Pequeña promesa [#1]

Capítulo 55

Capítulo cincuenta y cinco: No eres bienvenido, White

Oliver

Después de todo lo sucedido, había llegado a una única conclusión.

Lo merecía.

Sí, por supuesto que lo merecía.

Merecía su desprecio, merecía su rechazo, merecía ser tachado como el peor de los seres humanos que alguna vez habitó la Tierra.

Al leer su mensaje dando por terminado todo lo que llegamos a tener, lo entendí.

Yo merecía ser odiado por Nicole.

Y, francamente, me merecía todo lo malo que estaba pasándome y lo que vendría a futuro.

Todo, completamente todo.

Ewww ¿Qué es ese olor? —se quejó Annabeth, entrando a la cocina que yo había convertido en un agujero de suciedad, latas de soda vacías y migajas de comida por todas partes. Sin contar con la sartén quemada que estaba en el lavaplatos—. ¿Acaso le estás haciendo competencia al Tío Willie? Porque, si es así, debo admitir que llevas la delantera y a Tía Lili no le va a gustar que quemes sus utensilios.

Ignoré su broma y empecé a beber otra soda.

Mi intento de cena había sido un fracaso total, jamás creí que cocinar pasta con carne se convertiría en algo tan catastrófico, por lo general aquel platillo era mi especialidad, no obstante, esta noche no, el agua se había evaporado por completo haciendo que la pasta se fundiera con la carne en la sartén en la cual preparaba la comida, dando como resultado un olor a quemado y comida totalmente carbonizada, incomible.

Después de eso, ordené una caja pizza con extra queso y extra pepperoni, comiéndola muy miserablemente.

Annabeth se acercó al lavaplatos y comenzó a fregar la sartén con la intención de quitarle la comida pegada, cosa que no tuvo éxito, la dejó de nuevo en su lugar y se dedicó a observarme comer un trazo de pizza —el sexto de la noche, pensaba que ya debería llamar nuevamente por un par de cajas más— y bebí a fondo el contenido de la soda de cola que tenía en la mano.

Si el entrenador Dave estuviera aquí me observaría muy decepcionado o me hubiera obligado a darle la pizza para que la comiera frente a mí.

—Ya lo sé —repliqué, inexpresivo—. Nada de lo que hago sale bien.

Le di otro mordisco a la pizza, acabando con ella, Ann soltó un suspiro, cansada de mi actitud, no era la primera vez en esta semana que estaba en plan «acaben conmigo de una buena vez».

—En vez de quejarte tanto, deberías buscar una manera de solucionar las cosas —aconsejó—. Y no me refiero a la sartén hecha carbón.

Le regalé una mirada cargada de puro molestar y frustración, eso era lo que había estado intentando hacer, por si no lo había notado y no había tenido resultado, sabía que no sería sencillo y al parecer cometer errores sí lo era.

Para ello no había que esforzarse mucho, ya tenía experiencia en el tema.

«Oliver Andrew White recibe el premio al chico con mayor cantidad de errores y estupideces hechas en menos de un año.»

—Ella no quiere saber nada de mí —me recriminé—. Me odia, realmente me odia.

Me levanté de la butaca en la cual estaba sentado y abrí el refrigerador, buscando algo más fuerte que una soda para beber. Encontré una de las botellas de Whisky que papá guardaba allí, volví a mi lugar tomando un vaso para servirme. Ann me observó desaprobando mi comportamiento.

Tanto ella como yo sabíamos que no se me daba bien beber alcohol, pero estaba desesperado y tomaba decisiones desesperadas, como el idiota que era.

—No eres el único que perdió algo en todo esto —soltó, enojada—. La lastimaste siendo consciente de lo que había hecho Logan, repetiste la historia, yo te ayudé a que lo hicieras pensando que harías lo correcto a tiempo y no fue así —expuso, ubicándose al frente a mí desde el otro lado de la isla—. Ella perdió su confianza en ti, en nosotros, yo perdí a una amiga increíble, una persona maravillosa y tú, probablemente, perdiste al amor de tu torpe vida.

Llené el vaso a la mitad y lo llevé a mis labios, el olor que desprendía era fuerte, aun así, tomé gran parte del contenido, sintiendo como calentaba mi boca y mi garganta mientras bajaba por el esófago, aliviándome un poco. Tosí al sentir la acidez del trago en mi estómago, yo no bebía, jamás me agrado hacerlo, pero para todo había una primera vez.

Si rompí el corazón de la chica de la cual estaba enamorado, ¿por qué no beber un trago?

Era amargo y era justo lo que necesitaba.

—Vaya, eso es muy alentador —ironicé—. Gracias por los ánimos, Ann.

Rodó los ojos, aburrida de mis quejas mientras yo buscaba en los bolsillos del pantalón mi teléfono para hacer otra orden de pizza con extra doble de queso y extra doble de pepperoni.

—No busco darte ánimos o apoyo —dijo, siendo sincera—. Quiero que te responsabilices de lo que has hecho, no puedes esperar a que ella acepte tu perdón como si sus sentimientos no fueran importantes, Oliver.

Detuve lo que hacía con mi teléfono y gruñí, sirviéndome más de aquel Whisky, no podía lidiar con esto, apenas sabía lo que estaba sintiendo. Sí, era un idiota y sí, no había pensado en lo que Ann me estaba diciendo y ni en como mis acciones la habían puesto ella en una situación en la que claramente nunca quiso estar.

Tomé otro trago hasta el fondo, como si de agua se tratara.

—¿Y qué pretendes que haga? —interrogué, mirándola a los ojos—. Estoy asustado, no quiero que se aleje de mí, Ann. No quiero.

Annabeth apoyó las palmas de sus manos contra el mármol de la isla y se inclinó hacia mí.

—Nicole tampoco quería que la engañaras y le mintieras ¿Y qué crees? —curioseó, con burla—. ¡Lo hiciste! —exclamó, cerré los ojos al escuchar sus palabras duras y ciertas—. Mira, Oliver, si tú en serio quieres arreglar esto, deja que Nicole tome todo el tiempo que ella considere necesario, dale su espacio, es lo menos que puedes hacer por ella.




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