Pequeña rebelde

~7~

Addison sonrió al ver a Celestine entrar en la salita azul sin retrasos y, sobre todo, con su cabello aun prolijamente peinado. Le había pedido a su doncella (la cual compartirían hasta contratar otra) que le hiciera algo relajado, pues no podía pretender que pasara del cabello suelto y enmarañado a algo tirante y pegado a la cabeza.

Así que las trenzas que llevaba habían sido un acierto y le quedaban preciosas.

Se veía como un ángel.

—Buenas tardes, ¡qué preciosa te ves!

Ella sonrió.

—Gracias, le pedí a tu doncella que no me hiciera ver cómo anciana estirada —respondió sentándose.

—Pronto encontraremos una solo para ti.

—¿Puedes asegurarte de que no sea mala? Detesto cuando me jalan el cabello, tuve una que hacía doler mi cabeza.

—Procuraré que sea cuidadosa, pero tú tienes que prometerme que serás buena, ya no puedes correr más doncellas.

—Pondré de mi parte, pero si no es de mi agrado te lo haré saber para que tú te encargues de ella.

—Me parece lo adecuado —dijo con una sonrisa.

—¿Y bien? —preguntó con algo de impaciencia—. ¿Ya vas a servir el té?

—Pronto.

—Se enfriará —dijo observando el juego de té sobre la mesa—. ¿Por qué hay tres tazas? —preguntó entonces con el ceño arrugado.

—Hoy vamos a tener compañía y a mí me parece el momento más que indicado para que tú practiques tus modales.

Celestine se cruzó de brazos.

—¿Quién viene?

—Tu padre.

—¿Mi padre? —abrió la boca sorprendida—. ¿Él quiere pasar tiempo con nosotras?

—Parece que sí —respondió con dulzura.

La verdad era que Garret no sabía que Celestine iba a estar ahí, pero se negaba a creer que le desagradara la idea de conversar un rato con su hija. Sin embargo, pronto descubrió que estaba en un error.

Pues el barón ingresó y les dio un vistazo a ambas, dejando en claro que no esperaba pasar la tarde de a tres.

Daba igual, no tenía elección porque sencillamente no le daría opciones.

—Milord —dijo Addison con una sonrisa—, por favor siéntese, estábamos esperándolo.

Él asintió con evidente desanimo, pero ella reforzó sus intentos de domesticarlo y le lanzó una mirada de advertencia.

—Lady Clifford —se acercó y le besó la mano, luego giró y repitió la acción con Celestine—. Milady.

Bueno, ciertamente solo esperaba que les dedicara un «buenas tardes» sobre todo a Celestine, pero aquello había estado mejor.

Mucho mejor.

—Celestine —la llamó—, ¿quisieras servir el té y el café?

Aun se le notaba que estaba pasmada por el accionar del barón, pero aquella pregunta la trajo de regreso inmediatamente.

—¿Yo? ¿En serio?

—Sí, te dije que practicaríamos tus modales.

Celestine la miró aterrada y luego a Garret, entonces Addison comprendió que temía hacer algo mal y no poder impresionarlo.

—Mira, yo serviré tu té y luego tú vas a hacer lo que yo hago —le dijo dulcemente—. Lo principal es preguntarles a tus invitados como es que beben su té.

—O café —dijo Garret.

Addison lo observó y le sonrió, que participara incluso cuando fuera mínimo, era importante.

—Exacto, o café —asintió—. ¿Cómo tomas el té, Celestine?

—Mitad té, mitad leche y dos cucharadas de azúcar —dijo ella.

Con gran habilidad, pues los años la habían llevado a servir unas cuantas tazas de té, preparó la infusión de Celestine y se la dejó en frente.

—Debes agradecer a quien te sirve —le susurró.

—Oh, gracias —respondió obedientemente.

Addison sonrió, pero al notar que Celestine aún estaba nerviosa, miró a Garret y dijo:

—Creo que hoy todos debemos practicar nuestros modales.

Él la miró sin ninguna expresión.

—Milord, sírvame el té, por favor.

—¿Qué? —preguntó incrédulo.

—No hay motivos para que un hombre no pueda ofrecerle una deliciosa taza de té a una dama —sonrió, aunque con sus ojos intentó advertirle que más le valía hacerlo.

Afortunadamente, su esposo no era estúpido y sabía lo que le convenía, porque obedeció.

—¿Cómo le sirvo el té, lady Addison?

—Con un pequeño chorrito de leche, por favor.

Cuando Garret precedió a servirle, Addison miró a Celestine quien la vio entre sorprendida y fascinada. Entonces compartieron una sonrisa cómplice.

—Mierda —murmuró Garret al hacer un movimiento torpe y volcar unas gotitas de té.

—Yo no creo que ese sea vocabulario apropiado para una tarde de té —comentó Celestine hablando como señora estirada.




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