Pequeña rebelde

~4~

Addison entró en la tienda con Celestine, quien parecía no andar en la calle hace muchísimo tiempo porque miraba su entorno completamente encantada. Incluso había querido parar a ver los diferentes escaparates, sobre todo el que exhibía una gran variedad de dulces y no podía culparla porque hasta a ella misma se le había hecho agua a la boca. Sin embargo, le había prometido que podrían recorrer otros lugares solamente si primero encargaban nuevos vestidos.

Y así fue que obedientemente, Celestine se puso a escoger telas como si de verdad estuviera interesada. Fingiendo era espectacular y eso era un talento que iba a ser muy útil cuando tuviera que bailar en los brazos de alguien que hablara muy fuerte, la pisara o fuera algo raro.

—¿Y esta tela puede ir con esta? —la escuchó preguntar a la modista.

Addison observó la excéntrica combinación que quería hacer y se apresuró a intervenir.

—Quizás el amarillo podría ser combinado con algo blanco —sugirió con una sonrisa—. ¿No te parece mucho usar amarillo y violeta al mismo tiempo?

—No creo que pueda quedarme mal, pero si mi madre dice que amarillo y blanco es mejor, obedeceré.

—¡Que encanto! —dijo la modista.

Celestine sonrió dulcemente.

—Tenemos una lista —dijo Addison que no se fiaba mucho de esa obediencia—. Si pudiera enseñarnos muestras en estos colores le agradecería —dijo dándole el papel—. Y sume algo con flores.

—¿Flores? Yo no puse nada con flores —dijo Celestine sonriendo con los dientes apretados.

—Pero se te verá precioso, solo hay que saber combinarlo —la tranquilizó.

Cuando la modista se marchó para buscar lo necesario, Celestine le lanzó una mirada asesina.

—No me hagas ver ridícula.

—Te prometo que vas a verte hermosa, ya tienes un rostro de ángel, por eso no opacaremos tu belleza natural con grandes adornos.

Su expresión se suavizó.

—De acuerdo.

Addison le hizo un gesto a Celestine para que se acercara a un vestido verde que estaba exhibido como muestra.

Tomando la falda, se lo acercó al rostro con una enorme sonrisa.

—Este verde te quedaría preciosísimo, combina con tus ojos.

Celestine lo analizó de arriba abajo.

—¿No es demasiado grande?

—Sí, pero podemos pedir uno a tu medida, con otro estilo por supuesto y te quedaría soñado.

—¿Y por qué no lo compras para ti? —cuestionó.

—Porque no estamos aquí por mí, yo ya tengo vestidos y sumar uno cuando ni siquiera tenemos eventos sería un gasto innecesario —explicó.

—¿Te sientes triste por no salir? Lo dijiste con desanimo.

—Admito que a veces extraño bailar.

—Mi padre no te invitó a bailar en la boda —comentó.

—No, pero seguramente estaba cansado y está bien.

Addison se obligó a dibujarse una sonrisa, pero en realidad extrañaba mucho bailar y ahora que tenía esposo, le hubiese gustado que fuera uno al que cada tanto le gustara asistir a eventos.

Por muchos años se había recluido en casa por vergüenza, privándose de divertirse, pero al convertirse en una mujer casada, quizás llegar del brazo de su marido le ayudara a tener valor. Sin embargo, no lo sabría porque el barón no asistía a eventos y la temporada social ya estaba terminándose.

Afortunadamente, antes de que Celestine quisiera indagar más, la modista regresó con varias muestras que pronto se transformaron en futuros vestidos.

No tenía la menor duda de que quedarían preciosos y más que adecuados para la hija de un barón. Aunque la verdad cualquier cosa sería mejor que el vestuario que poseía actualmente.

Tras pedirle a la mujer que enviara cuanto antes en primero que tuviera listo, salieron de allí rumbo al lugar donde habían visto los dulces.

No estaba lejos, así que hicieron el corto recorrido a pie, pues no encontraba sentido a hacer dos pasos en carruaje. Así que cuando entraron, se colocaron en la fila que las personas habían formado para comprar las delicias ofrecidas.

Mientras esperaba ser atendida, volteó hacia la entrada justo cuando la campanilla de la puerta sonó y entonces se sintió temerosa.

Hacía años que apenas salía de casa y siempre imploraba no encontrarse con viejas personas del pasado, con aquellas que había sido cruel, pero aquel día sus peticiones no habían servido de nada porque lady Elsie Bolingbroke, probablemente la muchacha con la que que mas odiosa había sido, estaba en la misma tienda.

Tras mirar de un lado a otro, contemplando los distintos dulces, sus ojos se posaron en Addison y no supo que hacer, hasta que afortunadamente Elsie sonrió y movió ligeramente la cabeza hacia abajo, saludándola sutilmente.

—Lady Bolingbroke —dijo entonces con una ligera reverencia cuando esta se colocó en la fila.

—Cuanto tiempo sin verla —dijo ella—. Tanto tiempo que hasta se ha casado.

—Ah sí, fue una boda pequeña —respondió con una ligera sonrisa.




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