Pequeña promesa [#1]

Capítulo 48

Capítulo cuarenta y ocho: Entre el cielo y la tierra no hay nada oculto, ¿no es así?

Estaba entumecida, como si se tratara de una estatua, inmóvil, sin vida.

Sí, respiraba.

Sí, mi corazón latía, bombeaba a un ritmo lento después de estar altero, asustado.

Sí, sabía que estaba allí parada, mirando como el mundo, mi mundo, por fin se revelaba.

Y yo no podía hacer nada.

—Pequeña Nicky —dijo alguien a mi espalda, sobresaltándome—. Es un gran espectáculo, ¿No lo crees?

Bajé mi mirada de aquella pareja motivo de mi presencia ben este lugar, me giré lentamente, encontrándome con el rubio de rizos brillantes y ojos marrones que era jugador del equipo Los Halcones.

Me había olvidado completamente de él y lo tenía justo en frente de mí, eso me hizo pensar que este chico desconocido me seguía. Me puse nerviosa por su presencia.

Lo miré extrañada por su forma de hablarme, la confianza con la que se dirigía a mí confirmaba que él me conocía.

— ¿Quién eres tú? —inquirí, limpiándome los rastros de lágrimas del rostro.

Me sonrió con malicia y, negando la cabeza, se acercó a mí.

—Olvidaste a Kim y ahora te olvidas de mí —soltó con seriedad, me veía de una manera que no podía describir, el vacío en mi pecho apareció al momento en que mis ojos se conectaron con los suyos—. Me parece muy grosero de tu parte, Nicky.

Mi nombre saliendo de sus labios se escuchaba mal, lleno de odio y desprecio.

— ¿Quién eres tú? —refuté, usando su mismo tono, el rubio apretó su mandíbula con molestia. No respondió—. ¿Me estás persiguiendo? Debes decirme quién rayos eres y qué haces aquí o llamaré a la policía. —advertí, cruzándome de brazos.

Ante todo pronóstico, el chico enfrente de mí se echó a reír.

— ¿Llamar a la policía? —Siguió riendo, luego, tomándome por el brazo, espetó—: No seas ridícula, Nicole, estoy aquí porque es un establecimiento público dónde vienes tú, dónde vienen todos a pasar el rato o dónde viene tu novio a besarse con otra chica —se burló, sus palabras fueron espinas clavándose en mi piel. Me zafé de su agarre con fuerza—. Oops, parece que no te gusta escuchar y ver la realidad, pequeña Nicky, qué lástima por ti.

Me sentía molesta, enojada, totalmente furiosa con este chico, todavía podía sentir que lo conocía, pero era una sensación de aborrecimiento hacia él. Apreté mis manos en forma de puños, controlándome y evitando darle un golpe en su rostro que expresaba soberbia.

—Púdrete, idiota —atajé con dientes apretados—. Eres un completo desconocido, ¿crees qué me importa lo que digas?

Al escucharme sonrió más abiertamente, no se alejó ni un sólo centímetro, no retrocedió, se mantuvo firme y seguro frente a mí, tampoco dudó en responderme.

—Te podrías sorprender, Nicole, sé mucho más de lo puedes imaginar —dijo—. Nos veremos pronto, recuerda que debes estar atenta, pequeña Nicky.

Al escuchar sus últimas palabras me congelé por completo, él me sonrió una vez más, me guiñó con uno de sus ojos, giró sobre sus talones y poco a poco desapareció de mi campo de visión.

Él también estaba involucrado.

No tenía tiempo para esto, ¿Quién era ese chico? ¿De dónde me conocía? Él sabía sobre Oliver, sobre Kim, él sabía mucho más de lo que yo podría pensar y me daba pavor saber lo que su aparición en mi vida significaba.

Ese desconocido se convertiría en obstáculo para mí, no me dejaría tranquila.

Ese completo desconocido traía consigo todos mis temores, mis recuerdos.

☮☮☮

Porque estoy solito, no hay nadie aquí a mi lado.

Sollocé con fuerza una vez más, la caja de pañuelos desechables estaba por terminarse y el helado de mora azul estaba tan sabroso que podía estar haciéndome sentir un poco mejor dentro de mi gran miseria.

Yo estaba bien, por lo menos no había tenido otro ataque y eso era un verdadero alivio, pero me encontraba sola, no fui capaz de arruinar la celebración de los chicos, así que no me atreví a llamar a Emma y mucho menos a Sophie Rosie.

Estaba afrontando esto sola, como sabía que debía pasar.

— ¿Por qué, Burro? Tú no mereces estar solo, eres tierno, dulce y cariñoso ¡Oh, también eres tan gracioso! —Enumeré con mis dedos luego pensé un poco lo que acababa de decir, no solamente hablaba de Burro—. No merecemos estar solos. —musité con la voz temblorosa.

El helado de mora azul estaba perdiendo su efecto.

Y tuve la estúpida idea de que podría olvidarme o por lo menos pensé que al ver alguna película animada me ayudaría un poco.

Después de todo para eso eran, ¿no? Pero ahora todo parecía estar en mi contra, cosa triste tras cosa triste.

Desgracia tras desgracia.

Corazón roto tras corazón roto.

Estaba envuelta en mi manta llena de lágrimas y mocos hace más de dos horas, había salido corriendo, sin importar nada, sólo quería llegar cuanto antes a casa para acostarme en mi cama, llorar sobre mi almohada y abrazar mi manta con tanta fuerza hasta que todos mis problemas hubieran desaparecido.

Y, claro, desaparecer con ellos.

Mi situación era precaria, lo sabía y, además de saberlo, lo sentía, luego de llorar sin control, mi mirada estuvo pérdida, tenía la mente en blanco incapaz de recordar o tan siquiera pensar en lo que estaba sucediendo.

Ya no había lágrimas para llorar, hasta ahora al ver escenas con una pizca de inocente tristeza.

«Malditas películas que te hacen llorar, Nicky. »

Tratando de calmarme otra vez, soné mi nariz con un pañuelo y llevé una gran cucharada de helado hacia mi boca, de pronto un golpe en la puerta de mi habitación llamó mi atención, pero simplemente lo ignoré, no quería ver ni hablar con nadie.

Quería estar sola y seguir en la oscuridad que proporcionaba mi corazón roto y la fría noche que se hacía presente, sólo un faro de la calle filtraba su luz por las persianas que cubrían mi ventana.




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