Pequeña promesa [#1]

Capítulo 26

Capítulo veintiséis: Tu corazón se puede arreglar

La alarma sonó teniendo claramente celos de mi relación con mi hermosa y cómoda cama.

Mis ojos se abrieron perezosos, somnolientos.

Dormir todo un día y toda una noche causaba esta situación.

Mis ojos estaban irritados, cansados, agotados, llorar causaba esa situación.

Ayer no tuve ni las más mínimas ganas de salir de mi habitación, Netflix me acompañó un rato, pero el karma estaba en mi contra, o yo simplemente quería ver cosas tristes como Siempre a tu lado.

Lloré más de lo que había llorado en todo un año, todo era como un recordatorio para mi miserable estado. Emma había llamado un montón de veces y nunca le contesté, ella tenía sus problemas y que cargara con una amiga llorosa no estaba en mis planes para hacerla sentir mejor. Sophie Rosie también intentó mil cosas para hacerme salir de aquí, sin embargo, ninguna tuvo efecto.

Además, el domingo en la mañana noté que el olor a Oliver estaba impregnado en mi mantita y sólo fue lo único que hizo mi día mejor, recordé lo sucedido la noche anterior, como yo había dicho que lo necesitaba y cuan cierto era eso, de verdad necesitaba de nuevo sentir su protección, sentir que no había cambiado nada entre nosotros.

Y fue tan gratificante descubrir que era así.

Nada había cambiado.

Por la manera en que mi corazón se aceleró cuando nos abrazamos supe que las cosas seguían siendo iguales.

Seguía sintiendo aquella felicidad inocente al verlo y al tenerlo cerca.

Volví a sentir ese amor de niños que ambos nos teníamos.

Volvimos a hacer Oliver y Nicky contra ese mundo construido por burlas y comentarios hirientes.

De nuevo, la alarma sonó.

— ¡Ya te escuché! —exclamé, como si el reloj fuera a contestarme o a callarse por sí solo.

De mala manera me puse de pie, oprimí el diminuto botón que silenció la alarma y caminé hasta el baño, tenía que tomar una ducha con urgencia. Mi cabello era un horrible nido de cuervos, había cabellos apuntando a todas las direcciones posibles y mi rostro estaba sucio por las lágrimas y mis vagos intentos de limpiarlas.

Puse agua tibia y me dispuse a bañarme, cosa que no hice ayer lo cual me avergonzaba admitir, pero en mi defensa mi corazón estaba roto y ni el agua podía curarlo. No podía levantarme un minuto sin echarme a llorar al siguiente.

Luego de diez minutos, cerré la llave y el agua dejó de salir.

«Dios, sí que estás mal.»

Ahora mi ducha sólo duraba diez minutos, Emma estaría tan orgullosa al saberlo.

— ¡El desayuno está listo! —gritó mi madre desde la cocina.

Como todas las mañanas ella ya estaba haciendo su papel de ama de casa, mi padre había sido un completo caos al estar pendiente de todo, papá cocinaba riquísimo, pero en el proceso, la cocina se volvía un basurero y el hombre estaba por volverse loco por no saber qué diablos le sucedía a su princesita, había intentado saberlo por mi boca, pero siempre me echaba a llorar y él se preocupaba más. Sophie Rosie le dijo que eran cosas de chicas y él contraatacó diciendo que eso era discriminación.

Después mamá llegó sobre el medio día y él corrió a recibirla, casi abrazándola por las piernas, pidiéndole que no lo volviera a dejar solo.

—Uh, uh, comida. —tomé mi cepillo de peinar y mi maleta.

Salí de mi habitación y al tiempo que bajaba las escaleras cepillaba mi cabello.

Mamá al escuchar las suplicas de mi padre, tocó a mi puerta y entró a mi habitación convertida en cueva; tenía las cortinas cerradas y la luz apagada, ella la encendió y yo me escondí bajo las mantas.

Y le conté lo sucedido.

Ella tenía conocimiento sabe mi relación con el ahora innombrable.

Y sí, Emma tuvo esa gran idea.

Y yo estuve de acuerdo, no existía alguna palabra suficiente para referirnos a él de forma grosera y Emma era la indicada para tener palabras sin ser maleducada.

Mamá trató de animarme, dijo que sentía mucho lo que estaba sucediéndome, pero que, aunque fuera cruel, era algo que debía pasar y que había una enseñanza entre tanta tristeza y decepción. Le di la razón, sólo que todavía no estaba segura de qué enseñanza podría darme una infidelidad.

—Buenos días, hija. —saludó mamá cuando le di un beso en la frente.

—Hola, mami. —le dije en voz baja, ella me sonrió dulcemente, como siempre.

Ella me pasó un plato con fruta picada y me senté a comer con los típicos gritos de mi hermana y mi papá.

Negué con la cabeza divertida ante su pelea, comencé a comer sintiendo los ojos de mamá en mí. Ella tomaba en su taza donde estaba la leyenda «soy la dueña de Charlie» un poco de té, su rostro estaba impecable. Ir donde los abuelos siempre la llenaba de vida. Tal vez yo también debería ir algún día. El abuelo Frank era muy gracioso y olvidadizo y la abuela Isabella era amante de las telenovelas y de hacerle bromas al abuelo, como cuando le dijo que era su aniversario de bodas y él corrió a comprarle un regalo, después el abuelo corroboró en el calendario que faltaban dos meses para eso. Fue la pelea más divertida que había presenciado.

Además de las constantes discusiones de mi padre y el abuelo Frank, mientras mi padre trataba de convertirse en su ser humano menos odiado, el abuelo lo molestaba diciéndole que Jordan Mattwes —no tenía ni la menor idea de quién era, pero por la expresión de mis padres supuse que no era del agrado de Charlie Jones— había sido mejor nuero que él. Sabía que en secreto Frank Williams amaba a mi padre.

— ¿Cómo estás? —preguntó con más interés de lo normal.

Levanté la mirada de mi plato y terminé de masticar.

—Bien. —respondí y no era del todo mentira por extraño que pareciera.

Realmente lo que Logan hizo sirvió para acércame más a Oliver. Era lo único positivo que podía sacar de esta situación.




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