Leonora se subió al lujoso auto de su jefe, puso su cartera sobre su falda y se aferró a ella como si fuera un escudo.
-Tranquila, Leoncito, soy bueno conduciendo. A ver, ven aquí...-dijo Bastian e inclinándose sobre ella le colocó el cinturón de seguridad.
-¡Ehh...!- exclamó ella desconcertada antes de darse cuenta cuál era la intención de su jefe. Cuando le abrochó el cinturón, ella se sonrojó avergonzada. Bastian Cavendish bromeaba con ella, pero jamás había demostrado tener alguna mala intención.
-Ahora quédate en silencio y sé buena niña o podría desconcentrarme – le dijo guiñándole un ojo y arrancó el vehículo. Veinte minutos después, estaban en la zona céntrica donde se ubicaban las tiendas más exclusivas.
-Buscaremos algo para ti primero – declaró él una vez que bajaron del auto y se dirigió hacia una carísima boutique.
-Un momento...-dijo Leonora y lo agarró de un brazo.
-¿Sí?
-No necesito ropa – dijo ella y él le echó una mirada que la hizo ser extremadamente consciente del estado de sus prendas, llevaba un pantalón de vestir oscuro y un sweater de hilo gris, las dos cosas tenían bastante uso, eran un conjunto elegante pero distaban de estar a la última moda.
-Una mujer siempre necesita ropa...- la contradijo.
-No soy una mujer- dijo ella y en seguida notó el sinsentido de lo que acababa de decir.
-¿No? – preguntó él levantando la ceja en un gesto divertido.
-Lo que quiero decir es que soy su secretaria, jamás dejaría que usted me comprara ropa. No es decente.
-No creo que sea gran cosa, compro ropa para mujeres usualmente...
-A eso me refiero, no es decente. Y tampoco debería gastar así su dinero, es un despilfarro – protestó ella.
-¿Te preocupas por mi promiscua vida o por mi cuenta bancaria, Leoncito?
-Yo, sólo digo lo que me parece adecuado. Y si vinimos a comprar ropa para mí, podemos volver ya mismo a la oficina.
-No, si no quieres, allá tú, estás perdiendo una buena oportunidad. Aún así vamos a comprar para mí – dijo y cambió de dirección para caminar hacia las tiendas de ropa de hombre.
Entraron a uno de los negocios e inmediatamente una vendedora se acercó a ellos.
-¿En qué puedo ayudarlos? – preguntó solícita.
-Quisiera ver unas camisas, es que ella siempre tiene problemas con mis botones...- dijo él con una sonrisa y sus palabra parecieron implicar más de lo que en verdad decía, la empleada sonrió divertida por el comentario y Leonora frunció el ceño.
-¿Alguna preferencia?- preguntó la mujer.
-No, sólo tráeme los últimos modelos y vemos – dijo él y la chica se retiró.
-No debió decir eso de los botones, sonó como si ...como si...- lo reprendió Leo.
-¿Cómo si...? Estás muy poco expresiva hoy, también parece que estás pensando demasiado. Yo sólo dije la verdad, ¿acaso no te quejaste de que mi botón estaba descocido? Querías que estuviera presentable...bueno, sólo estoy haciéndote caso – le dijo pareciendo totalmente inocente y ella no pudo replicar nada.
Un instante después la vendedora llegó trayendo las camisas. Bastian escogió tres y le pidió a Leonora que esperara mientras se las probaba.
-Quiero que me des tu opinión – le dijo él con tono seductor sólo para provocarla pues la vendedora estaba muy atenta.
-Si son de su talle y tienen los botones bien cosidos, es suficiente. No creo que necesite que yo dé opinión.- aseveró Leonora.
-Claro que sí, quiero saber si combinan con mis ojos, si parezco un ejecutivo confiable y hábil, ya sabes...- le dijo y ella revoleó la mirada en respuesta.
Leonora debió esperar que se probara cada una de las camisas y darle su opinión.
-¿Te gusta más ésta o la azul? – preguntó él mientras se pavoneaba frente a ella con una camisa gris.
-Ésa está bien.
-¿En serio? ¿Me queda bien?
-Sí, definitivamente.
-¿La llevo o sigo probándome?
-Lleve ésa, casi lo hace parecer inteligente – dijo exasperada y él largó la carcajada. Finalmente compró tres camisas, Leonora se sentía aliviada pero al salir él fue hacia otra tienda.
-¿Y ahora qué?- le preguntó.
-Oye , Leoncito...recién comenzamos, ¿es que nunca has salido de compras?
-No de esta forma – dijo ella y por el tono que usó lo hizo sonar como algo muy malo, casi despreciable.
-Bien, vamos hacia allá, es una de mis tiendas favoritas, diseños exclusivos...
-¿En serio necesita más ropa?
-Sin dudas – respondió él y la arrastró consigo.
La tienda era verdaderamente lujosa, exhumaba estilo y buen gusto, Leonora imaginó que cada prenda de allí equivalía a lo que ella gastaba en comestibles durante un mes.
Una atractiva mujer de unos cuarenta y cinco años salió a recibirlos, por lo visto eran viejos conocidos, porque fue muy efusiva.
-¡Bas querido, qué gusto tenerte por aquí!- exclamó abrazando a su Jefe.
-Sabes que amo tu ropa querida Violet.- respondió él besándole la mejilla.
-¿Y a quién tenemos aquí? ¿Quién eres tú? – preguntó a Leo.
-Mi leoncito..- contestó Bastian
-Su secretaria- dijo Leonora al mismo tiempo y la mujer rió encantada.
-¡Vaya! Esto es interesante...Bueno, querido, ¿quieres algo en particular?
-Mmm...empecemos con unas camisas ....- dijo él y la mujer asintió.
-¡Pero si acaba de comprar!- interrumpió Leonora.
- No es lo mismo, las camisas de aquí son especiales. Y también unos trajes y algo de ropa casual – agregó él ignorándola.
-¡Cielos! – se quejó Leonora.
-Vengan por aquí – dijo la mujer y ambos la siguieron.
Llegaron al sector VIP de la tienda, había probadores, cómodos sillones y mesas ratonas con aperitivos, inmediatamente aparecieron un par de vendedoras cargando diversas prendas.
-Leoncito, ponte cómoda. Violet, sírvele algo, por favor...que voy a demorarme un poco- dijo él con una sonrisa encantadora.