Al día siguiente Leonora esperó que su jefe le comentara algo, sin embargo llegó temprano y bastante taciturno. Sólo reaccionó cuando ella le devolvió el abrigo.
-Gracias.-le dijo Leonora y él respondió sonriendo, pero había algo extraño en la sonrisa como si fuera superficial.
- Me alegra que no fueras testaruda y lo usaras.
-¿Algo le preocupa? – preguntó ella directamente y por un momento pareció titubear, luego recobró su actitud habitual.
-Sólo tú, por lo demás soy atractivo, rico, encantador…nada que preocuparse.-Ante aquella respuesta ella bufó levemente y se retiró.
Los dos días siguientes no difirieron mucho de aquella rutina, aunque Leonora notó que Bastian se veía bastante demacrado, incluso al entrar de improviso a la oficina lo descubrió con la cabeza apoyada en el escritorio como si lo venciera el cansancio.
Al tercer día de verlo llegar así, preocupada porque volviera a caer en la anemia le llevó una bandeja llena de comida.
-¿Y esto? – preguntó al verla entrar.
- Coma, parece que no va a decirme qué lo tiene así, pero estoy segura que no se está alimentando como se debe. No pienso arrastrarlo de nuevo por allí si se desmaya.
-Leoncito hay un par de cosas que tienes que saber. Primero..
-¿Sabe que tiene manía por enumerar las cosas?
-Shhhh, no interrumpas. Además se me contagió de ti. Primero, tienes que confiar en mí y saber que no tiene nada que ver con una mujer porque eres la única en mi corazón. Segundo, aquel desmayo fue algo excepcional, no pienso volver a desmayarme en tu presencia, tengo mejores maneras de seducirte que hacerme la damisela.
-De acuerdo, ahora coma – dijo indicándole la bandeja que tenía de todo un poco.
-Esa es mi chica, ignora mis discursos y se preocupa por mi alimentación…
-Yo no soy…
-Ya sé, ya sé. Ya que me alimentas, sé piadosa y no discutas conmigo – insistió llevándose un bocado del sándwich de pollo a la boca
-Llámeme cuando termine.
-¿No quieres comer conmigo?
-Yo me alimento correctamente y en las horas apropiadas, Señor Cavendish.- dijo encaminándose hacia la puerta.
-Leonora…
-¿Sí?
-Gracias, gracias por cuidar de mi – dijo él y sus palabras sonaron demasiado solemnes. Ella revoleó los ojos para disfrazar el impacto que le causaba cuando él decía cosas así.
Al día siguiente , Bastian no apareció a trabajar pero la llamó para decirle que estaría ausente.
-Puedes tomarte el día libre, Leoncito. Aunque seguramente no lo harás, y trabajarás el doble sólo para dejar por sentado que te parezco un irresponsable por no ir – dijo él cuando la llamó.
-Sí lo sabe, no debió molestarse en llamar.
-Pensé que te preocuparías si no me escuchabas decírtelo personalmente.- dijo y Leonora tuvo que reconocer que ciertamente se hubiera preocupado de no escuchar su voz y que la tranquilizaba sentir su tono vivaz.
Fuera lo que fuera que estuviera haciéndolo saltearse el trabajo, no parecía ser una cuestión de salud. Era un alivio.
- ¿Mañana piensa venir?
-Mañana es sábado, Leoncito, no pienso trabajar un día sábado. Agradezco que yo sea el jefe y no al revés, porque seguro me explotarías.
-¿El lunes? ¿Volverá el lunes?
-Sabes Leoncito, si me extrañas podemos tener una cita mañana. ¿Cena? ¿Cine?. Tú elijes….
-Vaya a hacer lo que sea que está haciendo y deje que yo trabaja en paz
-Leoncito, te quiero – dijo él y luego cortó. Leonora se preguntó si llegaría el día en que ella respondiera “Yo también”.
Aquel viernes con la ausencia de Cavendish, Leonora terminó sintiéndose como león enjaulado, lo que le pareció una tremenda ironía.Y ese estado fue causado por las múltiples llamadas del hermano de Bastian queriendo hablar con él.
Cada vez que ella le explicaba que no estaba y no iría a trabajar, el hombre soltaba una retahíla de cosas para expresar su disconformidad así como mencionar que quizás ella lo estuviera encubriendo.
Finalmente, Leonora le sugirió que viniera a la oficina a comprobarlo personalmente o que bien podía quedarse allí a esperarlo, aunque estaba segura que no aparecería hasta el lunes.
Por suerte, eso pareció calmarlo y evitó que ella descolgara el teléfono para librarse de sus molestas llamadas.
Cuando la jornada estaba por terminar recibió un llamado de Bastián.
-¿Aún estás trabajando? – preguntó él.
-Sí, ya estoy por salir. ¿Llama para avisar que va a faltar toda la semana? Su hermano molestó todo el día, ¿por eso no vino? ¿Qué estuvo haciendo para molestarlo?
-Supongo que metiendo mis narices donde no debía. ¿Entonces ya te vas a casa?
-Sí.
-Nos vemos, Leoncito.- dijo y cortó.