Perderse Contigo

EL TIEMPO

RAZIEL

—Deberíamos volver a la tienda —me dice mientras juega con un mechón de mi cabello entre sus dedos.

—Mi abuela me llamará si necesita ayuda —afirmo—. Es una mujer fuerte, créeme, no necesita de nadie.

Harper y yo estamos sentados en el suelo, con las espaldas recostadas en mi cama y mi cabeza en su hombro. Él lloró como nunca había escuchado llorar a alguien. Su rostro sigue hinchado y sus ojos están rojos, pero se ha tranquilizado y eso es lo importante.

Yo comparo a este Harper con el que estaba en mi cama hace unas horas. Uno es extrovertido, bromista e incluso pensaba que era seguro de sí mismo pero este es diferente. Frágil, pequeño e indefenso.

No tengo idea qué le ha sucedido pero no voy a forzarlo, sea lo que haya sido no debe ser nada fácil. Por ahora lo único que puedo hacer es quedarme a su lado.

No tengo idea qué hicieron esos idiotas pero si vuelven a poner un pie dentro de la tienda, lo lamentarán.

—Perdón por como reaccioné —pide—. Yo… estoy avergonzado.

—No —tomo su mano para que deje mi cabello—. No digas eso, tienes derecho a llorar.

Él me dejó llorar aquella vez cuando le conté sobre mi  mamá y no se burló de mí.

—No —contesta—. Odio llorar, me hace sentir como un idiota.

Pero no es un idiota. —Harper, basta de eso —me despego de él—. No eres un idiota.

Sonríe aunque no como siempre. —Pensaba que lo era para ti.

—No Harper —miro a sus ojos, no me gusta lo rojo que están—. Eres mi amigo.

Él estira sus manos, toma mis hombros y me atrae hacia él. Me abraza recostando su mentón sobre mi cabeza y dejo que lo haga. —En este momento, eres mi persona favorita.

Resoplo, acomodándome contra él. — ¿Más que Lucy?

Y sin titubear, responde: —Más que Lucy.

Me muevo un poco pero él no me suelta, me estrecha en sus brazos. — ¿Ahora soy tu oso de felpa de consuelo? No sabía que te gusta tanto abrazarme.

—Me gusta —responde con su voz grave—. De verdad.

Cierro mis ojos. —Te dejaré hacerlo solo porque me comprarás algo de comer mañana.

Escucho que ríe, me agrada que vuelva a reír. — ¿Sabías que tu abuela me iba a pagar?

—Si —respondo—. Yo me opuse pero ella es demasiado buena para este mundo.

—No te creo —siento su mano sobre mi cabello—. Tú también lo eres.

—Vaya, ¿De pronto me tratas bien? —Río mientras siento algo difícil de describir, no son mariposas en mi estómago, son como abejas—. Qué raro.

Él me estrecha de nuevo. —Solo por hoy, mañana volveré a decir todos mis chistes en doble sentido.

Nunca había abrazado a un chico de esta forma. Recuerdo abrazar a Phil pero esos abrazos duraban unos pocos segundos, este se está alargando y ninguno de los dos parece querer apartarse. Beck me ha dado abrazos también, pero son simples y casuales, nada como esto.

— ¿Dónde estabas en la mañana? —me pregunta.

Él se mueve para dejarme recostada sobre su pecho, su mejilla sobre mi cabello, su brazo izquierdo está sobre mis hombros y su mano derecha toma la mía. Pienso que si cualquiera nos encontrara así, pensarían que estamos saliendo.

Pero no siento nada de eso por Harper y él tampoco me ve como algo más que su amiga.

Veo su pulgar acariciar mi mano. —Ah… fui a casa de Winny, solo… pensé que podíamos arreglar las cosas.

Entrelaza nuestros dedos. — ¿Y cómo te fue?

Suspiro.

Winny no estaba feliz conmigo y parece que Beck le contó lo que pasó con Harper. Ahora ambos creen que estoy del lado de Harper y que ya no apoyo el sueño de Winny. Beck me advirtió que Harper era peligroso y muchas cosas más. Ambos dijeron cosas de Harper y me sentí incomoda, no quería que lo insultaran.

—Um, no sé… —respondo—. Digo, me disculpé y bueno, hice lo que pude. Creo que solo necesitan tiempo, después volverán a hablarme.

Suelta mi mano. —Sé que es mi culpa.

Niego e ignoro pensar en cómo mi mano está en su abdomen luego que la soltara. —No es tu culpa. Hay cosas que no me gustan y esas son que las personas intenten humillar a otras. No sé, odio eso.

Harper se mueve un poco y nos miramos de frente. —Eres una buena persona.

—Lo soy —contesto sarcásticamente—. Digo, estoy aquí contigo, esto es caridad del tipo más grande —me muevo para dejar un poco de espacio entre nosotros.

Entorna sus ojos y mueve su dedo índice a un costado de mis costillas. — ¿Ah, sí?

Yo le aparto la mano. —No.

Él me ignora, se acerca e intenta hacerme cosquillas. —Vamos Raziel, sabes que disfrutas estar aquí conmigo.

Vuelvo a empujar su mano. —No Harper, no quiero que sientas mi… —me detengo.

— ¿Tu qué? —Pregunta juntando el entrecejo—. ¿Tienes algo ahí? ¿Un arma?

Ruedo los ojos mientras las mejillas se me enrojecen. —Nada, olvídalo. No tengo nada, es por otra cosa, no lo entenderías.

Él me observa por unos segundos y baja la voz. — ¿Es por lo que me dijiste ayer? —Junta un poco sus cejas—. ¿Por qué no te sientes delgada?

No debí decirle eso. —No, yo…

—Mira Raziel, te diré algo —recuesta su cabeza en el colchón—. Me da igual cómo te ves y me da igual lo que digan de ti.

Rasco mi cuello. —Pero a mí no me da igual cómo me veo.

Bufa. —Te ves bien —mira hacia el techo, al punto donde ayer la lámpara iluminaba una mariposa—. Eres mi persona favorita en este momento, eso dice mucho.

Hago una mueca. —Eso no dice mucho, en realidad.

Baja la mirada a mi rostro y se acerca a mí colocando un brazo en medio de nuestras piernas para sostener su peso. —Lo único que te hace fea son esos comentarios agresivos hacia mí, dejando eso de un lado, eres linda.

No es cierto, solo dice estas cosas porque ahora somos amigos. —Ya, cambiemos de tema —muevo mi cara hacia otro lado.

—No —toma mi rostro con su otra mano y lo gira para que lo vea—. ¿Me crees, verdad? Yo no miento para ser agradable, sabes bien que hace unas semanas me dabas igual y no me interesa mentirte así que, ¿Crees en mí cuando te digo que eres linda?




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