Pequeña promesa [#1]

Capítulo 19

Capítulo diecinueve: De acuerdo, sí era una cita.

Quizás aquella escena en la escuela, antes de salir y con los ojos de Logan sobre nosotros me dio la valentía para estar tanto tiempo con Oliver White, el chico capaz de hacerme temblar con tan sólo decir:

— ¿Por qué el pato Donald tiene sobrinos, pero no hermanos? —cuestionó, observándome con su barbilla apoyada en su mano.

Y era así de simple como todo lo que conocías no era suficiente y hacía explotar tu conocimiento sobre la vida. O eso creía Oliver. Abrí y cerré la boca como si no supiera que decir.

—Según Patoaventuras, sí tiene una hermana, una chica aventurera. Hugo, Paco y Luis lo descubrieron. —respondí, la sonrisa que Oliver tenía se borró.

Entonces me eché a reír, él parecía decepcionado de no lograr su cometido.

— ¡No se vale! —se quejó, como niño pequeño.

Reí una vez más, salir con él había resultado muy divertido, nos habíamos reído muchísimo, incluso lo convencí de entrar a la pequeña pista de patinaje que había en el centro comercial, tuve que sostenerlo pues él no dejaba de caerse, después de terminar con su graciosa tortura decidimos ir a comer, ambos terminamos sentados en la plazoleta de comidas en una mesa junto a la ventana, viendo directamente al cielo.

Ladeé mi cabeza a la derecha, al ver que hizo un puchero mi risa aumentó, comenzaba a creer que eso era su fuerte, la mejor cualidad que podría tener.

Hacer reír a las chicas les hacía ganar muchos puntos.

O bueno, a mí me encantaba que lo hicieran.

La risa era la mejor forma de enamorarte de alguien y él causaba eso en mí.

Oh, oh.

— ¡Pues discúlpame por no ser tan tonta como pensabas! —me burlé y entrecerré mis ojos fingiendo indignación.

—No eres tonta, jamás pensé que lo fueras —sonrió de lado—. Sólo que me hiciste quedar mal.

—Para eso no necesitas de mi ayuda —dije, él abrió la boca ofendido—. Tú solo te puedes poner en vergüenza.

Una carcajada nació nuevamente, recordando el incidente en la pista de patinaje, había un chico disfrazado de oso sobre ruedas y sólo diré que Oliver noqueó accidentalmente al chico mientras que este hacía algunas piruetas. Muchos niños le dieron golpes a mi amigo de la infancia al ver al animador en el suelo.

—Eran niños, no los iba a golpear —se justificó—. No golpeo animales así sean ardillas rabiosas y no golpeo a niños llorones que al parecer saben karate.

Rodé los ojos divertida y seguí comiendo mi hamburguesa, él hizo lo mismo. Luego una extraña sensación en el estómago me impidió comer y sabía que eso sólo podría significar una cosa.

—Deja de mirarme. —musité y llevé un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, dejando mi hamburguesa de nueva sobre la mesa.

Mi queja y nerviosismo lo hicieron reír, aumentando mis nervios de manera automática.

— ¿Por qué? —preguntó apoyando sus brazos en la mesa y con la mirada fija en mi rostro.

—Sabes por qué. —lo observé con severidad.

—Pero quiero escucharlo. —me miró directo a los ojos. Me incliné sobre la mesa hacia él, retándolo con la mirada.

Era difícil hacerlo, sus bonitos ojos no dejaban de estudiar mi rostro y mis labios se sintieron secos cuando logré decir:

—Me intimidas cuando lo haces. —confesé una vez más, ahora fue su turno de inclinarse.

Y quedó malditamente cerca de mi rostro, mordí mi labio inferior tratando de calmar mi leve temblor y fue un error porque sus ojos, viendo a su presa, viajaron directo a mi boca.

—Me encanta intimidarte. —murmuró, con voz ronca.

Sus ojos dejaron mis labios y retrocedió con una sonrisa ladeada en su rostro, luego me regaló una mirada dulce al tiempo que pasó su lengua en un movimiento lento entre sus labios. La sensación de vacío viajó desde mi pecho hasta mi estómago. No obstante, logré mantenerle la mirada.

Tragué en seco.

Sin embargo, nuestra burbuja explotó y, cuando lo hizo, se escuchó:

— ¡Qué sorpresa! —exclamó en voz molesta, dejando caer sus manos en mis hombros, me sobresalté, Oliver se alejó unos centímetros de mí—. ¡Pero si es mi novia y su cita! —su voz desprendió unas gotas de ironía y cada palabra salió de forma, me atrevería a decir, cínica.

Si la intención era hacerme sentir mal, lo consiguió con éxito.

Las palabras salieron de la boca de Logan con el claro intento de ser lastimeras, cosa que en mí causó su efecto. Para él, o para nadie en realidad, no se vería bien el hecho de que su novia estuviera en una cita que en realidad no lo era, ¿Para quién lo estaría?

— ¡Vaya! Pero si es el mismísimo novio de mi cita. —respondió Oliver de la misma manera burlona, bajé la mirada, avergonzada y luego tomé valor.

—Logan, por favor no hagas esto. —pedí en un débil susurro.

Me sentí pequeña, quería desaparecer en ese instante y Oliver lo notó, su sonrisa se borró y una chispa de desprecio atravesó sus ojos al ver nuevamente al chico alto a mi espalda. Logan dio un paso rodeándome para sentarse en una de las dos sillas libres de nuestra mesa. Se dejó caer con fuerza y sus codos se apoyaron sobre la mesa.

—Oh, descuida, Nicole, no quería dañar tu cita, o mejor, su cita —me interrumpió con evidente sarcasmo y se levantó de golpe—. Nos vemos cuando tengas tiempo. —dijo, dando media vuelta y comenzó a alejarse de nosotros.

Tomé mi cabeza con ambas manos, escondiéndome de las miradas curiosas, Logan había hecho bastante ruido al levantarse. Las manos de Oliver estaban hechas puños sobre la mesa mientras que yo sólo observé lo que quedó de mi hamburguesa.

Ya no quería comer y eso era muy difícil de causar en mí.

—Nicky, si te estoy causando problemas sólo dilo —pidió, lo observé—. Dímelo, por favor.

Él no intentó acercarse y lo agradecí.




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