RAZIEL
—Es navidad, no deberíamos estar aquí —le digo a Harper.
Harper se encoje de hombros y estira su mano para que me acerque. Él consiguió dos bicicletas y creo que son de Andy y de James, seguro se las pidió prestadas. —Tú confía en mí, ¿bien?
Ruedo los ojos pero no reclamo nada, claro que confío en él. —No sé andar en bicicleta, ¿recuerdas?
—Yo tampoco —contesta, acercándose para abrazarme—. Pero por eso, aprenderemos juntos.
—Mejor dicho —río—, caeremos juntos.
—Sí caes estaré ahí para ayudarte a levantarte otra vez —susurra.
Lo miro y muevo el cabello de su frente. —Sé que lo harás.
—Entonces —se acerca a la bicicleta rosa—, ven aquí, te ayudo a subir.
Suspiro pero lo hago.
Algunas cosas han cambiado, entre todas, que ahora sí uso pantalón fuera de mi casa. A veces lo hago, no siempre. Digamos que aún no me siento completamente cómoda pero sí me siento así cuando estoy con él.
Mamá ha hablado mucho conmigo. A veces sobre mi infancia, a veces sobre la escuela y otras, sobre cómo me siento en respecto a todo. Ella solo intenta ayudarme y la he dejado, también estoy asistiendo una vez a la semana con una psicóloga para adolescentes y me ha ayudado un poco.
Papá sigue siendo papá. Hace lo que puede y he notado que ellos han dejado de actuar como antes. Ahora me incluyen en sus salidas y todo eso, pero no siempre los acompaño. Digo, ahora que tengo novio yo estoy más ocupada que de costumbre.
Harper y yo seguimos trabajando en la tienda. Bubu tiene un nuevo espejo, Harper insistió en que le dijera cuanto le costó para pagárselo pero ella se rehúsa a hacerlo.
Jay por otra parte, tiene novia. Me agrada, es una chica llamada Denisse y es muy divertida. Aunque Jay es callado y reservado, ella es explosiva y extrovertida. Lleva muchos brazaletes, tiene un tatuaje de una sirena en el brazo y le gusta trenzarme en cabello.
Mi abuelo le ha tomado mucho cariño a Harper. Le gusta sentarse con él y hablar por un rato. Harper lo escucha sin interrumpir, mi abuelo habla sin parar. Se llevan de maravilla.
Mi tía Bea ha conocido a Harper y ella es quien le ha conseguido la ayuda que necesita. Es gracioso como un día afirmó que todos los humanos deberíamos ir a terapia, sería un mundo mejor. Creo que sí, lo sería.
No sé si recuperé mi amistad con Winnona y Beck pues un día, antes de las vacaciones de invierno hablaron conmigo y me confesaron que ellos sabían todo sobre mí. Sabían sobre el apodo de “Razor Cuts” sobre el video de mamá y admitieron que ocasionalmente se reían sobre mí con sus otros amigos.
Me dolió y aunque sí los perdoné, me sentí traicionada.
Quizás no volvamos a ser como antes pero no quiero llevarme mal con ellos y bueno, ya no intento evitar al mundo de ninguna forma. Lo que digan de mí, los apodos y todas esas cosas cada día dejan de importarme menos.
Es como si finalmente comprendí que lo único que verdaderamente es relevante proviene de las personas que sí te quieren. Que te aceptan tal y como eres y que no intentan cambiarte para su beneficio, sino te ayudan a mejorar pues creen en ti y en tu potencial.
Y bueno, ahora estoy aquí, con Harper intentando subirse sin perder el equilibrio. Harper estira su brazo y yo lo tomo para ayudarlo, cuando lo logra, me mira con una sonrisa divertida. —Ahora creo que hay que avanzar, ¿no?
Asiento, con un poco de miedo. —Sí, tenemos que intentarlo.
—Bien —respira profundo—. Vamos entonces.
Yo subo el pie y logro no perder el equilibrio. Giro mis piernas para pedalear y él también empieza. Ambos permanecemos juntos, asegurándonos que el otro no caiga, sin embargo, yo me inclino a la izquierda y Harper a la derecha y chocamos.
Eso nos hace reír.
—Vamos de nuevo —pide, sosteniendo su peso con la punta del pie sobre el pavimento.
Levanto mi mirada y veo algunas casas llenas de adornos navideños, otras no. Al otro lado de la calle hay una niña pequeña paseando a un perro con un abrigo rojo, como si fuera un traje de Santa y una señora con un gorro morado brillante. Las nubes están esparcidas en el cielo y el sol lentamente se va ocultando.
Harper me pide que lo hagamos de nuevo y ahí vamos, una vez más.
En realidad, nos tomó mucho tiempo finalmente lograrlo. Seguramente hubiera sido más fácil si uno de nosotros supiera cómo manejar una de estas pero bueno, es lo que hay, y lo obtuvimos.
Creo que esa es una buena analogía a mi historia con Harper Dorm. Ninguno de los dos tenía muy claro qué estábamos haciendo con nuestras vidas antes de realmente conocernos pero de alguna forma, apoyándonos en el otro, fuimos avanzando.
Cuando el atardecer ha llegado y hemos dejado de perder el equilibro, lo volteo a ver para pedirle que salgamos del parque y vayamos recto en la calle que es poco transitada por vehículos a esta hora.
Harper asiente y me guiña un ojo. —Vamos, pero no nos detengamos, ¿sí? Veamos qué tan lejos llegamos.
Resoplo. —Espero que no nos perdamos.
Él se acerca a mí, lo suficiente para inclinarse y darme un beso en los labios. Sin separarse mucho, susurra: —Perderse contigo sería como encontrarse.
Bajo mi pie para no perder el equilibrio, me inclino y vuelvo a besarlo. —Entonces, vamos a perdernos.
—Claro —me da un ultimo beso—. Mira eso, el cielo está rosado.
—Como mis canciones favoritas —levanto el dedo índice hacia arriba—. Así se ve todo, rosado.
Él estira su mano para tomar la mía, besa el dorso y me sonríe. — ¿Lista?
Me preparo, aferro mis manos al manubrio y antes de comenzar con esta nueva aventura le doy una mirada a Harper y siento mariposas en mi estómago.
A donde sea que nos lleve el camino, mientras estemos juntos, todo estará bien.
—Vamos —respondo.
Y así lo hicimos.
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Editado: 07.04.2023