Al caer la noche, mientras algunos dormían y otros gozaban de las diversiones que les brindaba el crucero. Una enorme tormenta se produjo tan rápido, envolviendo el crucero en una horrible tormenta acompañada de lluvia, relámpagos y centellas.
Las gigantescas olas azotaban el crucero. Subiendo y mojando toda la cubierta. Y lo mueven con movimientos erráticos. Provocado que muchas cosas en su interior cayeran y otras se rompieran en pedazos.
Mientras tanto, en la habitación que comparten Kayla y Hugo, ambos despiertan asustados debido a los ajetreos.
—¿Qué ocurre? —preguntó Kayla, aferrándose al cuerpo de su novio.
—Por todo este movimiento deduzco que estamos en una tormenta —responde Hugo, consolando a Kayla. Mientras ambos siguen viendo los movimientos bruscos de su camarote. Y como las cosas caen en todas direcciones. Viendo los relámpagos a través de la ventana. Iluminando el interior del camarote. —Iré a hablar con el capitán para ver si puedo ayudarle en algo.
—Cariño, creo que eso no es una buena idea. Lo mejor es que te quedes aquí conmigo —propicia Kayla con preocupación, además de que tiene un poco de miedo.
—Estaré bien, my love. Quédate aquí, regresaré lo más rápido posible —dijo Hugo. Levantándose de la cama. Vistiéndose con ropa más apropiada. Saliendo por la puerta y dejando a Kayla en esa habitación.
Ella se aferra a la cama intentando no caer. Pasan los minutos; Kayla se muerde las uñas por la preocupación, ya que Hugo no ha regresado y teme que le haya pasado algo. Sabe que es una pésima idea que haya ido, pero lo conoce y sabe que no puede evitar ofrecer su ayuda. Sin embargo, ya ha tardado demasiado.
Invadida por la angustia, Kayla se pone de pie. Agarrando el abrigo de seda que está tirado en el piso entre varias cosas. Cubriendo la desnudez de la parte superior de su cuerpo.
Tambaleándose por la alcoba, logra llegar a la puerta. Sale por ella hacia el pasillo en busca de su novio. Espera encontrarlo rápido.
El ajetreo se siente en todas partes. Hasta la habitación más cara, como la que comparten Hades y Raquel.
Ella se despertó completamente asustada por los constantes y bruscos movimientos del crucero, viendo por la ventana la terrible tormenta que hay afuera.
Con cada trueno, Raquel parpadea de miedo e intenta cubrirse con la sábana, usándola como barrera protectora.
Voltea hacia el hombre que está a su lado con la esperanza de tener un poco de consuelo. Sin embargo, se encuentra con el rostro de Hades que está completamente dormido, como si todo el ruido, vibración y movimiento no le afectara para nada.
Se acerca a él con la intención de despertarlo. Pero el olor a alcohol impregna sus fosas nasales. Causándole que la ira crezca y es que no entiende porque Hades tiene días embriagándose hasta perder la consciencia y por lo visto anoche no fue la excepción.
Ahora más que nunca lo despertará. Y no solo eso. Le dará una lección para que no vuelva a beber.
Se sienta en la cama. Respira hondo llenando sus pulmones de aire y cuando está lista…
—¡Ah! —un grito desgarrador despierta a Hades de su profundo sueño.
Hades brinca completamente asustado y abre los ojos. Girándose, viendo a Raquel sentada en la cama con su típica expresión de enojo, que ya es bastante familiar.
—¿Qué pasa? —preguntó Hades un poco molesto.
—¿Qué pasa? Todavía lo preguntas. Que no ves —Raquel señala a todas direcciones. Hades mira y ve cómo todo se mueve.
—Todavía sigo tan ebrio que todo sigue dando vueltas —menciona Hades frotándose los ojos.
—¿Cuál ebrio? ¿No ves que estamos en medio de una tormenta? Pero tú, por andar de borracho, ni aunque el cielo se caiga te despiertas. —Raquel lo sigue regañando.
Hades, al oír eso, mira con más atención por la ventana, dándose cuenta de la terrible tormenta que los está azotando.
Aun sintiendo los movimientos del crucero, que la verdad sí son bastante fuertes. Pero él no le pone importancia alguna. Su dolor de cabeza es más intenso.
—Ya sabes que el movimiento me acurruca —miente Hades.
—No te hagas tonto. Tu mismo lo has dicho: la borrachera es la que te tiene tan tranquilo en medio de esta terrible tormenta —declaró Raquel molesta. Sujetándose de la cama para no caer.
—Está bien, tú ganas, ya estoy despierto. ¿Qué quieres que haga, que detenga la tormenta o qué? —dijo Hades, aún sintiendo los estragos del alcohol que ingirió hace unas horas. Y es que no estaba de humor y su único consuelo fue embriagarse.
—Ajá, no te hagas el chistoso que no te queda. Lo que tienes que hacer es ir a ver qué pasa. —mencionó Raquel, y es que así hará que le dé miedo. Y se le baje la embriaguez.
—¿Y por qué yo? —protestó Hades.
—Porque eres el hombre —contestó Raquel.
Pero esa no es una razón suficiente para él. La mira de mala manera porque no quiere ir. Y es que esta loca sí piensa que salga es esa horrible tempestad.
—Vamos, apresúrate —vuelve a protestar la rubia con voz fuerte.
—Raquel, porque tengo que ir. Que no ves que es bastante obvio lo que pasa. Creo que lo mejor es que me quede —menciona Hades, intentando convencerla. Además de que sí tiene un poco de miedo.
—No, tienes que ir a ver si no estamos en riesgo. Sino para que vengan por nosotros, porque no moriré en un crucero; yo tengo que llegar a nuestra boda, así que ve —grita Raquel, haciendo que a Hades le duela la cabeza.
Hades se pone de pie de mala gana. No quiere seguir peleando con esta rubia mecedora. Se pone su camisa y, por último, su bata porque está seguro de que la necesitará.
—Apresúrate —habla Raquel, aceler
—Ya voy —responde Hades molesto.
Raquel ve cómo él se alista. Él se coloca sus chanclas y sale de su habitación. Ella sonríe satisfecha por haber logrado su cometido. Ahora solo esperará a que regrese como un perro asustado.
Hades va por los pasillos tambaleándose debido al movimiento del crucero. Mientras camina dirigiéndose hacia la cabina del capitán. Pero para su mala suerte tiene que salir por los costados del crucero.
Editado: 19.05.2025