Al día siguiente estaba llena de energía, así que cuando Bastian llegó, su escritorio ya estaba cargado de carpetas y cosas que Leonora consideraba que debía ver con indicaciones pegadas en las páginas.
Cuando ella entró a su oficina, él le sonrió.
-¿Has recuperado tu buen humor? – le preguntó.
-Sí, vuelvo a ser yo misma.
-Ya gruñes de nuevo, Leoncito . Me alegra.
-Sólo me queda hacer algunas investigaciones luego, espero no llevarme ninguna sorpresa.
-¿Investigaciones?
-Mi hermano…dígame ¿a usted no le parece sospechoso que alguien le adelante como dos meses de salario a alguien que ni ha empezado a trabajar?
-Suena raro, pero no imposible…¿quieres un adelanto?
-¡¿Qué?!
-Bueno, no quiero sentirme menos que otros jefes…
-No necesito adelanto, ni nada- dijo ella y salió apresuradamente, Bastian la observó mientras se marchaba con una enigmática sonrisa.
Menos de una hora después, el hermano mayor de Bastian entró a la oficina sin anunciarse, obviamente furioso, y con Leo detrás de él intentando detenerlo.
-¡¿Se puede saber qué estás haciendo, pequeño bastardo?!
-Hola, hermano, también me alegra verte…- lo saludó Bastian sin inmutarse y el hombre puso un fax sobre el escritorio.
-Explícame.- exigió el hombre.
-No sé a qué te refieres, si pudieras ser más claro –contestó con una sonrisa provocadora.
-¿Por qué cambiaste de proveedor sin avisarnos? Durante años hemos hecho tratos con…
-¡Oh, eso! Es que conocí a un empresario alemán que me resultó muy simpático, me hizo un mejor precio…y pensé “¿Por qué no?”. El tipo hasta me invitó a visitarlo en Hannover…
-¿Me estás diciendo que cambiaste de proveedor porque te invitaron a Alemania?
-No, claro que no. Hay otras razones, por supuesto – dijo Bastian y miró directamente a su hermano. Sus palabras sonaban ligeras pero su mirada era firme y parecía decir mucho más.
-¡Diablos! Padre debió dejar que te siguieras divirtiendo allá donde estabas en lugar de traerte de regreso. No hay nada que hagas bien…- le soltó su hermano mayor con desprecio
-Probablemente tengas razón.- le respondió y el otro hombre se fue tan intempestivamente como había llegado.
Bastian se echó hacia atrás en la silla y puso los brazos debajo de su cuello, cerró los ojos por un segundo y Leonora tuvo la idea de que estaba más alterado de lo que demostraba. Unos segundos después abrió los ojos y la miró.
-¿Aún estás allí, Leoncito?
-Sí, ¿está bien? ¿Necesita algo?
-Mmmm, creo que una familia nueva no estaría mal.
-No es posible, créame lo he intentado – dijo ella y él largó una carcajada.-¿Lo hizo a propósito, verdad? No creo que deba provocarlo así.- Lo interrogó Leonora que ni siquiera había podido retirarse del lugar impactada por el combate verbal de ambos.
-Pero es muy divertido, Leoncito. Si me obligaron a estar acá, es justo que tenga algún momento de diversión.
-Sabe, no creo que sea tan fácil obligarlo a hacer algo que no quiere. ¡Cielos , yo lo intento cada día y es un dolor de cabeza!
-Tal vez debieras reunirte con mi familia , podrían intercambiar experiencias.
-No, no creo que me agraden – dijo ella y él le sonrió con calidez.
-Mi leal secretaria, mi hermano tiene suerte de que no lo mordieras. Como agradecimiento, prometo que sólo dejaré que tú me obligues a hacer cosas que no quiero.
-¿Agradecimiento porque no mordí a su hermano? - preguntó ella elevando una ceja.
-Agradecimiento porque tuviste toda la intención de hacerlo, lo vi en tu mirada – contestó él y Leo se sonrojó.
De verdad se había sentido furiosa con aquel hombre por como se había dirigido hacia su jefe, por más irresponsable que fuera también era un Cavendish y merecía respeto. Ella también solía gritarle a su hermano, pero lo amaba, no podía decir lo mismo del hermano mayor de Bastian.
Rabia, pena y deseos de proteger a su jefe de aquellos ataques. Y ya no estaba muy segura si aquello se debía a su sentido del deber como secretaria o a otra cosa.
Cinco días después, todo el episodio había quedado olvidado y Leo y su jefe habían vuelto a su rutina usual donde ella deseaba estrangularlo cada cinco minutos y él intentaba calmarla con una sonrisa.
-¿Qué es esto? – preguntó Bastian a Leonora cuando aquella mañana la vio entrar a su oficina con café.
-Café…
-Puedo verlo, pero ¿estás segura? ¿A qué se debe la ocasión? ¿O ya te hartaste de mí y quieres deshacerte de tu jefe?
-Hoy es su cumpleaños, pensé que debía darle el gusto.
-¿Mi cumpleaños…? ¡Oh cielos! Es verdad, Leoncito, es mi cumpleaños se me había pasado…- dijo mirándola sorprendido.