Pérdida con el Ceo

Capituló 4 Amarga sorpresa

Después de un pesado día de trabajo, Hades sale de la disquera que era de su padre pensando en lo mismo de siempre, y es que, debido a no tener a ningún otro hermano, tuvo que aceptar las riendas de una empresa que no quería, una vocación que no le llamaba la atención y todo por complacer más grandes expectativas de su padre.

Y cómo no estarlo, si su abuelo fue un hombre respetable y admirable, su padre igual siguió los mismos pasos y ahora le toca a él luchar contra esa presión y llegar a ser un orgullo para su padre, que es lo que espera de él.

En fin, espera lograr hacerlo; aunque admite que al principio le costó adaptarse a todo esto porque no era lo que quería, pero ya se ha acostumbrado muy bien y le ha gustado todo de este poder que posee. Especialmente por todas las lindas personas que ha conocido, especialmente mujeres bellas con cuerpos esculturales.

Pero no puede lamentarse del todo; sabe que, a su bien reconocido apellido Lara, puede tener todo el lujo, comodidades que desea y lo que más disfruta es la obediencia de tanto hombres como mujeres y que lo atiendan como es debido.

Sale caminando Hades por la puerta principal, sonriendo de oreja a oreja, satisfecho por los pensamientos que circulan en su mente.

Usando sus típicos trajes oscuros, acompañado de su corbata a juego, su cabello bien peinado hacia atrás, su colonia de marca reconocida y sus zapatos negros relucientes, que casi se diría que puede ver su reflejo en ellos; eso le hace sentir bien porque siempre le ha importado mucho su imagen y lo impecable que debe de estar siempre.

Entra a su Cadillac Sedan CT5 2025 color negro; este auto le encanta mucho, aunque no es el más caro o el más lujoso que tiene. En su casa tiene una docena de los mejores autos, pero en este se siente cómodo.

Pone en marcha el motor, colocando sus manos en el volante de cuero oscuro; con su pie derecho pisa el freno y con su mano derecha mueve la palanca hasta dejarla en neutral y cambia su pie, pisando el acelerador, saliendo del estacionamiento a una velocidad moderada.

Maneja por las calles, dirigiéndose hacia el departamento de su prometida, pero el solo hecho de pensar en esa palabra le hace sentirse decepcionado y con un sabor amargo que invade toda su boca.

Es que no puede creer que tiene que sacrificar su soltería para darle gusto a sus padres que, según ellos, ya es momento de sentar cabeza, tener una familia para poder ser un hombre respetable y honorable.

Hades exhala frustrado, pero no puede hacer mucho; sus padres han manejado su vida a su antojo desde que nació. Ellos fueron los que desde adolescente le aconsejaron ser novio de Raquel por ser hija de uno de sus socios más cercanos e importantes, porque según ellos sería muy bueno para ambas familias, así que toda esta boda es para darle gusto a ellos, aunque él no esté de acuerdo. En fin, tendrá una esposa, pero no dejará a las mujeres porque por Raquel no siente ningún cariño; es linda, pero no hay amor que lo detenga.

De adolescente sentía más atracción por ella y es que estaba con la testosterona al mil, así que ella le servía para calmar esas ganas. Aunque ahora es distinto, ya que no necesita de chiquillas mimadas para complacer sus gustos carnales.

Si fuera por él, ya la habría dejado, pero tiene metas a donde llegar y ser más de lo que sus padres esperan y si ella es el paso que tiene que dar para lograr eso. No tiene más remedio que aceptar.

Se detiene en el estacionamiento del edificio donde vive su prometida. Le envía un mensaje para que ella baje.

No tarda ni cinco minutos cuando la ve salir del edificio caminando directo hacia él luciendo un vestido rosa muy pegado a su cuerpo y, por lo que puede ver, no trae sostén porque las puntas de sus pechos sobresalen con facilidad.

Que la verdad no le resulta para nada atractiva será porque la conoce mejor que su propia madre. Pero tiene que soportar esto y más.

—Hola, cariño —habla Raquel con gusto entrando al vehículo.

—Hola, amor, qué hermosa estás —responde Hades sonriendo, fingiendo que le da gusto verla. Y como es la rutina, se acerca a ella dándole un beso en los labios, uno en la mejilla y otro en el cuello. Oliendo su típico perfume fuerte que hasta le hace tener dolor de cabeza—. Hueles muy rico.

Miente como es de costumbre; sabe que si le dice que ese perfume lo odia o que se compre otro, se pondrá como niña berrinchuda, empezando a hacer rabieta al punto de llorar y gritarle que no la ama.

—Me puse tu perfume favorito —menciona Raquel con alegría. Hades sigue sosteniendo su sonrisa fingida.

—Vámonos, o llegaremos tarde. —Cambia rápido de tema Hades antes de que a su prometida se le ocurra volver a acercarse con esa fragancia tan apestosa.

Al llegar a la casa de sus futuros suegros, fueron recibidos como siempre por ese hombre mayor, Gabriel Olmos, que usa sus trajes de oficina típicos de él y su esposa, Begoña Olmos, que a pesar de su edad sigue usando ropas muy provocativas; ahora lleva un vestido superajustado y con enorme escote, dejando a la vista sus pechos flácidos. Diría que, en vez de verse bien, se ve bastante vulgar y siempre ha entendido de dónde Raquel heredó ese pésimo gusto. Porque siempre los ha tenido desde la escuela.

Como de costumbre, se sentaron en esa enorme mesa donde padre e hija se la pasan hablando de todo menos de cosas importantes, ignorándolo a él como es de costumbre; es como si Hades para él no existiera y no logra entender cómo su padre es amigo de ese hombre. Pero él sabe que para Gabriel Olmos él solo es una pieza de ajedrez, una simple escalera para subir más en su estatus, por eso ha aceptado su relación y compromiso desde siempre.

Para ambas familias, ellos solo son muñecos con los que juegan a su gusto.

—Bueno, ya dejando de chismes, tengo una sorpresa que darle a mi prometido. —Se levanta Raquel de su asiento.

—Hija, no me digas que estás embarazada —declaró Begoña feliz.




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