Perderse Contigo

EL NIÑO

RAZIEL

—No estás solo, Harper, aquí estoy —afirmo.

Harper se ha cortado el labio con sus dientes, sus ojos están rojos y su cara está pálida. Lo que sea que está sucediéndole, lo está drenando por dentro. Él me observa y aunque ya no luce como que quisiera salir corriendo de aquí, parece inseguro de confesar su secreto.

—No tengo padres —empieza—. Asumo que lo sabes, por eso Roger se encarga de mí.

Asiento, sigo sosteniendo su mano y su mejilla.

Él respira profundo y mueve sus ojos hacia la calle donde las gotas gruesas de lluvia siguen cayendo. —Ellos se murieron en un accidente cuando yo tenía diez años.

Sus ojos se vuelven a llenar de lágrimas.

—Pero… eso no es, ese secreto no es… —baja el rostro—, no puedo hacerlo. No quiero hacerlo, ya no puedo volver a pensar en todo esto.

Trago saliva y coloco mi mano en su hombro. —No tienes que hacerlo ahora, si no estás listo.

Se limpia las lágrimas agresivamente. —No, yo… esto me ha comido por dentro todo este tiempo y si tengo que decírselo a alguien tiene que ser a ti.

Otro trueno.

— ¿Quieres sentarte en la parte de atrás? Puedes tomar algo de agua —sugiero.

Niega sin poder detener las lágrimas. —No, yo necesito hacerlo ahora —aclara su garganta—. Cuando era niño, desde que tengo memoria ellos me hicieron daño, Raziel. Mucho daño.

¿Ellos?

Dejo de respirar y tengo miedo de lo que sigue de la historia, pero por él seré fuerte y lo escucharé. No sé qué decir ahora, únicamente permanezco en silencio.

—Eso de la película se parece a lo que me hacían a mí —afirma y mi corazón se detiene.

— ¿Lo del niño? —pregunto con más miedo.

Asiente y sus ojos se llenan de lágrimas otra vez. Como si la temperatura hubiera bajado veinte grados siento un escalofrío por toda mi espina. Esto no puede ser verdad.

Eso es horrible.

Su voz se quiebra. —Mi papá era quien me castigaba, recuerdo que había una caja y ellos me encerraban ahí. Cuando era pequeño sí cabía pero entre más crecía, menos espacio tenía y mis piernas se doblaban. Me guardaban ahí por horas, luego eran… días.

Me cubro el rostro con las manos y estoy llorando yo también.

—No me daban comida, tenía que hacerme pis encima y me obligaban a lavar mi ropa en una cubeta con detergente —toca su nariz—. Odio el detergente de naranja, ese usaban.

Esto es peor que cualquier película de terror. Esto es algo que le sucedió en la vida real.

—Yo… creo que bloqueé la mayor parte de esos recuerdos. Era como sí sabía que había pasado pero solo por fuera, no quería acordarme de los detales o de cuanto duraba —sorbe por su nariz—. Hasta que hace un tiempo salió ese documental de un niño que le hicieron muchas cosas horribles y fue como si yo dijera: “Ah, yo viví algo así” y desde entonces he estado acordándome de todo una y otra vez.

Harper levanta el rostro y cierra los ojos.

Yo me lo estoy imaginando todo y comprendo el dolor en sus ojos. Su miedo a abrirse conmigo. La forma en que tiembla y la palidez en su rostro. Harper está sufriendo, ha estado sufriendo durante toda su vida y nadie lo había notado antes.

Continua: —Intento no pensar en eso pero es difícil, desde siempre he tenido pesadillas pero yo… ahora, a veces escucho un ruido o me hacen algo y vuelvo a sentirlo todo de nuevo. Cuando me encerraron en el vestidor, recordé los días en la caja.

No tengo idea qué hacer ahora. Mi primera idea es qué tengo que decirle a alguien para que lo ayude, necesita que lo sepan. No lo sé, la policía, su hermano… alguien.

Necesito que alguien lo ayude.

Odio tanto verlo de esta manera, tan roto y desprotegido. ¿Por qué le hicieron eso? ¿Cómo alguien puede ser tan cruel con otro ser humano? ¿Con su propio hijo? ¿Con un niño pequeño?

No quiero que vuelva a recordar nada, no quiero que esas memorias sigan lastimándolo y me siento tan impotente por no poder revertir ese daño en él. Por no haberlo sabido de alguna manera antes.

He conocido a Harper por varios años y jamás había hablado con él porque pensaba que era un chico tonto que se metía en problemas y era una de esas personas que me desagradaban pero si lo hubiera sabido me hubiera acercado a él antes.

Si pudiera regresar el tiempo lo haría, lastimosamente no puedo.

Harper lame sus labios y sigue hablando: —Odio pensar en eso, odio saber qué lo que me hacía se llama abuso y odio admitirlo, no quiero ser una persona abusada. No quiero llevar esa etiqueta el resto de mi vida pero es lo que soy, fui abusado y nadie lo supo —se cubre el rosto con las manos y sigue llorando.

Yo limpio mis lágrimas y me acerco, lo único que puedo ofrecerle en este momento es mi compañía. Quiero reparar cada cosa mala que está en su vida, quiero curar sus heridas y querido ayudarlo a borrar todos los recuerdos.

Solo puedo abrazarlo y sostenerlo, hacerle saber que ya no está solo.

—Me duele —afirma contra mi hombro—. Perdón por desahogarme siempre contigo, debes estar harta de mí.

No lo estoy. 

Harper vio mis heridas externas. Ha visto las marcas que me hago cuando nada va bien y no me ha rechazado. Yo estoy conociendo todo lo que está roto dentro de él y no me iré. No lo haré.

—Te quiero, Harper —afirmo.

No lo quiero por estar enamorada de él, lo quiero porque él merece que sea querido. Harper merece más personas que lo escuchen, que rían con él y que sean pacientes con él. Lo quiero porque es Harper y ya.

—Lo sé —dice—. Sé que me quieres y no deberías.

Lo estrecho más fuerte. —Te quiero mucho, no me importa si piensas que no debería, te quiero.

Tanto.

Él gira su rostro y siento su nariz contra mi cuello. —Te quiero.

Paso mi mano por su cabello. —Tú tampoco deberías quererme, soy la mata gatitos, ¿no?

Resopla. —No dejes de abrazarme nunca, Raziel. —Pide y yo cierro mis ojos.

No lo haré. —Harper, esto es muy grave, tienes que hablar con alguien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.