Perdida [completa]

Capítulo IX

Martes 24 de marzo de 2020

10:32 a.m — feriado nacional por el día de la memoria, la verdad y la justicia

 

Observaba desde lejos la cómoda de mi habitación.

Me desperté unos minutos antes que suene la alarma por la ansiedad. Mi cuerpo estaba alerta porque sabía sobre la presencia de ese sobre color madera que reposaba allí, listo para ser abierto.

Ayer, luego de volver del depósito, acordé junto a Valentín y Mateo abrir aquel misterioso paquete entre los tres, a la salida de la escuela. Sin embargo, mientras estábamos en la clase de Economía durante la última hora, Marbusti me envió un mensaje un tanto misterioso.

 

Perdón Eva, pero no voy a poder quedarme fue lo único que me dijo.

No te preocupes, pero... ¿todo bien?

Sí, después les cuento. Mejor nos juntamos mañana, que no hay clase.

Me parece bien.

Además, tenemos una charla pendiente que es imposible tener en la escuela.

Mañana nos vemos, entonces. Vení a casa mañana a la tarde, tipo tres.

Ok.

 

Le mostré los mensajes a Valentín y ambos nos miramos algo confundidos. ¿Qué sería más importante que abrir ese sobre?

No le dimos más vueltas al asunto. Probablemente le había surgido algo importante a último momento y no podía venir.

— ¿Y si lo abrimos sin él? — me propuso con algo de malicia.

— Tiene el mismo derecho que nosotros a saber qué hay ahí. Irina no nos lo perdonaría.

No se discutió ni se dijo más nada. Eso bastó para hacer entender al rubio que no podíamos hacer eso a escondidas de Mateo.

— Pero... tenemos que abrir su diario — continué — y eso es algo que todavía no le contamos.

— Se va a poner furioso cuando se lo digamos — acotó.

— No se lo vamos a decir, a menos que encontremos algo importante. Por eso vas a venir antes a casa. ¿A qué hora podés?

— Cuando quieras — dijo rápidamente — con tal de desenredar este nudo... además, siempre me gustó ir a tu casa.

Me sonrojé al escuchar sus palabras. En ese momento volví a recordar lo que había pasado en el depósito y no supe cómo sentirme al respecto. ¿Estaba comenzando a gustarme mi mejor amigo de toda la vida, después de todos estos años? ¿Él realmente quiso besarme ayer? Pero, ¿no sentía cosas por Irina?

Mi cabeza era una habitación completamente dada vuelta y yo no sabía por donde empezar a ordenar mis pensamientos.

Hoy me desperté con la misma sensación: ¿por dónde se empieza a organizar este desastre?

Y ahí estaba, a metros de mí: la cómoda que en uno de sus cajones atesoraba aquel paquete. Estaba muerta de miedo, para ser honesta. En ese mismo lugar también estaba guardado el diario de Irina, ese que tenía candado y desde el primer momento nos olvidamos de abrir.

El sonido de mi teléfono sonando me desencajó por completo. ¿Quién podía estar llamando tan temprano?

Estiré el brazo derecho hasta la mesa de luz y me aterré al ver un número privado en la pantalla. Puta madre, puta madre, puta madre.

Dejé de pensarlo tanto y atendí, esperando la voz del otro lado.

— ¿Hola, Eva? — preguntó una voz conocida con miedo.

— ¿Quién habla?

— Soy Ramiro — dijo, e ineludiblemente solté un suspiro de alivio — ¿estás ocupada?

— Ah, hola Ramiro, ¿qué pasó?

— Nada, en realidad... sólo que me siento muy mal por todo — se le quebró la voz e intentó contenerse — no tengo a nadie con quien hablar y la incertidumbre de no saber quién carajo la lastimó me está matando — pero no pudo más, y al pronunciar estas palabras comenzó a llorar en voz baja.

Aunque Ramiro me había parecido una persona nefasta en el pasado, sentí pena por él. Si bien yo estaba súper segura de que no había tenido nada que ver en esto, Mateo y Valentín todavía dudaban.

No los culpaba por ello, Pietrovsky se había comportado pésimo con ella. De hecho, cuando cortó su relación con él me puse muy feliz porque presentía que Mateo era diferente.

Y lo fue.

Mi mejor amiga jamás me habló mal de su novio. Hasta donde yo sabía, jamás habían peleado. Era muy difícil imaginarme al Mateo que conozco sin buscar riña, pero él no era mala persona. Podía ser irrascible, algo malhumorado y bastante cascarrabias, pero nunca fue así con ella. En la relación se complementaban el uno al otro y se llevaban muy bien. Nuestras diferencias nos hacen crecer, no pelear me dijo Irina varias veces y creo entenderlo recién ahora.

Titubeé, pero luego de unos segundos de pensarlo se lo solté.

— Ramiro... tenemos varias cosas que contarte. ¿Podrías venir a mi casa hoy a la tarde?

— Ssí — contestó, un tanto desconcertado — de hecho... yo también tengo que contarles algo No planeaba decírselo a nadie, pero si confiás en mí voy a confiar en vos. ¿A qué hora?

— A las tres — le pedí, desorientada por lo que me acababa de decir — y necesito que seas puntual. Ahora te paso la dirección por mensaje. ¿Está bien?

— Ahí voy a estar.

Colgué. No sé qué tan bien estaba lo que acababa de hacer porque probablemente se iba a armar una batalla campal en mi living cuando los tres se encontraran cara a cara, sobre todo por Mateo y Ramiro. Se detestaban a muerte.

A pesar de todo, Valentín lograba comprender que Ramiro posiblemente no tenía nada que ver, pero Marbusti estaba cegado por el enojo. Sabía que iba a haber una pelea hoy, pero tuve que arriesgarme. Teníamos que hablar entre los cuatro y escuchar lo que Pietrovsky tenía para decir. ¿Qué sabría él que nosotros no?

Aunque no tenía pruebas del todo contundentes, algo dentro de mí me decía que él no había tenido nada que ver y que las fechas se trataban de una horrible coincidencia. Después de todo, Ramiro también había recibido mensajes de texto...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.