Capítulo cuarenta y dos: Eres un experimento y harás química con el chico correcto
Los días siguientes a la sorpresiva visita de Logan pasaron fugazmente, no lo volví a ver, no apareció nuevamente en mi casa y no me crucé con él en el instituto, agradecí al cielo por eso, mi mente, luego de sus palabras, no dejaba de pensar que podrían ser verídicas, de que, aquello que me advirtió, fuera real.
Alejé a Logan Smith de mi mente, alejé las dudas de mi cabeza y me concentré en lo que estaba pasando, en el ahora, no quería perderme nada del presente pensando en que sería del futuro, sí, me moría por saber, por dejar de vivir con aquella intriga, pero después tendría tiempo para arriesgarme, por ahora era mejor estar tranquila e ir un paso a la vez.
Sí, por primera vez yo, Nicole Marie Jones, estaba siendo madura y eso merecía un aplauso.
Era viernes, me había levantado muy temprano para darle mi sorpresa a Sophie, quien aún dormía, caminé de puntillas siendo cuidadosa de no estrellarme contra algún mueble, haciendo el menor y más mínimo ruido posible para no despertarla.
Abrí la puerta de la habitación de Sophie tratando de no traer a la bella durmiente del mundo de Morfeo, las bisagras de la puerta rechinaron de repente y fue así como supe que tenía la peor de las suertes. ¿Por qué todo hacía ruido cuando yo trataba de ser silenciosa?
Me mordí el labio inferior, por si algún bufido o exclamación me traicionaba en ese momento. Sophie se removió sobre la cama, mi corazón latió desbocado. Me quedé quieta y mi respiración se atascó, el silencio volvió, mi hermana se hundió en sus sueños una vez más y solté un suspiro con lentitud.
Eso había estado cerca, ¿eh?
Caminé de nuevo con cuidado y cuando estaba próxima a llegar a la cama de mi hermana lo peor que le podía pasar a un ser humano, me pasó a mí.
— ¡Demonios! —Me quejé en voz baja, mordí mi labio inferior y subí mi pie izquierdo para poder masajear mi dedito pequeño—. Estúpida mesa de noche. —maldije, en un susurro, sabía que se vería patético, pero terminé por sacarle la lengua.
Eso había dolido, sí.
Debí ponerme mis pantuflas de garritas, pero ya era tarde para considerarlo, cuando el dolor en mi pequeño dedo disminuyó, me acerqué nuevamente a la cama de mi hermana, tomé entre mis manos el pliego de cartulina y luego la cinta, me dispuse a pegar el dibujo que había realizado para Sophie. Pasé directamente al espejo que había en su tocador, examinando sobre mi hombro que no fuera a despertar.
El retrato se trataba de ella, más exactamente, en forma de caricatura, quería experimentar qué tal quedaba el dibujo y el resultado fue fantástico. Como cualquier caricatura su cabeza era más grande que su cuerpo, su cabellera negra estaba suelta dando la ilusión de que estaba moviéndose. Su atuendo era un vestido blanco —aquel que compró y no se puso— que creaba la impresión de tener un disfraz de diosa griega y en sus pies unas sandalias que subían hasta las rodillas.
Era colorido, llamativo y a la moda.
Mejor descripción para Sophie no podía existir, sonreí satisfecha por mi trabajo, realmente esperaba que a ella le gustara, me había esforzado mucho, casi llegando a no dormir en las noche para poder terminarlo.
Y ahora, viéndolo completamente finalizado creía que lo que Sophie Rosie me había comentado sobre la escuela de Arte no parecía tan descabellado e imposible para mí.
Luego la observé, se ve tan tierna y placida durmiendo.
Por un momento deseé verme así de tranquila, por un momento deseé apagarme y dormir a su lado, deseé que mi hermana mayor espantara a todos los monstruos de mi armario, de mi cabeza, de mi vida.
Sin embargo, luché contra el impulso de dejarla descansar, era hora de que despertara, así que sacudí su brazo.
—Hey, Soph. —la llamé.
Nada, no obtuve ninguna respuesta o movimiento de su parte.
—Sophie. —sacudí más fuerte su brazo.
Esta vez, se quejó entre sueños.
— ¡Sophie Rosie, despierta! —exclamé—. ¡Alguien roba tu vestido favorito!
Sophie Rosie Jones me iba a matar al darse cuenta de que sólo bromeaba, pero lo valía.
Al decir aquellas palabras sus ojos se abrieron, revolotearon por toda su habitación sin fijarse en un punto concreto, al notar que sólo se trataba de una falsa alarma, su mirada perezosa cayó en mí y vi las llamaradas encenderse.
Excelente forma de comenzar su cumpleaños.
—Lárgate de aquí, Nicole. —ordenó con la clara intención de dormir otra vez.
Vaya, qué cariñosa.
—Levántate, debemos ir al instituto. —le recordé.
Gruñó en respuesta.
—No —dijo en medio de un bostezo—. No quiero, ve tú.
Rodé los ojos, sin embargo, la dejé descansar un rato más, aún teníamos bastante tiempo para arreglarnos, desayunar y, posteriormente, salir con dirección al instituto.
Me dediqué a esperar y pensar en lo que le diría cuando ella se fijara en el dibujo que decoraba su tocador y después de algunos minutos, ella comenzó a moverse volviendo del mundo de los sueños, sus manos se formaron en puños sin ejercer mucha fuerza en ellos, comenzó a restregar sus ojos con las manos y luego estiró todo su cuerpo.
Lentamente abrió los ojos y una sonrisa soñolienta se posó en sus labios.
—Hola. —dijo, la voz salió de sus labios un poco ronca y ahogada en su garganta.
Le sonreí mientras me acercaba a su cama y me recostaba a su lado, dándole un medio abrazo que la tomó por sorpresa.
—Buenos días. —respondí, llevé mi cara más cerca de su rostro para dejar un suave beso en su frente.
Entrecerró sus ojos con evidente confusión.
— ¿Y eso por qué fue? —soltó, cubriendo su boca al intentar reprimir un bostezo.
La mire incrédula. ¿Acaso no se acordaba de su cumpleaños? ¿Qué andaba mal con Sophie Rosie? Hice una mueca divertida ante la situación, además de que aún no se daba cuenta del gran cartel que cubría su espejo.