Capítulo cincuenta y seis: ¡Ayúdanos, Nicole!
Nicole
—¡¿Qué hiciste qué?! —exclamé, sorprendida, Dylan me tapó la boca con su mano, abriendo ampliamente sus ojos claros.
Seguí gesticulando palabras bajo su palma, me encontraba completamente impresionada e incrédula con lo que él acababa de decirme, cerró mi casillero, sujetándome con brazo mientras nos llevaba lejos del mar de estudiantes que había escuchado mi grito.
Apreté con cuidado la caja llena de pastelillos que tenía planeado entregarle a Emma por su cumpleaños, además de un detalle extra que traía en mi mochila.
Al estar en un rincón del pasillo, Dylan susurró:
—No es para tanto.
Retiró su mano de mi boca, permitiéndome hablar.
—¡¿Qué no es para tanto?! —grité entre murmullos.
Él se cruzó de brazos, con expresión irritada, apostaba que mi cara le mostraba lo terrible que pensaba que era lo que había hecho.
—Solo fue una broma inofensiva —explicó, restándole importancia—. Y él se lo merecía, tú lo sabes. —siguió mascullando.
Negué con la cabeza, contrariada.
—¡La policía podría arrestarte por eso, Dylan! —bramé, preocupada.
Él rodó los ojos al escucharme, seguramente exageraba.
—¿Por qué me arrestarían? —preguntó—. Usé pintura lavable.
Eché algunos mechones rebeldes fuera de mi cara y me apoyé en una de las columnas, tratando de relajarme con Dylan mirándome divertido, viendo su expresión satisfecha y muy orgullosa de lo que me contaba, me fue imposible no sonreírle.
—Estás loco. —opiné, riéndome.
—Debiste ver su cara —dijo, sus ojos brillaron recordando ese momento—. Su auto se veía muy lindo de rosa.
Seguía sorprendida, Dylan había aprovechado muy bien el permiso que había conseguido diciendo que se encontraba enfermo el día de ayer, debí saber que no se quedaría sin hacer algo como eso y más con ayuda de las habilidades en química que tiene cierta rubia.
—Aun no puedo creer que hayas ido hasta su casa solo para pintar su auto de rosa —expuse, pensativa—. ¿Qué más le hiciste, Dylan?
Él frunció los labios y se encogió de hombros.
—Tal vez puse tinte azul en su piscina —confesó, sin dejar de sonreír—. Repito, se lo merecía, él ayudó a Kim por diversión, ¿Qué clase de persona hace eso?
Suspiré, imaginándome a Frank salir de su piscina con la piel completamente azul.
—La clase de persona que debe tener un auto rosa y ser pariente lejano de un pitufo —respondí—. Pero, en serio, no quiero que vayas a tener problemas por haberle hecho eso Frank, él es vengativo y eso ya quedó clarísimo.
Hizo un ademán, mostrándose tranquilo.
—Naaah, no tiene idea de que he sido yo. —aseguró.
Fruncí el ceño, atando cabos.
—¿Cómo supiste que hizo todo ese plan con Kim solamente para molestarme y divertirse porque sí? —cuestioné.
Su sonrisa se amplió.
—Tengo mis contactos —presumió—. Él solo quería mostrar que aun podía burlarse de ti, como antes.
—Imbécil. —balbuceé.
Cerré los ojos, respirando hondo, esperaba que Frank decidiera mantenerse distante, de lo contrario yo me vería muy afectada por él y sus bromas sin sentido, con el único fin de dañar a los demás.
Seguía sin saber por qué Kim había ideado todo eso, pero de ella yo me encargaría, me gustaba tener el apoyo de Dylan, de Sophie y de Emma, aunque seguiría molesta conmigo.
—Realmente eres el mejor amigo del mundo —lo halagué, él hizo una reverencia—. Agradezco mucho lo que hiciste, para compensarte te daré mis apuntes para que te pongas al día por no haber asistido ayer.
Entrecerró los ojos, confundido.
—Pero si tú y yo no compartimos ninguna clase los martes.
Hice un mohín.
—Oops, lo intenté.
Puso los ojos en blanco al escuchar mi respuesta, él estaba por decir algo, pero fue mi turno de ponerle una mano en la boca, callándolo.
Mis ojos se enfocaron en la figura que se acercaba por el pasillo peinando su cabello rubio totalmente liso, abrí la boca buscando aire y pensando lo bien que se veía con ese estilo, aunque estaba acostumbrada a ver sus hondas naturales.
Seguí a Emma con la mirada, arrinconándome más para que ella no me viera.
Me puse ansiosa.
Dylan apartó mi mano de sus labios con cuidado cuando vio lo que sucedía y dijo:
—Debes hablar con ella.
Emma llegó a su casillero y, sacando los libros de su nueva mochila, recibía saludos y felicitaciones por su día especial, ella les sonreía y les agradecía por el gesto, parecía estar de buen humor.
—¿Tú crees que ella quiera hablar conmigo? —pregunté de regreso, sin dejar de mirarla, aun estaba en su casillero, esta vez miraba la pantalla de su teléfono.
Observé a Dylan, me dio una media sonrisa.
—Ve y averígualo. —dijo, empujándome hacia el pasillo.
Dejándome allí, de pie en medio de la ola de estudiantes, le lancé una mirada asesina a Dylan y él simplemente me señaló a mí y luego a Emma, cerré los ojos un segundo y empecé a caminar hacia ella, con la caja de pancillos en mis manos.
En el momento que Emma cerró su casillero, se topó de frente conmigo, sus ojos verdes parecían más vibrantes, su cabello brillaba y una sonrisa se dibujó en sus labios pintados de rojo.
Eso fue una buena señal.
—Feliz cumpleaños —dije, extendiéndole la caja con el logo de Mrs. Mario's—. Espero que te gusten, están frescos.
Ella los aceptó, gustosa.
—Muchas gracias —respondió, abriendo la caja y sonriendo al ver los panecillos, tenían figuras de animales y su lema de ecologista con glaseado—. Awww, se ven tan lindos que no seré capaz de comérmelos.
Solté una risita.
—La caja la puedes reciclar —sugerí—. Oh, casi lo olvido.