Pérdida con el Ceo

Capítulo 5 Hermosa sorpresa

Kayla ha llegado a casa después de un día duro de trabajo. Al entrar al departamento, el exquisito olor que impregna sus fosas nasales hace que su estómago empiece a gruñir.

Se quitó los tacones, aliviando esa terrible presión que ya sentía, y es que usar esos malditos tacones de aguja es realmente molesto; diría que, en vez de verse bien, parece más una penitencia. En fin, camina directo hacia la cocina, encontrándose con el comedor completamente decorado por un mantel blanco con detalles dorados en las esquinas, velas de color rosa, rosas del mismo tono y unas lindas copas llenas de vino rosa, el favorito de Kayla.

Ella se queda encantada por ver ese lindo detalle, llevando sus manos a su boca, cubriendo su asombro y su emoción.

—Espero que te guste la sorpresa que te acabo de hacer —se escucha la voz de Hugo a la espalda de Kayla.

—Tú, mejor que nadie, sabes bien cómo impresionarme —responde Kayla con felicidad.

Hugo se acerca a su novia, abrazándola por la espalda y depositando un beso en su fino y delicado cuello.

—También te preparé tu comida favorita: pollo a la naranja.

—Qué rico, ¿su escucha eso? —agregó Kayla, gustosa de sentir sus labios en su piel, empezando a sentir un poco de calor entre sus piernas.

—Pero te tengo otra sorpresa —menciona Hugo sin dejar de besarla y es que cada parte de su novia lo enloquece.

—Mmm, qué sorpresa será —cuestiona Kayla con curiosidad de saber qué es lo que esconde.

—Primero comamos y después te digo.

Hugo toma la mano de su novia llevándola hasta la mesa donde la ayuda a sentarse. Se acerca con la cacerola, sirviéndole un poco de pollo con sus verduras de acompañamiento.

Ambos toman los cubiertos preparados para devorar la cena.

Al terminar la comida, Hugo toma la mano de Kayla, pasando su pulgar por los nudillos de ella con mucha calma y con suavidad.

—¿Qué tramas, Hugo? ¿A qué se debe todo esto? —preguntó Kayla, confundida de tanta ternura por parte de su novio. Un pensamiento vaga por su mente, creyendo que tal vez le propondrá matrimonio.

—Mi amor —declara con cariño. Al oír esa voz, Kayla se emociona mucho más.—Te he visto muy tensa estos días, tienes más pesadillas de lo normal, aunque por más que pregunto, tú no quieres contarme eso. Me hace sentirme muy impotente —oír, eso hace sentir mal a Kayla—. Pero eso no importa, lo que más quiero es tu bienestar físico y emocional, así que había pensado en que ambos nos diéramos un descanso. Así que organicé para que ambos nos tomáramos un mes de vacaciones en un crucero por el Caribe —expresó Hugo con entusiasmo. Kayla se queda en shock, sin saber qué decir. Hugo se da cuenta de ese silencio y la sonrisa que tenía en su rostro se esfuma, pensando en lo peor—. No te gustó —dijo desanimado.

Esa pregunta trae de regreso a Kayla, viendo el rostro triste de su novio.

—Claro que sí, mi vida, me ha encantado, solo que me quedé sin palabras; no pensé que fueras a hacerme una sorpresa así y la idea de pasar un mes en un crucero navegando por el Caribe es tan romántica. —Kayla se acerca, dándole un beso en los labios. Gracias por ser tan atento conmigo.

Kayla pega su frente a la de Hugo, mirándose ambos fijamente y con mucho cariño. Esperará con muchas ansias ese crucero.

***

El día esperado para ambas parejas ha llegado. Kayla y Hugo han llegado al puerto dirigiéndose a la entrada indicada en sus boletos, subiendo las escaleras, acompañados de los demás pasajeros.

Sonriendo, felices de pasar cuatro semanas con el hombre que más ama en un crucero hermoso.

Mientras que a unos metros de ellos un auto de lujo se ha estacionado, bajan Hades y su prometida Raquel usando sus mejores ropas de playa y con lentes de sol y semblante serio por parte de Hades, que no tiene ni la menor idea de cómo soportará a Raquel tantos días; tiene miedo que, al finalizar el viaje, termine demente.

Deja salir un suspiro y camina directo hasta llegar al lado de su prometida, que solo se mira en el espejo de su maquillaje; él pasa sus manos por su cintura. Mientras que ella solo intenta acomodarse el sombrero grande que trae en su cabeza.

—Mmm, creí que sería más grande —agregó Raquel guardando su espejo y viendo el crucero para Hades; sus palabras son solo más que un fastidio.

—Vamos, amor, o nos dejarás —menciona Hades para que empiece a caminar.

La pareja camina por el muelle, mientras que uno de sus hombres los sigue con su pila de maletas. Ellos no se preocupan por nada; solo se van directo a la única entrada, haciendo fila al lado de todos los que van a abordar.

—¡Uf! Pensé que habría una primera clase para nosotros y no juntarnos con esta… gente —agrega Raquel con desagrado e inconformidad.

—Amor, hasta en los aviones se entra por la misma puerta, así que es obvio que aquí tenía que ser igual —manifestó Hades guardando toda la calma posible, aunque cada palabra que sale de la boca de Raquel solo lo impacienta cada vez más, haciendo que se lamente de venir.

—Pero en los aviones entramos primero los de primera clase y mira, aquí estamos todos revueltos cuando no somos iguales —protestó de nuevo Raquel, mirando de mala gana a las otras personas a su alrededor. Sintiéndome molesta, bajando su sombrero como si intentara ocultar su rostro para no ser reconocida o ser fotografiada en esta pésima situación.

—Sí, amor, tienes razón, pero mira la hora. —Hades levanta su muñeca mostrándole su Rolex plateado. —Llegamos tarde; probablemente todos los de primera clase ya están arriba, así que nos aguantamos.

Raquel no dice nada más, pero las palabras de su prometido no le han caído para nada bien. Hades de reojo solo la ve notando su enfado, sacando su móvil de su bolsillo y empezando a sacarse fotos, que para Hades es bastante molesto porque para ella lo único que le gusta es subir fotos a sus redes.

En fin, intenta no hacerles caso y solo continúan avanzando con todos los de la fila.




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