Pequeña Traviesa

CAPÍTULO 01

10 años después

Esther

—¡Te dije que esto no era una buena idea! 

—No pensé que fueran un cobarde Aidan. 

—No soy cobarde, pero venir solos fue un gran error, debimos traer refuerzos. 

—Eres peor que una niña llorona, a la cuenta de tres ambos salimos y disparamos. 

Me informaron que en una de las bodegas había movimientos extraños, pensé que sería algo fácil de solucionar así que le pedí a Aidan que me acompañara. Él era uno de los guardaespaldas que mi padre había contratado, pero se había convertido en mi compañero de combate. 

—Esto te va a salir muy caro Esther. 

—¡Cállate! es momento de divertirnos. Uno, dos, treees. —Ambos salimos disparando en contra de los atacantes. Empezamos a avanzar mientras que provocamos que retrocedieran. 

De pronto una de las balas golpeó en Aidan, provocando que este cayera al suelo. Saqué otra de las armas que llevaba en mi cintura y descargué mi furia contra ellos. No pudieron hacer más que salir corriendo como cobardes. Ví como subían a su auto y salían huyendo. 

Regresé hacia donde se encontraba Aidan, pero ya estaba de pie. 

—Toma, otro para tu colección. —quitó la bala que había quedado incrustada en su chaleco antibalas y me entregó el pedazo de acero. 

—Te dije que era suficiente con los dos para acabar con esos desgraciados. 

—Pudiste con esto, pero no te confíes, no siempre es igual algún día puede aparecer alguien que te derrote. 

—No ha nacido el hombre que acabe con Esther Nolán, pensé que ya lo sabías. Creo que ya hemos terminado aquí, es mejor regresemos a casa, antes de que mi padre envié un ejército por nosotros. 

Caminamos hacia el auto de Aidan, pero antes de entrar sentí sus brazos rodear mi cintura. 

—Te advertí que tu atrevimiento te saldría muy caro, ha llegado el momento de mi paga. 

Entramos a la camioneta, en los sillones de atrá e hicimos lo que solíamos hacer: Tener sexo, tal vez se me había olvidado mencionar ese pequeño detalle. Además de ser un buen compañero de combate, también lo era en la cama, en realidad en el auto ya que nuestros encuentros siempre eran lugares inusuales como su auto, en el baño de algún bar,  en el bosque, en un lago; en fin, en un sinfín de lugares. 

—Llevamos más de un año haciendo esto, tal vez deberíamos decirle a tu padre. 

—No necesito de la aprobación de mi padre para estar contigo, pero no veo necesario que sepan lo nuestro, estamos bien así, yo he disfrutado todo este año. 

Esta era la tercera ocasión en que Aidan me mencionaba lo mismo. Pero no quería que esto que teníamos se arruinara por la presión de mis padres. Además no es que fuéramos adolescentes, ya éramos adultos y no necesitábamos tener citas, una cena romántica, un beso bajo la lluvia, esas eran ridiculeces de adolescentes, yo solo necesitaba sexo y ya. 

Aidan asintió con su cabeza, pero de inmediato me hizo a un lado y empezó a ponerse su ropa. No quise ni siquiera preguntarle nada más ya que sabía que estaba enojado, pero la próxima vez que estuviéramos solos y tuvieramos sexo iba a pasarle el enojo. 

Subió al lugar del conductor. Me puse mi ropa y salí del auto. 

—Nos vemos mi amor. —lancé un beso con mi mano. Aidan solo arrancó y se fue. Me dirigí a mi moto, puse mi casco y seguí su auto hasta llegar a la mi casa. 

—¿Qué fueron todos esos disparos? —preguntó mi padre. 

—Ya sabes, quisieron entrar a robar otra vez. 

—¿Por qué fuiste sola? —reclamó 

—No fui sola, Aidan me acompañó. 

—No eres una heroína Esther, no tienes superpoderes, puedes perder la vida en cualquier momento. Debiste llevar refuerzos. 

—Todo está bien papá, te prometo que la próxima vez llevaré una docena de hombres conmigo. 

—Vamos al comedor, cenaremos con la familia y después tendremos otra plática hay algo que me enteré el día de hoy y quiero prevenirte. 

Asentí con mi cabeza y nos dirigimos al comedor. Mi padre Dimitri tenía varios años de haberse alejado de todos sus negocios, abandonó muchos pero otros estaban ahora a mi mando, algo que por supuesto mi madre no quería que hiciera, pero era la heredera legitima de los Nolan y tenía que poner nuestro apellido en alto. 

—Hola mamá. —Besé su mejilla y me senté a su lado. 

—¿En dónde estabas? 

—Arreglando algunos asuntos Aidan. 

—Ya veo, con Aidan. —mi madre sospecha sobre mi relación con Aidan, insistía en que mis salidas por la noche de manera sospechosa no eran por negocios, pero nunca había admitido nada. 

En la mesa solo se encontra mi madre y mi hermano Martin, el más pequeño de los Nolan, los gemelos, los hijos adoptivos de mi madre Bell y Jeicy, fueron adoptados por mi padre Dimitri, eran dos chicos ya de quince años, los mejores jugadores de baloncesto de su escuela, su pasión era dicho deporte y se la pasaban entrenando, faltaban pocos años para ir a la universidad. 

Mis sueños de ser policía cambiaron por completo, aunque mi amor por las armas nunca desapareció, todo lo contrario, eran mis mejores amigas. Cursé algunas materias de administración para llevar el control de los negocios, me enfoque en clases de karate, manipulación de armas y clases de manejo de motos, otra de mis pasiones. 

Después de la cena acompañé a mi padre a la oficina que tenía en la casa. 

—Hoy recibí una advertencia, el trébol negro esta devuelta. 

—No te preocupes por nosotros, tenemos el mejor software de seguridad, nada saldrá de nuestro sistema sin que lo sepamos. 

—Ellos son muy audaces, consiguen a los mejores programadores no quiero seamos los próximos a quienes ataquen. 

—No podrán papá, nadie puede contra los Nolán.

El trébol negro era una sociedad de ladrones y extorcionadores, no podía llamarse de otra manera a quienes intervenían los  softares de grandes compañias incluídas los negocios de las mafias del mundo, robaban, detenían su seguridad y luego pedían numerosas cantidades de dinero para permitir que otra vez las empresas continuaran con sus actividades. Ya lo habían hecho con una petrolera, supermercados y grandes empresas, pero nadie iba a intervenir en lo nuestro. 




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