Pequeña Leona

Capítulo 9

Por lo visto, la anemia había afectado demasiado a Bastian Cavendish pues al día siguiente llegó muy temprano a trabajar, apenas diez minutos después de Leonora.

La chica apenas lo podía creer.

-¿Está seguro de que se siente bien? – le preguntó exageradamente, casi deletreando la frase.

-Sí, mucho y antes de tener que seguir recibiendo tus llamados con indicaciones para tomar el hierro, comer, etc, etc...me parece más saludable venir a trabajar. – contestó él aunque su tono de voz era ligero y de buen humor.

Entró a la oficina y se puso a revisar papeles, al rato Leo entró con una bandeja.

-¡¿Y mi café?! ¿Qué es esto? – chilló Bastian.

-Jugo de frutas y un sándwich. No volverá  a tomar café hasta que se realice nuevos análisis y digan que está bien.

-¡Niña, he pasado los últimos diecisiete años tomando café y no he muerto, así que déjame en paz!

-No lo hará bajo mi guardia, así que olvídelo, bébase el jugo y necesito su tarjeta de crédito...

-¿Bajo tu guardia?

-Siempre me gustó la frase, es buen momento para usarla – contestó ella encogiendo los hombros.

-¿Y quieres mi tarjeta de crédito? ¿Piensas aprovecharte de un hombre enfermo?- le dijo pero ella no contestó , sólo agitó la mano delante de él, urgiéndolo a que le entregara la tarjeta.

-Volveré en media hora- le dijo cuando él se la dio.

-Eso es nuevo, ¿te vas? ¿y mientras estoy “bajo tu guardia”?

-Trabaje, verá como el tiempo le pasa rápido...quién sabe, podría hasta gustarle –contestó la chica y salió de prisa mientras Bastian reía.

Regresó exactamente media hora después, tal como había dicho y le devolvió su tarjeta.

-¿Ya compraste diamantes? ¿O fuiste a pedir al banco que me la cancelara?

-Le contraté un servicio de catering de comida casera durante un mes, es un negocio nuevo y de bastante fama , hacen comidas a pedido para gente que está muy ocupada y tiene mucho dinero. Ellos se encargaran de enviarle almuerzo y cena, ya me aseguré que el menú incluya lo que usted necesita para recuperarse de la anemia, y además es comida cara y rica, así que no hará pataletas...- explicó ella.

-Gracias, Leoncito, siempre piensas en todo. Serías una estupenda madre.

-¡Ni lo sueñe!- contestó ella saliendo nuevamente.

-¡¿Qué?!

-No pienso adoptarlo – le contestó desde la puerta.

-Esa no era mi idea- dijo él pero Leo ya no lo escuchó.

 

Los días siguientes fueron calmos, sin sobresaltos y con Bastian Cavendish trabajando y llegando a horarios relativamente apropiados. Leonora no podía dejar de sentirse incomoda, como si aquello anunciara una tormenta de dimensiones colosales, que su Jefe estuviera comportándose no podía augurar nada bueno.

-Mañana es la exposición, ¿ya preparó todo? – preguntó Leo entrando a la oficina.

-Sí, todo listo.

-¿Seguro que no confundió los medicamentos? – le preguntó ella haciendo alusión a su cambio de actitud. Bastian le sonrió con todo su encanto.

-Claro que no, pensé que era buena idea balancear un poco y darte un poco de tranquilidad luego del trabajo que te di.

-Sólo espero que le dure- respondió ella.

-Eso ya es pedir demasiado, Leoncito – dijo él guiñándole el ojo.

 

Al día siguiente, Leonora estuvo segurísima que la estaban castigando por ambiciosa, porque Bastian llegó casi sobre la hora de la exposición y tuvieron que salir corriendo para llegar puntuales.

-¿Lleva todo, verdad? – preguntó ella preocupada.

-Sí, todo bajo control – dijo y la chica revoleó los ojos.

Era una reunión con unos importantes clientes extranjeros, Leo estaba segura que le habían asignado aquella misión a Bastian para verlo fracasar y hundirse. Pero aprovechando la buena racha de comportamiento que había tenido su jefe, habían aprovechado para armar una gran presentación. No podía salir mal, no debía.

Si dependiera del encanto de Cavendish, estarían salvados porque tenía un don de gente único, un apretón de manos, un comentario divertido y tenía a la gente de su lado, lástima que no fuera acompañado por la eficiencia en el trabajo.

Si aún le quedaba alguna esperanza, la perdió al inicio de la exposición cuando Bastian cargó en una computadora el pendrive para la proyección que acompañaba su discurso y resultó estar en blanco.

El hombre se rascó la cabeza desconcertado y miró a Leonora. Ella sonrió, encantadoramente, lo que resultaba totalmente sospechoso.

-Perdón, un error – dijo dirigiéndose a los asistentes y se acercó a Bastian a darle  otro pendrive. Él la miró sorprendido.

-Copia de seguridad, no puedo confiar en usted – dijo por lo bajo.

-Gracias, supongo – dijo él levemente divertido y cargó el nuevo dispositivo para empezar la exposición. Mientras la chica se alejaba creyó sentirla murmurar por lo bajo, estaba seguro que no era nada halagüeño.




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