Cuando entraron al salón de recepciones de la embajada, Leonora se obligó a sí misma a mantener la boca cerrada, el lugar era muy bello, la decoración, la gente, todo exudaba un lujo al que no estaba acostumbrada. Su jefe, en cambio, parecía sentirse a sus anchas, aunque una vez más ella había notado aquel ligero cambio de actitud, como si la capa de banalidad se desvaneciera y apareciera otro Bastian Cavendish.
Sin embargo el encanto era el mismo, se dedicó a saludar a varios de los invitados, la presentó como su asistente, y la sorprendió una vez más hablando francés fluidamente.
Leonora aprovechó que desempeñaba un papel secundario y se dedicó a observar a su jefe, fuera lo que fuese Bastian Cavendish, era innegable su habilidad social, tenía una increíble facilidad para interactuar con los demás y caerles bien.
Solo en un momento lo vio perder aquel encanto y fue cuando alguien mencionó algo sobre su familia, incluso ella captó la mala intención en el comentario y percibió como Bastian se tensaba. Sin pensarlo dos veces, intervino.
-Señor – lo llamó tocándole el brazo- lo buscan, el empresario francés con el que estamos cerrando el trato quiere hablarle unos minutos – dijo y lo sacó de aquel grupo de gente.
Él saludó y la siguió dócilmente.
-¿Dónde está ese hombre? – preguntó y Leo se dio vuelta culpable, pero él le sonreía.
-Yo...
-Gracias, Leoncito, eres una guardaespaldas formidable. Ahora, en lugar de buscar a alguien que no existe, vayamos a comer unos bocadillos y beber algo, eso es lo que hace que valga la pena venir a estos lugares.
-¿Y los negocios? –preguntó ella.
-Ya hemos hecho suficiente, he mostrado la cara y conseguido algunos contactos importantes – dijo él y le mostró orgulloso varias tarjetas de negocios que llevaba en el bolsillo.
-¿Ya quiere irse?- preguntó ella.
-Ya te dije , primero vamos a comer...y luego escapamos.
-Creí que le gustaban las fiestas – dijo Leonora.
-No creas todo lo que escuchas, puede traerte problemas – le dijo guiñándole un ojo, pero sus palabras quedaron dando vuelta en la cabeza de la joven.
Al día siguiente, al salir del trabajo, Leonora se dirigió a la tienda de Violet a devolver el vestido. Le había preguntado a su jefe si debía mandarlo a la tintorería o algo, pero él había respondido que seguramente ellos se encargarían.
-¿No quieres quedártelo? Puedo comprarlo si lo quieres, se te veía muy bien, Leoncito – le propuso él y ella negó con la cabeza.
-No, igualmente no tengo donde usarlo y el juego de alguien comprándome ropa no me sienta – le respondió y él se encogió de hombros.
Los hombres compran ropa a sus amantes, no a sus secretarias, pensó Leonora mientras entraba a la tienda y tuvo la vaga sensación de que necesitaba aferrarse a aquella afirmación. Necesitaba recordar cuál era su lugar en la vida de Bastian Cavendish, su vida ya era demasiado complicada para empeorarla.
Entró a la tienda y se sintió extraña, como si Cenicienta visitara el salón del baile al día siguiente. Había muchas clientas y algunas le dirigieron miradas bastante ofensivas. Sin embargo su actitud cambió cuando Violet se acercó a recibirla.
-Leonora, ¿qué tal estuvo la fiesta?
-Todo fue muy bien – le respondió con una sonrisa y pensó que había sido cierto, la había pasado bien y se había divertido. No había sido la tortura que había esperado, además la temprana retirada de su Jefe había sido muy oportuna.
-Supongo que todos amaron el vestido...
-Sí, recibió muchos elogios. Aquí lo traje, muchas gracias por prestármelo – dijo y extendió la funda que lo contenía.
-Oh, pero no tienes que devolverlo, es un regalo...
-¿El Sr. Cavendish...?
-No querida, no de Bastian, es un regalo mío. Espero que lo aceptes.
-Se lo agradezco, pero no puedo aceptarlo.
-¿No te gusta? – preguntó la mujer.
-Me encanta...pero...
-Si te encanta, acéptalo. ¿Sabes por qué hago vestidos?- preguntó y Leo negó con la cabeza.
-No..
-Claro que gano dinero vendiendo ropa a mujeres de clase alta, pero en cuanto a los vestidos que yo diseño, me gusta cuando hacen feliz a alguien, cuando transforman a una mujer. Y no me refiero a que la cambien, sino a cuando sacan a la superficie lo mejor de ella. Un buen vestido puede obrar esa magia, hacer que alguien se sienta segura, bella....me gusta ver cuando pasa, eso sucedió contigo cuando te lo pusiste. Y seré yo quien diga lo que Bastian pensó cuando te vio, estabas deslumbrante. Por eso quiero que te lo quedes, lo digo de verdad – dijo la mujer y Leonora asintió emocionada.
-Gracias, muchas gracias – dijo aferrando la funda contra su pecho. Era muy inusual que le sucedieran cosas buenas, cuando pasaban era como si el sol se le metiera dentro.