Raquel da vueltas en la cama sin poder acomodarse para conciliar el sueño. Sin querer, su mirada siempre regresa, fijándose en esa puerta por la que hace unos instantes salió Hades.
Se sienta de mala gana en la cama. Agarra su móvil. Enciende la pantalla mirando la hora. Son las 3:40 a. m. Hades tiene más de 40 minutos que salió y todavía no regresa. Dónde demonios estará. Son las preguntas que inundan la mente de Raquel. Ya que pensó que después de salir y ver la feroz tormenta regresaría asustado. Pero no fue así y no logra comprender en qué pudo entretenerse.
Y justo en eso una luz ilumina su pensamiento. Su mirada se ensombrece y su expresión cambia. Se pone rápidamente de pie. Caminando, descansa por el piso. Sin ponerle importancia a eso. Lo que quiere es salir lo antes posible. Agarra su bata de dormir cubriendo su cuerpo. Y sale a paso apresurado de la habitación en busca de Hades.
Camina por los pasillos que aún siguen en constante movimiento. Tambaleándose pero sin detenerse, continúa su trayecto. Mira en todas direcciones, desesperada de encontrarse con él. Está segura de que si se ha tardado demasiado es por una de esas cualquieras que se insinúan.
Ahora se lamenta de haberlo mandado, pero estaba tan furiosa con él que no pensó en las consecuencias.
Ahora solo espera encontrarse con él y le dará una lección a esa ramera.
Continúa su trayecto dirigiéndose hacia el restaurante, que todo está en total orden y no hay nadie más que los del servicio.
Pero no se detendrá ahí y continúa. Hasta llegar al casino donde está casi segura de que ha de estar ahí. Al llegar a la entrada, ve a un hombre de seguridad en la puerta.
Lo ignora e intenta pasar sin importarle.
—Disculpe, no está permitida la entrada —dijo el hombre deteniéndola.
—Como que no, que no sabe con quién está hablando —dijo Raquel. El hombre solo la ve por unos segundos intentando identificarla. Sin embargo, no tiene ni la menor idea de quién está. Raquel se da cuenta de cada una de sus expresiones y eso la hace enojar más. —No te hagas el tonto, de seguro él te ordenó que me detuvieras. —mencionó Raquel, molesta
—¿De qué está hablando, señorita? —preguntó el guardia, confundido por lo que escucha.
—No se haga. Así que dejé entrar —protestó Raquel, forcejeando con el de seguridad.
—No sé qué me está diciendo, señorita. A mí nadie me dijo nada. Yo solo tengo órdenes del capitán de no dejar entrar a nadie al casino mientras estemos en esta tormenta. Así que le pido que regrese a su habitación, donde estará a salvo —le explicó el hombre, esquivando los arañazos de la rubia.
—No puedo regresar a mi habitación hasta que encuentre a mi prometido —expresó Raquel.
—Pues déjeme decirle que aquí no hay nadie —vuelve a aclararle el hombre.
—Entonces, ayúdeme a encontrar a mi prometido. —Salió hace más de una hora y no ha regresado —le explica la rubia, un poco más calmada.
—¿Cómo se llama su prometido? —preguntó el de seguridad.
—Hades Lara —respondió Raquel.
El hombre, al escuchar ese nombre, se queda quieto unos segundos. Sabe perfectamente bien quién es y ahora entiende que la mujer es Raquel Olmos.
—No se quede ahí parado, ¿me va a ayudar o no? —lo regañó Raquel.
El de seguridad toma uno de sus radios y empieza a hablar por él.
—Todos alerta, estoy buscando al señor Hades Lara. Su prometida me ha informado que tiene más de una hora que salió de su habitación y no ha regresado —hablo en de seguridad, soltando el botón del radio. No dio las características del hombre ya que todos lo conocen, así que es fácil.
Pasan unos segundos y alguien responde.
—Copiado, compañero. Pero te informo que ya son dos personas las desaparecidas.
Ambos escuchan eso. Las mejillas de Raquel se encienden al oír eso y pensar en el hecho de que Hades pueda estar con esa otra persona. Solo espera que no sea una mujer.
—¿Quién es la otra persona para estar alerta? —indagó el de seguridad.
Raquel espera impaciente a que le conteste.
—Es una mujer, se llama Kayla León. —Tiene el cabello oscuro, ojos cafés, es caucásica y delgada —explicó el hombre a través del radio.
Para la rubia, escuchar el nombre le resulta sorprendente y es que nunca se imaginó que se encontraría con la gorda de Kayla. A la vez siente un alivio porque sabe que Hades nunca se fijaría en esa mujer. Le causa risa escuchar cómo la han descrito. Porque a lo que ella recuerda de esa mujer no tiene nada de delgada. Pero como últimamente en estos años ya están idealizando la belleza gorda, quizá por eso usan ese término para ser amables.
—Gracias, estaré pendiente por si veo algo. ¿Qué hago con la señorita? —indagó el de seguridad, hablando por su radio.
—Tráela a la cabina del capitán, quiere hablar con ella —habló esa voz masculina a través de ese radio.
—Está bien —respondió el de seguridad. —Venga, señorita Olmos, la llevaré con el capitán; él le dará más explicaciones.
Los dos se van. Hasta que llegan a la cabina del capitán. Raquel entra mirando a varias personas sentadas manejando el crucero. El capitán, un hombre mayor, estaba en una esquina hablando con un hombre joven, alto, de tez clara, cabello castaño, con barba y con su ropa mojada.
—Oh, usted debe de ser la señorita Olmos, la prometida del señor Hades Lara —habló el capitán señalando a Raquel.
El hombre joven a su lado se volteó hacia esa dirección. Encontrándose con esa mujer rubia que conoce a la perfección. Raquel, por su parte, se queda en shock con la boca ligeramente abierta al ver el rostro guapo de ese hombre y acompañado de esos ojos azules que le resultan bastante lindos. Sonríe ligeramente sintiendo un cosquilleo en el vientre.
—Señorita Olmos —la llamó el capitán nuevamente, trayendo a la realidad a Raquel.
—Sí, capitán —responde Raquel, intentando disimular lo que le acaba de suceder.
—Me acaban de informar que su prometido también está desaparecido.
Editado: 05.09.2025