Pérdida con el Ceo

Capítulo 7 Asqueroso coqueteo

Hades y Raquel llegan al área de piscina donde hay cientos de personas, tanto hombres como mujeres, luciendo sus mejores trajes de baño.

Para Hades es como un sueño ver a tantas bellas mujeres en bikini, contemplar sus delgados cuerpos, esos pechos de todos tamaños. Para él, el paraíso de las tetas es como si fuera un harén. Estaría más feliz si no fuera por Raquel. Aunque ahora tiene que disimular porque está completamente seguro de que Raquel lo está viendo en este momento.

O mejor dicho, lo ha de estar fulminando con la vista.

Cambia su vista hacia ella y, como lo había dicho, sí lo estaba viendo con detenimiento. En su interior deja salir un suspiro de frustración y se mete en su papel de novio fiel y enamorado.

—Vamos a sentarnos, amor —propone Hades, abrazándola de la cintura.

—Está bien, cariño —Raquel se cuelga de él.

Ambos caminan entre esa multitud de mujeres y hombres casi desnudos. Hades, muy despistado, se fija en cada una de esas mujeres sin detenerse hasta llegar al tramo opuesto de por donde entraron, donde están dos bancas blancas solas en el área VIP.

Ayuda a su prometida a sentarse para verse como un caballero y además para que todos los que los ven noten que son una pareja que se ama y que esperan sus nupcias con mucha ilusión.

Hades toma asiento en la silla de al lado, dejando caer su espalda; se acomoda los lentes oscuros mientras continúa admirando a cada bella mujer que pasa.

—Cariño, me pones protector en la espalda —menciona Raquel para captar la atención, porque sabe que él debe de estar viendo a esas mujeres tan ofrecidas y no permitirá que se salgan con la suya estando ella presente.

—Claro que sí —acepta Hades, poniéndose de pie y tomando una botella blanca de la mesa. Mientras que su prometida se gira boca abajo.

A la zona de piscina también entran Kayla y Hugo tomados de la mano. Para Kayla es tan surrealista lo que están viendo sus ojos: estar en una alberca en un enorme crucero en medio del mar le resulta tan hermoso y fascinante.

Hugo la ve sonriente y es que observar cómo se ilumina la mirada de su novia es algo increíble y esa sonrisa es bellísima, que lo hace sentirse satisfecho por esta decisión.

Continúan caminando hacia las sillas más cercanas. Kayla, aún en su asiento, sigue viendo en todas direcciones, quedando encantada con todo lo que ve. Pero su mirada se detiene en una zona unos metros más alejada donde ve que es dividida por una reja. Las personas en esa zona lucen sus mejores ropas, accesorios y bebidas caras; deduce que es el área de la gente con dinero.

Mueve un poco su vista hacia un lado, encontrándose con un hombre tirado sobre una silla, usando camisa blanca y unos shorts blancos y unos lentes negros. Pero a pesar de usar esas gafas, siente cómo sus ojos están fijos en ella.

Él agarra sus lentes, quitándolos de su cara y dejando a la vista su rostro; al Kayla verlo, lo deja sorprendido, asustado y lleno de ira. Sabe perfectamente bien quién es Hades Lara, ese diablo, como su nombre lo dice.

Ella cambia su mirada hacia otro lado, sintiendo como la ira consume su cuerpo y los amargos recuerdos llegan a su mente.

“Cerda, cerda, nadie quiere a una gorda”.

Esas palabras retumban en su mente, causando que solo se moleste cada vez más, apretando su puño en señal de furia.

—¿Estás bien, amor? —pregunta Hugo y es que le acaba de decir algo y se ha dado cuenta de que su novia no le ha hecho caso.

Pero oír la voz de Hugo trae a la realidad a Kayla, volteándolo a ver, que la mira un poco preocupado.

—Sí, amor, solo que estoy contenta de ver toda esta majestuosidad —miente Kayla, aunque no es del todo mentira, pero no quiere contarle lo que realmente pasó.

—Me encanta saber que te guste —contesta Hugo, feliz de saber que su novia esté disfrutando todo esto. —¿Quieres una bebida? —le vuelve a preguntar, a lo que ella no le hizo caso.

—Claro que sí, mi amor, ya sabes lo que me gusta —dice Kayla con una sonrisa.

—Por supuesto, en un momento regresó. —Hugo se pone de pie, dejando a su novia sola.

Kayla mira cómo Hugo se pierde entre la gente. Respira un poco, intentando controlar todas sus emociones, se arma de valor, volviendo a ver de nuevo en la dirección en donde se ha encontrado con Hades.

Para su mala suerte, Hades no ha quitado su mirada de ella; la ve con atención, Kayla no sabe si ya la reconoció o por qué la ve tanto. Él sonríe ladino, colocando su dedo índice en su boca. Para Kayla, esas señas son más que obvias; después de conocerlo de años, sabe que la está examinando, mejor dicho, coqueteando.

Le resulta asqueroso pensar en que él la esté viendo de esa manera. Lo ve con atención, comprobando que él no ha cambiado nada. El único detalle es que ahora tiene más barba que antes, pero por sus miradas sigue siendo el mismo mujeriego de primera que siempre ha sido.

Él vuelve a sonreír ladino y Kayla solo se lleva la uña a la boca en señal de ansiedad, recordando cada amargo y crudo recuerdo, escuchando en su mente esos gritos descontrolados acompañados de burla.

La ira crece de nuevo, pero esta vez descontrolada sobre su cuerpo, y deja de verlo por unos segundos hasta que mira cómo una mujer rubia a su lado se pone de pie, sentándose en sus piernas.

Y esa melena la reconocería en cualquier parte; es Raquel Olmos. Era obvio que él no estaría solo aquí sin su prometida, ya que su boda es la más esperada del año, aunque ella sigue siendo la misma chica posesiva que era desde la escuela. Kayla mira a esa pareja de mala gana, sintiendo más asco que nunca.

—Ten amor —habla Hugo, regresando con una bebida en cada mano.

—Gracias, cariño. —Raquel toma la piña colada porque es su favorita; Hugo sabe muy bien cada uno de sus gustos.

Hugo vuelve a sentarse en la silla al lado de Kayla. Ella se lleva el popote a los labios, sorbiendo para probar la bebida que tanto le gusta, que refresca toda su boca eliminando el terrible sabor que tenía y aclarando el nudo que se le hizo en la garganta.




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