la actividad mucho más rápido. Para no haber estado en la explicación sabía perfectamente del tema.

«Es Annabeth no Annabelle, pero asusta de manera adorable como la diabólica muñeca. »

—Creo que de ahora en adelante tú serás mi maestra. —dije, burlonamente y sonó el timbre.

Recogí mis materiales.

—No creo que sea necesario —guardó sus cosas —. Sólo es cuestión de escuchar y ver la solución más fácil, sencilla y correcta. —se encogió de hombros, quizás para ella era la más sencillo del mundo, pero para mí era como estar en un mundo paralelo.

No tenía ni la más mínima idea de ecuaciones.

—Mientras eso sucede serás mi guía. —demandé y caminé junto a ella hasta la puerta.

Pasamos junto al señor Bennett, quien nos miró con curiosidad, él había quedado sorprendido por mi desempeño en esta clase. Y le agradeció a Ann por ello, eso me hizo sentir un poco torpe, no obstante, Ann objetó diciendo que yo había comprendido fácilmente su explicación. Comenzaba a creer que Ann se llevaría de maravilla con el maestro.

—Vale —soltó una leve risita —. ¿Qué clase tienes?

Mentalmente repasé el horario.

Martes, martes, martes.

—Ninguna —suspiré—. Libre soy, libre soy. —canté y abrí los brazos para hacer más dramática la situación.

Era tan infantil.

Y era increíble que yo pensara así de mí.

—Qué suerte, yo tengo gimnasia. —se quejó e hizo un puchero.

—Amiga —apreté su hombro —. ¡Qué la fuerza te acompañe!

Ella soltó una carcajada que se me antojó contagiosa, terminé por reír también.

—Nos vemos luego. —se despidió y comenzó a alejarse a paso veloz.

Annabeth era inteligente, carismática y adorable, no era tan malo conocerla y quizás por eso Oliver se había fijado en ella, era bonita, de hermosos cabellos castaños que formaban ondas delicadas en sus hombros, sus ojos marrones eran grandes y parecían siempre tener una mirada de pura dulzura, no era tan loco pensar que ella podría estar con cualquier chico.

La vi caminar por el pasillo y un impulso tal como rayo se cruzó por mi mente.

— ¡Ann! ¡Annabe...! —la llamé, ella se giró con una mirada de sorpresa, claro que no pensaba decir su nombre, sólo obtener su atención y al conseguirlo, sin pensar, pregunté—: ¿Salimos en la tarde? —peiné un poco mi cabello, actuando de manera tranquila, amable.




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