Pequeña promesa [#1]

Capítulo 34

Capítulo treinta y cuatro: Alas de Cupido

Trataba de mantener mis ojos abiertos, de verdad que lo intentaba, pero fracasé en ello. Mis ojos se cerraron de nuevo y alguien sacudió con fuerza mi brazo. Estaba claro que no iba a poder dormir hasta las once de mañana.

No, claro que no.

Al parecer cuando Caleb me dijo que hoy haríamos lo planeado para Emma, lo decía muy en serio, tan en serio que a primera hora de la mañana el rubio estaba totalmente desesperado tocando el timbre, yo no había escuchado sus intentos de que le abrieran la puerta sólo fui consciente de ello hasta que papá se fue a trabajar y Caleb pudo entrar, quitarme mis mantas y ofrecerme un vaso repleto de café ya frío del tiempo que estuvo esperando en la puerta.

—Oh, esto es perfecto. —comentó, emocionado.

Sus ojos rebosaban de chispas, estaba muy feliz con lo que estábamos haciendo.

—Ya lo sé. —musité, tallándome mi ojo derecho.

Miré la hora en mi teléfono viendo que apenas eran las ocho y treinta, suspiré profundamente, sin embargo, la sensación de querer dormir no desaparecía.

— ¿Crees que todo saldrá bien? —preguntó de repente. Alejé mis manos de las pinturas y lo observé. Caleb parecía ansioso—. Tú sabes, Nicky, el karma a veces no me ayuda mucho —se quejó y agregó—: ¿Recuerdas aquella vez que las invité a mi casa?

Inevitablemente exploté, usando el sentido figurado, en carcajadas.

¿Cómo podría olvidar ese día? Fue hace casi un año, estábamos en la última semana de entrega de trabajos finales y teníamos que hacer un trabajo para la maestra de artes. Yo era buena en ello, Caleb y Emma no tanto, pero fue una buena excusa para ambos, pues los dos querían conocerse. El punto al que Caleb se refería era al siguiente: el rubio fue a traer más pinturas pues nos hicieron falta para algunos detalles para el mural ecológico —idea de Emma, elaboración de Caleb, decoración y pintura a mi cargo—, yo me quedé junto con Emma, luego de algunos minutos, dos golpes en la puerta llamaron nuestra atención, Emma fue quien abrió la misma y también la que recibió el tarro de pintura verde directamente en el rostro pues a Caleb se le resbaló y no sabía que estaba medio abierto.

Los días siguientes a eso Emma era la perfecta imitación del Grinch pues que ya estábamos próximos a navidad y la rubia andaba de malas pulgas ya que la pintura no deseaba abandonar su rostro.

Me reí mucho, no lo negaré, tenía un vídeo de ello y muchas fotos. Sin embargo, los planes de ambos rubios no salieron bien y Caleb tuvo que rogar y hacer miles de maniobras para Emma le hablara luego de un mes y ella tuvo que esperar dos semanas para que finalmente la pintura se esfumara por completo de su rostro y parte de su cuello.

El karma o destino siempre eran crueles con el tímido chico.

—Para tu desgracia tengo buena memoria ante esa clase de situaciones —le dije por lo que me miró con severidad, algo avergonzado—. Pero debes confiar en mí, todo saldrá perfecto, por fin estarás con Emma, serán una linda pareja, yo podré gritar que Calemma is real y también elegir mi vestido de madrina para su hermosa boda en Hawái. —suspiré soñadora y enternecida por mis propias palabras.

Emma no era la única que creaba historias románticas sobre los demás.

Caleb sonrió abiertamente y siguiéndome el juego, respondió:

—Pero promete no comerte todo el pastel. —masculló como niño consentido a lo que yo terminé por reírme.

Sabía que ese par iban a estar juntos y eso fue más tarde que temprano, pero estaba a pocos minutos de suceder.

Mi instinto de cupido nunca fallaba.

Excepto con Logan, con él me había equivocado muchísimo.

Una minúscula —en realidad monumental— falla.

—Eso es como decirme que no respire. —contesté burlona y llevé una mano a mi pecho fingiendo indignación.

Caleb rodó los ojos y tomó de nuevo en pincel para escribir sobre el papel lo que teníamos planeado. Agradecía al cielo que Caleb fuera de esos pocos hombres que poseían linda letra, de lo contrario tendríamos un pequeño inconveniente, pues yo no pensaba hacer todo, ya había arreglado la mayor parte de la sorpresa, había decorado y dibujado, él tenía que mancharse las manos.

Ambos nos concentramos en los colores y la forma que iba tomando todo. Sería un cartel sencillo, sin embargo, la pregunta que había en él lo hacía muy importante.

—Gracias. —dijo al cabo de algunos segundos, haciéndome sonreír al escucharlo.

Esto se sentía bien, ayudar a los seres que estimabas a lograr su felicidad se sentía mucho más que bien. Suspiré levemente emocionada.

—No hay de qué. —aseguré, lo observé un segundo y luego tomé un pincel y comencé a trazar las letras que Caleb había hecho a lápiz.

El rubio siguió hablando.

—Creo que sin tu ayuda no hubiera tenido el valor de hacer esto —confesó, levanté mis ojos en su dirección, después de un largo suspiro él agregó—: Puede que ya estuviera pensando ser el tío soltero y millonario, al igual que tú, pero me gusta más estar junto a Emma y compartir muchas más cosas con ella. —reveló, una sonrisa tímida se formó en sus labios.

Su expresión me mostraba la veracidad de sus palabras, Caleb estaba loco por ella. Sin embargo, yo debía decir lo que me preocupaba, porque a veces las amistades resultaban muy diferentes a las relaciones amorosas.

—Caleb —lo llamé, su atención se enfocó sólo en mí y sus ojos claros me miraron expectantes—. No quiero que ninguno de los dos sufra si esto no llega a funcionar, te quiero a ti tanto como a ella, no soportaría verlos mal. —moví mi cabeza de un lado al otro, negando levemente.

No deseaba imaginarme que aquello podría pasar.

Él sonrió un poco, tranquilizándome.

—No pasará, no haré nada para lastimarla —llevó su mano hasta la mía y dio un pequeño apretón—. En verdad la quiero. Lo sabes, ¿no?




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