¿Qué ha de hacer el humano cuando se encuentre completamente en la oscuridad?
Ha de reír para no llorar, maldecir para no hundirse, patalear y pelear para no morir. ¿Es eso lo correcto? ¿O se debería de dejar que el viento y la marea lo decidan todo?
¿Quién sabe la respuesta? Obviamente, nadie.
¿De qué nos sirve, como la especie poco desarrollada que somos, pelear si al final todos terminaremos en una bella caja, adornada con flores, hospedada en una cuna rodeada de unos cuantos metros de tierra? Sin salida, sin escapatoria.
No tiene sentido. ¿O quizás si?
Lamentable o afortunadamente contamos con algo que llamamos dignidad y orgullo. Dos grandes sentimientos que no nos deja rendirnos ni quedarnos en humillación.
¿Por qué humillación?
Por ser débil, incompetente o un bueno para nada.
Débil por no aguantar los problemas.
Incompetente por no saber superar esos problemas.
Un bueno para nada por solo lamentarte y no hacer nada.
Todo el mundo es así, aunque lo neguemos o tratemos de demostrar lo contrario. Esa, es nuestra verdadera naturaleza.
Retomando el tema de la oscuridad. Tu lector, ¿sabes algo?
Porque yo no. No soy un gran filósofo que estudia el por qué de la vida. No soy un gran pensante que dice grandes frases que se quedan grabadas en tu alma. No soy una gran figura del mundo que te hará pesar positivo de este universo. De este podrido mundo.
No. Todo lo contrario. Vengo a hacerte sentir mal. Vengo a que tú me hagas sentir bien.
Sí, soy una persona que sufre por su familia. Sí, soy alguien al que le hacen bullying. Sí, soy un ser que no se quiere a sí mismo, se odia. Sí, soy alguien que carece de salud. Sí, soy alguien sin esperanzas, sin escapatoria, sin ayuda, sin fuerzas, sin fe, sin creencias... Sí soy, alguien cualquiera, común y corriente que no sabe qué hacer con su maldita vida y sus problemas.
Pero, ¿Sabes qué? Hay muchos como yo, en mayor y menor intensidad. Personas que sufren, se agobian, se lamentan y se hunden a sí mismo con el negativismo.
Yo soy uno de esos seres perdidos. Él que se encuentra a tu lado. Tu vecino que siempre te sonríe o te fulmina con la mirada. Tu jefe o tu profesor en tu trabajo o tu escuela. Tu familia. Tus amigos. Las milésimas de humanos en este mundo. El, Ella. Y tú. Sobretodo tú.
Todos sufrimos y queremos terminar con el dolor. Pero le tememos a la muerte y seguimos en este mundo con miedo a vivir pero al mismo tiempo con miedo a morir.
¿Qué loco no?
¿Vale la pena? Te pregunto.
¿Darles el gusto a tus enemigos de que pudieron terminar contigo?
¿Vale la pena? Te pregunto.
¿Que el universo que tanto odia a los desamparados gane la lucha y te haga rendir?
¿Vale la pena? Te pregunto.
¿Dejar en soledad a los seres, humanos y no humanos, que se preocupan por ti?
¿Vale la pena? Te pregunto.
¿Dejar de disfrutar la vida solo por una pequeña mancha que te dificulta ver lo hermoso de la vida?
Porque sí, es hermosa y horrorosa. Tranquilizadora y excitadora. Maravillosa y espeluznante.
Todo tiene sus pros y sus contras y hay que saber cómo sobrellevar eso.
Para vivir, sin necesidad de ahogarse en problemas solucionados que no vemos.