Hades y Raquel salieron de su habitación. La rubia se sostiene del brazo de su prometido. Feliz de ver al hermoso hombre que la acompaña. Continúan caminando por el pasillo que ya es bastante familiar para ellos. Hades está por girar por el pasillo que los lleva hacia la cubierta. Sin embargo, Raquel lo jala del brazo llevándolo hacia otro rumbo.
—¿A dónde vamos, cariño? —preguntó Hades, sin soltar el agarre de su prometida.
—Vayamos al restaurante. Como que me quedé con hambre —dijo Raquel. Llevando su mano libre hacia su estómago.
—Pero acabamos de comer, ¿no crees que sería mu... —No termina de hablar cuando su prometida se detiene en seco y ve cómo ella frunce las cejas. Sabe que si sigue por donde iba, le hará una escena aquí y volverán a pelear. —Está bien, vamos. —Al final acepto para no pelear con ella.
Ambos caminan dirigiéndose hacia el restaurante. Entran al lugar que es bastante espacioso y ligeramente elegante. No es nada en comparación con otros lugares a los que han asistido. Lo que le alegra a Hades es que no está muy lleno, así no tendrá que lidiar con las miradas molestas de las personas que estarán atentas a cada uno de los movimientos que hagan. Mira cada una de las mesas. Escogiendo la más indicada.
Su mirada se detiene en esa melena oscura. No necesita ver a su acompañante para saber quién es. Jala a Raquel hacia la mesa frente a ellos. Procurando ser lo más cuidadoso posible. La ayuda a sentarse en la silla detrás del acompañante de Kayla. Mientras él se sienta frente a ella para poder ver a esa mujer de cabello negro.
Muy despistadamente, mira hacia enfrente, encontrándose con los ojos de Kayla, que la ven con seriedad y una mezcla de rabia. Que ahora logra entender por qué. Sin embargo, eso es lo de menos. Esa conexión dura muy poco porque Hades aparta la vista; quiere demostrarle que lo que pasó anoche no le ha afectado en nada.
Ella también aparta la mirada; no le importa para nada ese hombre, así que cada acción que haga le viene dando igual.
Los minutos pasan con tranquilidad. Kayla y Hugo han pedido sus comidas. Ellos disfrutan de sus platillos acompañados de una plática tranquila y llena de risas. En la mesa de enfrente no se podría decir lo mismo. Raquel es la única que come y la que habla. Hades solo la acompaña con una taza de café y es para que no le reproche que la dejó comiendo sola. Mientras escucha la plática que está teniendo sobre a dónde le gustaría que se fueran de luna de miel.
Pero él no le pone atención; es una charla que ya se sabe y de la cual no tiene nada que decir. Aun así, tiene que aguantarse, ya que ella a final de cuentas será su esposa. Pensar en eso solo le causa frustración, pero intenta disimularlo.
En medio del aburrimiento que está sintiendo. Un impulso de curiosidad de saber qué está haciendo Kayla crece en el interior de Hades. Así que muy despistadamente, mira hacia la mesa de frente, encontrándose de nuevo con el rostro de esa mujer que, a pesar de conocer de la adolescencia, es una total desconocida. Que por más que intente negarlo, ha captado su atención de una manera que nunca antes habría imaginado.
Aleja esos pensamientos de su mente. Continúa viéndola, pero en esta ocasión ella no voltea a mirarlo; ella está tan concentrada en su acompañante. Que no le presta atención. Hades puede notarlo y no sabe por qué eso le causa molestia. Vuelve a regresar su mirada a Raquel, que ahora está hablando del carísimo salón que le obligó a rentar para recibir a los 500 invitados que ella quiere para la boda. Con el absurdo pretexto de que su boda debe de ser inolvidable.
A él no le agrada la idea de tener a tantas personas y más siendo de los medios en su boda. Sabe bien que estarán cuidándolo en todo momento para ver si el amor que le tiene es real. Eso solo le causa presión, pero no puede hacer nada; sus padres están de acuerdo y, si se niega, su padre se molestará con él.
Nuevamente la curiosidad hace que vuelva a ver hacia el frente. Mirando a Kayla que sonríe. Esa expresión lo deja con la boca abierta. Nota cómo ella se lleva un bocado a la boca. Rozando con el cubierto su labio carnoso. Metiendo el bocado y moviendo su boca con delicadeza. Ella se relame los labios. Esa acción provoca que Hades trague saliva, dejándolo sin aliento y sin poder apartar la vista de ella. Kayla mira hacia él; sonriendo, Hades no deja de verla. Y es que no puede creer que ella sea quien dice ser.
—Hades —lo llama Raquel. Al darse cuenta de que él no le está poniendo atención. Además de que tiene expresión de tonto. —¡Hades! —levanta la voz. Hades regresa su atención hacia Raquel. Encontrándose con una expresión de enojo. —¿Qué miras? —preguntó enojada.
—Nada, amor —miente Hades, dedicándole una sonrisa.
—No mientas, te vi cómo abrías la boca y hasta te atragantabas. Solo espero que no hayas estado viendo a una mujer —dijo Raquel apretando la mandíbula.
Raquel se encuentra muy dudosa. Más por las miradas y expresiones que él ha puesto. Decide voltear para ver qué demonios ha dejado a su prometido de esa manera. Solo espera que no sea la mujer de ayer.
Hades se da cuenta de que Raquel está por voltear y, si lo hace, verá a Kayla y la reconocerá de inmediato.
—Claro que no, amor. —Estira su mano, colocándola sobre la de ella. —Lo que pasa es que vi como uno de los camareros llevaba un postre y se me antojó. Por eso me saboreaba. Y es que se miraba muy bueno —vuelve a mentir Hades.
—Entonces pídelo para que no te quedes con las ganas —lo reta Raquel y es que ella sabe que a él no le gustan los postres.
Hades sabe bien lo que ella está tramando. Así que ve al primer camarero que pasa con un postre y le hace una señal con la mano para que se lo deje. El camarero asiente y se acerca a él. Dejando un trozo de tarta con frutos rojos sobre la mesa.
Hades se le queda viendo a ese trozo. Tiene muy buena pinta. Hasta la mermelada de frutos rojos cae por los lados volviéndose más antojosa. Aunque no para él. Desde niño no le han gustado para nada los pasteles y menos después de lo ocurrido cuando tenía 8 años.
Editado: 19.05.2025