Hades sale de ese restaurante. Al encontrarse, el primer bote de basura escupe el pastel. Que le está quemando la boca. Esperando sentir un alivio y olvidar ese recuerdo. Pero no, el terrible sabor de ese postre sigue impregnado en sus pupilas gustativas. Continúa caminando sintiendo su cuerpo completamente extraño. Hasta que llega al balcón del segundo piso del crucero. Que tiene vista hacia la proa.
Mira hacia el frente, encontrándose con ese enorme mar abierto. La brisa suave mueve su cabello y toca su rostro. Eso le ayuda a controlar cada pensamiento. Y a olvidar un poco el horrible sabor que tiene en su boca.
Se culpa con todas sus fuerzas por haber sido tan idiota en decir que se le había antojado un postre cuando hay otras comidas.
Pero por estar viendo a Kayla, lo ha hecho volverse menos ágil para pensar. Y es que se dejó hipnotizar por esa linda sonrisa, ese brillo hermoso en sus ojos. Ese cabello que cae sobre sus hombros. La manera en la que se ha mordido el labio lo ha dejado bastante hambriento. Luego ese escote tan prominente que lo ha dejado encantado y mucho más impaciente por averiguar qué es lo que esconde debajo de esa tela.
—Mierda —maldice Hades con frustración al darse cuenta en lo que está pensando. No puede estar interesado en la gorda. En la mujer a la que le dijo que nadie la podía querer.
Se pasa la mano por el cabello, esperando desquitar su desilusión y limpiar su mente. Posa sus manos en el barandal, mira hacia abajo y, para su sorpresa, se encuentra nuevamente con esa morena sentada en ese camastro. Sus miradas se encuentran por unos segundos. Pero son los suficientes para decir más que nada.
Lo que causa más disgusto e incomodidad a Hades, que la observa con atención y frialdad.
Esa conexión continúa hasta que Hades siente que alguien posa su mano sobre su hombro. Él tiene un leve presentimiento de quién puede ser.
—Hades, ¿qué demonios te sucede? —se oye esa voz chillona. Que ahora le resulta muy fastidiosa.
Se gira, encontrándose efectivamente con Raquel. Que lo está viendo con una expresión llena de rabia.
—Por favor, Raquel, no estoy para tus reclamos —contestó Hades de mala manera. Antes de que ella pudiera hablar.
—Ahora sí me llamas por mi nombre. Nunca lo creí de ti, tú que vas a ser mi esposo —reclamó esa rubia con inconformidad en su voz. Cruzándose de brazos y haciendo el típico puchero que hace con los labios.
—Ya, Raquel, no empieces. Dime que quieres porque no estoy de humor —mencionó Hades, aún teniendo su voz malhumorada.
—Está bien, Hades Lara, usaré el mismo tono que estás usando conmigo. —Hace una pausa agarrando aire—. Me importa poco lo que te pase. Porque no me creo el cuento de que te hayas puesto mal. Y hayas venido a tomar el aire fresco. —dijo Raquel con ese mismo tono pesado que está usando Hades. —Pero te dejaré algo muy claro. Estoy al tanto de que el amor que sientes por mí no es más que una farsa y si haces esto es por tus padres —declaró Raquel, tomando por sorpresa a Hades. —Sí lo sé. No soy tan estúpida como crees. Sé que no me amas, lo sé desde que iniciamos. Aunque quizá con el tiempo puedas sentir algo por mí, pero eso no me importa. Así como a ti no te importa. Pero te dejaré algo claro. No vuelvas a hacerme esto y hacerme quedar mal ante todas las personas. En la habitación puedes poner tu cara de culo. Pero en público no. Porque no permitiré que nadie hable mal sobre mi futura boda. Ya que tiene que ser perfecta. Yo debo de ser la señora Lara —aclara la rubia. —Así que guarda las apariencias como lo hemos hecho por años. —Hades se queda callado ante todo lo que Raquel le dice. —Y te espero en la piscina con una mejor actitud. Así sea que tengas que fingir.
La rubia se da media vuelta y se va. Hades la ve de mala gana, quedándose con las miles de cosas que le gustaría decirle. Pero no lo hizo por sus padres; tiene que llenar esas expectativas para que no se sientan insatisfechos con él y poder llevar el apellido Lara a lo grande.
Aunque se ha quedado sorprendido, no sabía que Raquel no sentía el suficiente amor por él. Ahora sabe que si se está casando con él, es más por soberbia y el prestigio de su apellido. Eso no le molesta; por lo menos sabe que el sentimiento es mutuo. Y no tendrá que seguir fingiendo. Lo que en cierta manera le da un poco de satisfacción.
Vuelve a darse la vuelta mirando al frente. Recuerda que Kayla está abajo y baja la mirada, encontrándose con ella. Pero ahora no lo mira; solo está viendo con atención a su acompañante.
Y es que, en cierta parte, tiene la culpa por todo lo que le está pasando. La duda le entra y al saber quién es ella se le ha venido a la cabeza que quizá lo haya embrujado para vengarse de él.
La idea no le resulta tan descabellada. Sin embargo, no permitirá que ella gane; le demostrará de lo que es capaz…
(Días después)
Luego de ese último encuentro de miradas. Hades ha guardado su distancia y no ha vuelto a verla o, si lo hace, es cuando ella no se da cuenta.
Ha estado al lado de su prometida en todo momento. Intentando retomar su papel de prometido amoroso y completamente enamorado.
Raquel se ha sentido encantada de tener toda la atención de Hades. Se ha dado cuenta de que no voltea a ver a ninguna mujer y eso la llena de orgullo. Y se siente feliz de que sus palabras hayan surtido efecto.
Ahora él entenderá que no tan fácil se deshará de ella y que está más que consciente de que quizá él no siente nada por ella. Sin embargo, no le importa; lo único que quiere es amarrar al mujeriego indomable de Hades Lara y convertirse en la esposa del hijo de la más prestigiosa familia. Será la envidia de todas esas mujerzuelas que han intentado quitárselo. Porque cuando ya tenga el apellido Lara, todas y cada una de ellas verán que ella siempre será la principal, mientras que las otras tendrán que vivir a su sombra.
Tan solo pensar en eso le causa una alegría inmensa a Raquel. Su madre siempre le dijo que ella sería la esposa de un Lara y no dejaría que nadie lo arruinara. Sin importar que no la ame.
Editado: 19.05.2025