Pequeña promesa [#1]

Capítulo 43

Capítulo cuarenta y tres: Oliver White es el mejor chico malo de la historia.

Sus manos se posesionaron en mi cintura con firmeza, atrayéndome hacia él con veneración, mientras que las mías torpemente viajaron por sus brazos, sintiendo la delgada y fila tela de su camisa azul oscuro contra su piel, además fui plenamente consciente de sus músculos contrayéndose ante mi tímido tacto, detuve mis movimientos en su cuello donde mis dedos se unieron detrás de él.

Me sujeté ligeramente de Oliver, pero cuando mis rodillas flaquearon aumenté el agarre sobre sus hombros y él, al notar mi pequeño desliz, me tomó con más fuerza de la cintura en una clara señal de no dejarme caer.

Oliver me observaba de una manera fascinante, algo que nunca había visto en él, ni en ningún otro chico, aquella mirada estaba cargada de una mezcla de adoración, cariño, confianza y seguridad, pero que no era incómoda, de hecho me sentía muy bien cerca de él, de su cuerpo fuerte y del calor que emanaba de él.

Entonces claramente lo entendí, fui consciente de que Oliver White me observaba como si estuviera admirándome, como si yo fuera la octava, novena y, si era posible, decima maravilla del mundo, del maldito universo.

Mi pecho se llenó de una emoción placida y cada poro de mi cuerpo buscaba más de esa sensación.

Me descubrí queriendo, en secreto, más de este chico, más de nosotros, más del mundo que nos rodeaba sólo por estar junto a él, por ser parte de su vida, por vivir en su mente y adueñarme de su corazón tal y como él estaba haciendo conmigo.

Nuestros ojos parecían estar hablando entre ellos y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios mientras que las melodías de la canción seguían sonando.

También sonreí aunque estuviera a punto de vomitar de los nervios.

«Ni se te ocurra vomitar en este momento. »

Con toda la voluntad del mundo apoyé mi cabeza en su pecho sintiendo en mi oído el latir de su corazón y eso lo tomó por sorpresa, sin embargo, me acogió entre sus brazos, cerré los ojos al tiempo que el ritmo tan armonioso con el cual su corazón daba latidos invadía mi audición y también siendo consciente del suspiro que soltó al estar cerca de mi oído.

—Eres tan hermosa —sentí sus labios rozar con mi oreja y un escalofrío pasó por mi cuerpo—. Tan dulce.

Sonreí incapaz de responder algo que no me dejara en ridículo, era evidente que Oliver podía sentir el movimiento desbocado de mi corazón, pero se mantuvo en silencio una vez más mientras nos seguíamos moviendo al compás de la delicada melodía.

La canción —de la cual no sabía el nombre, pero lo iba a averiguar después— parecía estar a punto de acabar. Justo cuando comenzaba a impacientarme por estar entre sus brazos, él me sujetó con más fuerza, devolviéndome la seguridad de estar allí, con nuestros corazones latiendo a la par.

—Te voy a proponer algo —hizo una pausa mientras sentí su respiración golpear contra mi oído. No me moví ni un solo centímetro a la espera—. ¿Qué te parece si salimos de aquí?

El mundo se sacudió ligeramente para mí, ¿Había escuchado bien?

— ¿Qué? —solté sin pensar—. No puedo irme —negué con la cabeza mientras dejaba de apoyarme en su pecho encontrándome con su mirada expectante, suplicante—. Es el cumpleaños de Sophie, debo estar aquí. —agregué, porque eso era lo correcto, mi lugar y deber como su hermana era acompañarla en un momento tan especial como este, ella misma me lo había pedido.

Él parecía notoriamente decepcionado.

—Volveremos antes de las diez justo cuando estén dando el pastel. —insistió, con una sonrisa traviesa y con una pizca de inocencia, solo un gramo de inocencia.

Negué nuevamente, esta vez, devolviéndole el gesto con mis comisuras de los labios hacia arriba.

— ¿Piensas que me quiero quedar por el pastel? —traté de sonar indignada, él terminó por reír.

Era increíble que Oliver creyera eso y tal vez fuera cierto, pero la primera razón era más madura, más convincente y era la verdadera.

No mentía con eso.

—Sí. —se encogió de hombros.

Le di un golpe en el brazo.

—Eres tan idiota. —le dije, usando el mismo tono seductor que él usó segundos atrás.

Su sonrisa se ensanchó, mostrándome todos los ángulos correctos de su mandíbula.

La canción finalizó, sin embargo, nuestro balaceo no cesó, Oliver aún me sujetaba por la cintura. Traté de caminar para huir de la mirada de los presentes, no obstante, fue imposible, White no se movería hasta que aceptara salir de aquí con él.

Justo en ese momento Oliver White actuaba como un chiquillo caprichoso.

—Por favor, Nicky —hizo un puchero que le salía perfectamente con la inocencia reflejada en sus ojos, bufé por lo bajo—. Te daré todo lo que quieras. —suplicó una vez más.

No podía con tanta ternura frente a mí.

Cerré los ojos mientras asentía con la cabeza, rindiéndome ante él.

«No tienes mucha fuerza de voluntad, ¿eh? »

—De acuerdo, pero llegaremos antes de las diez de la noche. —acepté y me crucé de brazos, demostrándole que yo también podía conseguir lo que quisiera de él.

Pero Oliver intentó darme un poquito más de batalla.

—Once. —levantó una de sus cejas, su expresión fue traviesa y muy confiada.

Lo ataqué levemente.

—Diez y media. —sentencié.

—Trato. —aceptó al instante.

Sus manos dejaron mi cintura dejándome una sensación amarga en el pecho ante la repentina lejanía, sin embargo, una de ellas me tomó por la muñeca al tiempo que nos guiaba para salir del centro de la sala. Caminamos hasta las escaleras donde antes se encontraban nuestras madres, sin embargo, escuchamos sus carcajadas provenientes de la cocina y eso nos hizo saber que estarían ocupadas por un largo tiempo.




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