Pequeña rebelde

~3~

Addison pescó a Celestine a punto de tomar un rumbo que no la llevaría hacia la salita azul donde le había dicho que la esperaría. Así que se aclaró la garganta y le dedicó una sonrisa esperando una explicación.

—Solo iba camino a la cocina, a buscar más pastel —se excusó.

—Pues no hay más, al menos no por ahora —respondió dulcemente—. Resulta que me mentiste con respecto a la sala de música.

Celestine bufó.

—¿Ya la encontraste?

—¿Acaso pensaste que jamás me enteraría de la existencia de una sala de música viviendo aquí?

—No, pero contaba con que te llevara más tiempo.

Addison se rio, una ligera risita para alivianar el ambiente.

—Ven, déjame acomodar tu vestido, estás muy desalineada, ¿acaso no pediste ayuda a tu doncella?

—No tengo doncella.

—¿Cómo que no tienes doncella? —preguntó alisándole la falda.

—La última salió gritando despavorida, había ratas en su cuarto, la pobre sentía un pánico inimaginable por los indefensos animalitos.

Addison abrió los ojos, ¿por qué era tan tétrica cuando contaba algo malo? Hasta se le dibujaba una sonrisita que evidenciaba la satisfacción por el mal momento.

—Celestine, no puedes estar sin doncella —le explicó pacientemente—. Ahora comprendo porque siempre llevas el cabello suelto y algo enmarañado —se colocó las manos en la cintura examinándola—. ¿Acaso eso es un hoyo?

Celestine bufó.

—Mis vestidos no están impecables, este de hecho, tiene dos años.

—Sí, lo noto, te queda pequeño.

—Da igual, no soy quisquillosa.

—No es cuestión de ser quisquillosa, sino más bien de verse presentable, eres la hija de un barón y como señorita de buena cuna, no puede parecer que eres vagabunda.

—¿Me llamaste vagabunda? —arrugó el ceño.

—No fue insulto, solo quería dar una explicación fácil de comprender.

—¿Por qué? ¿Piensas que soy tonta?

—¡Celestine, no! —exclamó agobiada—. No estoy aquí para ser tu enemiga, tu padre cree que necesitas un modelo femenino y mi tarea es guiarte en tu camino de transformación a una damita.

—¿Mi papá? ¿Él quiere que sea una dama? —preguntó interesada.

Addison notó que quizás el secreto del éxito estaba en lograr que Celestine y el barón pudieran entablar una relación más cercana.

—Sí, eso quiere —mintió.

Bueno, no era una mentira completa, porque lord Clifford quería que su hija dejara de ser un demonio.

—Tal vez podría intentarlo, solo si me prometes que no me veré como una completa tonta y que mi papá estará orgulloso de mí.

—Te prometo que me esforzaré y juntas conseguiremos darte un estilo más refinado que sea de tu agrado y también impresione a tu padre.

Celestine extendió su mano.

—Así se cierra un trato, querida madrastra.

Addison se la estrechó.

—Celestine, me encantaría que no me llames madrastra, puedes decirme por mi nombre.

—Pero si eres mi madrastra.

—Sí, pero cuando dices esa palabra, siento que estás refiriéndote a una mujer cruel y despiadada.

—¿Y no eres así?

—Creo que estoy muy lejos de ser una madrastra malvada.

—Bien, intentaré decirte Madison.

—Addison.

—Sí, eso —le restó importancia con la mano.

—¿Qué te parece si en vez de empezar por la música, iniciamos con tu imagen?

—¿Por mi imagen?

—Sí, vamos a revisar tu ropa para ver que sirve y que no, en base a eso sabremos que tanto hay que comprar.

—Bueno, me parece bien, supongo.

—Excelente —celebró con un aplauso—. ¿Vamos a tu alcoba?

Celestine asintió y caminó hacia sus aposentos mientras Addison la seguía desde atrás. Tenía que admitir que estaba contenta por aquello que parecía ser una tregua.

Una vez frente a la ropa, se dio cuenta de que tendría un arduo trabajo. Había bastantes vestidos, pero algunos estaban descoloridos, otros rasgados y ni hablar de los que parecían muy pequeños.

—¿Hace cuánto que no tienes vestidos nuevos?

—Desde hace tres años, cuando mi abuela se fue.

—Vaya, eso es mucho tiempo.

Era una fortuna que fuera menuda y se mantuviera así, como para entrar en los viejos vestidos, así fuera de manera un poco exigida.

—Mi papá no tiene tiempo para llevarme de compras, así que me arreglo con lo que tengo.

—Entiendo, creo que mañana no nos quedará más remedio que ir con una modista, eso retrasará un poco nuestras clases de música.

—Qué pena —dijo Celestine que no lo sentía ni un poco.




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