Pequeña Leona

Capítulo 25

Leonora se despertó por el sonido de la lluvia, era más tarde de lo que acostumbraba despertarse los sábados, imaginó que los sucesos de la noche anterior la habían agotado mentalmente. También tenía la sensación de haber estado soñando con su jefe, ¿por eso se había resistido a despertar?

Finalmente se levantó de la cama y se sorprendió de que todo estuviera en calma. Su hermana menor miraba una película, y extrañamente, su hermano estudiaba para un examen.

Leo se preguntó si no seguiría soñando.

-¿Te sirvo el desayuno, Leonora? – preguntó su madre y ella la miró confusa.

-Sí, de acuerdo. ¿Por qué no me llamaron si estaban todos despiertos?

-Necesitabas descansar, trabajas demasiado últimamente – dijo su madre y ella sintió que se le estrujaba el pecho, quizás porque tenía las emociones a flor de piel, pero la conmovían esas palabras de reconocimiento.

 Desayunó, luego  terminó de ver la película junto a su hermana y se encargó de ordenar un poco su habitación y los papeles.

Ya que llovía , iba  aprovechar la tarde para estudiar un poco. Tal vez eso la ayudará a despejar su mente o al menos la mantendría ocupada para evitar dar rienda suelta a su enamoramiento, porque sí, ya era algo tonto negarlo, estaba irremediablemente enamorada de Bastian Cavendish.

Y aquellas palabras de él sobre “pronto…” seguían  sonando en su mente como una promesa, aunque no estaba segura de que a qué se refería.

Finalmente tuvo que realizar varios quehaceres, así que su momento de estudio se vio demorado hasta bien entrada la tarde, cuando estuvo libre se preparó un té y se fue a su habitación. Buscó los libros que había apartado, la libreta en la que había hecho anotaciones sobre cuestiones que le llamaban la atención en los documentos de la empresa y se puso a trabajar.

Luego de leer un rato, prendió la computadora, llevaba un par de días sin revisar su correo personal y fue una grata sorpresa ver un nuevo mensaje en la bandeja de entrada y leer que era de la Universidad a la que había pedido información.

Leyó el mail entusiasmada y entonces pensó que era una broma y volvió a leerlo una vez más.

Le informaban que no había más trabajos disponibles del Dr. Charles Bastian  Cavendish, pero que si ella así lo quería le pasarían a él sus datos de contacto por si podía ayudarla.

Leo pensó que era una asombrosa coincidencia, aquel hombre se llamaba como su jefe, era algo extraño…sorprendente…y se negaba a creer que fuera algo más aparte de un extraordinario caso de homónimos.

“Su Bastian” no podía ser “ese Bastian”, pero aunque se negaba a creerlo, sabía que era cierto.

Necesitaba cerciorarse, así que casi de forma desesperada se puso a investigar en internet. Si era alguien tan notable en su campo , encontraría información.

Una hora después, no quedaba duda alguna, era la misma persona. No había imágenes, pero si información sobre él en la página de graduados de la Universidad, había ganado premios y menciones y aparecía citado en mucha bibliografía sobre temas de economía y comercio exterior.

Los datos sobre su vida personal eran mínimos, pero coincidía la edad, coincidía el lugar de nacimiento.

Casi toda su trayectoria académica y  profesional estaba en la web, hasta que desaparecía el rastro del Dr. Ch.B.C.

Justamente cuando  el hijo prodigo había vuelto a la empresa familiar para hacer el papel de tonto irresponsable

Lo más extraordinario es que la familia no lo supiera, todo estaba allí si uno quería verlo. Aunque Leonora estaba segura que ellos nunca habían buscado porque nunca habían esperado ningún logro de parte de él.  La verdad estaba allí, oculta en su propia obviedad. Incluso ella misma se había negado a verla, ahora unía piezas en su cabeza como si fueran un rompecabezas.

El regreso de él a la empresa familiar, cuando lo había encontrado trabajando de noche, las reuniones con aquella mujer, los idiomas que manejaba, el agotamiento, o las veces que ella había sentido que él se desprendía de una máscara para sacar a relucir otra personalidad.

Los había engañado a todos, también a ella.

 

Se sintió engañada y furiosa, Bastian Cavendish la había tomado por tonta desde el comienzo. Ahora entendía por qué había contratado a alguien como ella como secretaria, se había sentido afortunada de entrar a aquella compañía sin tener la educación ni el currículo apropiado,  pero la había contratado porque le servía para su fachada.

Un jefe irresponsable con una secretaria sin calificaciones, eran el par perfecto para lo que fuera que había planeado él.

Porque sin dudas, ese hombre había regresado con un plan.

Los recuerdos llegaron en masa y la abrumaron, lo recordó comprando ropa compulsivamente para molestar a su familia, recordó los cruces de miradas con su hermano mayor o los cambios de proveedores que había hecho con excusas fútiles.

Pensó enfadada en todas las veces que ella se había esforzado casi hasta la desesperación para que él trabajara, o en su tonta “cruzada” por evitarle el desprestigio, había hecho el ridículo completamente. Y él se lo había permitido.




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