Pequeña promesa [#1]

Capítulo 33

Capítulo treinta y tres: Lilianne White dijo la verdad

No estábamos avanzando rápido, de hecho estaba sucediendo todo lo contrario y eso era una verdadera desgracia para el chico que caminaba con aquellos tacones que le iban demasiado pequeños.

—Tacón, punta —murmuraba mi hermana, guiando al chico sin éxito—. Tacón, punta, tacón, punta, tacón. —su retahíla seguía y seguía, hasta que los pasos de Oliver fueron dudosos y finalmente ambos pies no soportaron dar otro paso más.

— ¡Miér...coles! —exclamó él al tiempo que su cuerpo caía de lleno contra el suelo.

Mi risa se mezcló con la de los dos chicos que iban grabando el espectáculo, sin embargo, a comparación de Matteo, Caleb se acercó para ayudarlo, Oliver aceptó la ayuda del rubio.

— ¡Oliver! —le gritó mi hermana pareciendo preocupada por su caída, pero luego agregó—: ¡Ten más cuidado! ¡No quiero que dañes mis zapatos!

Oliver la miró ofendido, abrió la boca para responder a la queja de Sophie Rosie mientras que yo seguía imaginando como era posible que Oliver White estuviera usando unos tacones de quizás cuatro tallas menos, una falda que estaba por volar por los aires y un croptop rosa. Sí, fue una apuesta, pero jamás pensé que él lo haría.

—Oh, lo siento —respondió con evidente sarcasmo—. Pero, por si no lo notaste, ¡Me caí, Sophie! —le hizo saber, Sophie Rosie sonrió avergonzada, acomodó la bolsa deportiva que llevaba y le extendió una de sus pequeñas manos, con la misma intención que tenía Caleb; ayudarle a ponerse de pie.

Matteo siguió en su labor de grabar todos y cada uno de los movimientos que daba el chico en tacones.

Todavía nos faltaban unas cuántas calles para llegar a la heladería del parque y después dirigirnos al centro comercial, en los veinte minutos que llevábamos caminando, Oliver se había caído unas diez veces en la cuales Matt, Caleb y yo teníamos vista plena de la falda apretando su redondo trasero.

« ¡Vaya, qué señor trasero!»

Para mí era una buena, excelente, casi magnifica vista.

Para ellos no tanto.

— ¡Demonios! —Se quejó en voz alta al estar de pie—. Estos tacones me están matando —decía y no era la primera vez que nos lo hacía saber—. Me duelen los pies, ¡Ya no siento mis dedos! —se alarmó.

Sophie Rosie se rio sonoramente, mientras sólo me limité a sonreír.

—La belleza cuesta, querido. —le dijo Sophie, siendo un verdadero apoyo para pelinegro.

Oliver pasó uno de sus brazos por los hombros de Sophie Rosie y con ayuda de ella siguió caminando siendo un claro ejemplo de exhibicionismo combinado con el caminar de un pingüino. El chico seguía refunfuñando y quejándose, sin embargo, en ningún momento quiso darse por vencido pues, si lo hacía, yo no aplicaría mi reto y claramente él no lo permitiría.

Aunque, lo que más que gustaba de esto, era ver como se marcaban sus abdominales o, mejor, todos los músculos de los cuales era dueño y el simple hecho de saber que con ellos vería un pote de helado lo hacía extrañamente más gratificante.

«Más delicioso. »

— ¡Vaya, qué piernas tan tonificadas! —chilló Matt de forma aguda y coqueta, su tono de hablar llamó al máximo la atención de los transeúntes que ya de por sí nos miraban como si tuviéramos dos cabezas.

Oliver se detuvo, con lentitud y cuidado se giró hacia el castaño, enseñándole el dedo del corazón.

— ¡Qué te jodan, Marcos! —espetó muy serio haciéndonos reír, Matt abrió la boca fingiendo indignación.

Oliver no esperó alguna respuesta del chico castaño, volvió su cuerpo y mirada al frente. Esta vez solté una risita y él notó mi gesto de diversión por ello se dirigió a mí con las siguientes palabras:

— ¿Crees que logres encontrar a tu unicornio? —preguntó lo suficientemente alto para que la atención recayera en mí.

De acuerdo, eso fue un golpe directo, sin embargo, ¿Qué tan difícil sería ir al centro comercial y buscar a mi unicornio perdido e irreal y, además de ello, provocar miradas de desaprobación para luego ser sacada por los guardas de seguridad? Dios, esto valdría la pena de aparecer en aquellos videos de gente tonta haciendo tonterías, pero esta vez no porque era yo la que debía hacer el ridículo.

—Oh, no —actué asustadiza—. ¡Mi unicornio! ¡Santa virgen de las cosas que no existen! ¡Mi unicornio se ha perdido! ¿Dónde estás? ¡Mimi! ¡Mimi, ven con mami! —exclamé mirando de un lado a otro encontrándome con las miradas curiosas de las personas.

Pero no me miraban a mí, recordé que un chico con falda iba a unos pasos de mí y eso sería la forma de complementar la ridícula escena.

Una chica buscando una criatura imagina.

Un chico de piernas peludas en falda y tacones.

Maldita sea, ¡Vaya, qué día!

«Oops.»

—Diablos, Nicole —bramó Caleb, sin dejar de mirar a Oliver—. Recuérdame no apostar contigo jamás. —dijo el rubio mientras negaba la cabeza.

Oliver gruñó al escuchar el comentario de Caleb y no poder regresar el tiempo para saber que tendría que usar un atuendo como ese.

—Anotado —aseguré y le guiñé un ojo para luego preguntar—: ¿Dónde está Emma?

Era increíble que la rubia se estuviera perdiendo de este espectáculo, además Emma no respondió mis mensajes, me tenía algo preocupada ese hecho, sin embargo, Caleb me llenó de tranquilidad al decir:

—Oh, descuida cuando le dije que Ken pasó a ser Barbie dijo que nos vería en la heladería. —comentó el rubio, Oliver le dio una mala mirada y soltó nuevamente un gruñido de dientes apretados como si de un felino se tratara.

Yo me reí y asentí al comprobar que Emma se encontraba bien y honor a la brillante rubia que aún no llegaba se me ocurrió una muy pero muy buena idea.

¡Qué mente tan retorcida y creativa tenía!

—Oye, Ken —le llamé a lo que Oliver hizo un ruido extraño incitándome a continuar—. ¿No sería genial que coquetearas con aquel hombre? —señalé a un señor algo barrigón y con poco cabello comiendo un hotdog.




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