Pérdida con el Ceo

Capítulo 31 Sinceridad

—¿Qué te pasa? —preguntó Kayla. Viendo en el rostro de Hades un profundo miedo.

Nota cómo su respiración está tan agitada. Su frente y las partes descubiertas de su cuerpo están completamente húmedas por el sudor. Es como si hubiera visto al mismísimo demonio en persona. Lo que desconcierta a Kayla.

Hades por su parte intenta calmarse. Viendo el rostro inexpresivo de su compañera. Omite la pregunta que le han hecho. Se pone de pie sin importarle que la arena se haya pegado a su cuerpo debido a la humedad. Quiere alejarse de Kayla no quiere que lo vea así.

Kayla ve con atención cómo él la ignora. Es como si su mente estuviera muy bloqueada. Le dan ganas de dejarlo así; son cosas que a ella no le interesan. Sin embargo, de nuevo esa voz interna no la deja tranquila. A pesar de que el la trato peor que a un animal. Su lado compresivo no le permitirá dejarlo así. Por primera vez en su vida quisiera dejar ese lado amable. Sin embargo no puede evitarlo.

—¡Hades! —lo llama con un tono de voz más fuerte.

El al escuchar ese tono se queda quieto como piedra. Volteando con mucha lentitud su rostro. Pero su mirada no se detiene en Kayla. Sino que mira a su alrededor como si buscara a alguien. Ella se gira el rostro pero no ve a nadie más. Se pone de pie para que él pueda verla. Aun así su mirada no hace contacto visual con ella.

—¿A quien buscas? —le preguntó esperando tener una respuesta.

—Ellos no están aquí —respondió Hades con una voz temblorosa.

—¿Quienes no están aquí? —indagó Kayla a un más confundida.

—Mi padre y mi abuelo —contestó Hades con nerviosismo.

—No, Hades, ellos no están aquí. —Al mencionar Kayla eso, Hades vuelve a mirar a todos lados, comprobando lo que ella le está diciendo.

—Mierda —maldice Hades. Dejándose caer sobre la arena. Bajando la cabeza y colocando sus manos en ella. —Esto no puede estar pasándome —murmuro, pero aún así Kayla ha logrado escucharlo.

Kayla, por muy extraño que parezca ver a Hades en esa posición, le conmueve el corazón. Es como si él estuviera traumado. Sufriendo internamente por algo que lo atormenta. A su mente llegan las palabras de su psicóloga que le decían: “Siempre intenta encontrar la raíz del problema”.

Quizá, por muy extraño que parezca, y sólo un tal vez, haya algo más que ella no sepa. Y la verdad no le interesa preguntar, pero necesita saber o por lo menos comprender el porqué siempre se desquitaba con ella.

Así que se sienta a su lado. Lo mira de reojo el sigue con la cabeza baja sin siquiera importarle que ella esté ahí. Mueve sus dedos con desesperación dudando de lo que hará. Pero al final coloca su mano sobre su hombro. Dándole unas ligeras palmadas.

—Lo que sea que pase. Ellos no están aquí. No pueden hacerte daño —lo consuela Kayla sin saber nada. Espera que sus palabras no sean las equivocadas.

Para su sorpresa, siente como el hombro de Hades deja de estar tan rígido. Aparta las manos de su cabeza y la eleva poco a poco. Hasta quedar mirando hacia el frente.

Hades, por su parte, no voltea a verla. Debido a la vergüenza de que ella lo viera en estado de shock. Aunque siente su tacto en su hombro, no puede mirarla; sabe que debe de verse muy terrible. Pero sus palabras, por muy extrañas que parezca, le han dado un consuelo que nunca antes había sentido. Algo que nunca ha experimentado pero de cierta manera le agrada mucho. Y le causa una confianza que nunca antes ha tenido con nadie.

—Se que no pueden dañarme más. Pero por muchos años lo hicieron —declaró Hades con una voz suave.

Esa declaración conmueve a Kayla. No comprende el porqué pero lo hizo.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Kayla sin pensar con una voz suave y pasiva.

Hades voltea a verla. Sonríe intentando ocultar su terrible pesar detrás de una expresión linda. Pero ve que ella no sonríe. Ni mucho menos le sigue ma corriente. Comprende que ella le está hablando con seriedad. Quita su sonrisa y baja la vista. Cómo encontrando las palabras adecuadas para poderse expresar.

—No sé si sea buena idea esto —añadió Hades dudoso de contarle.

—Yo tampoco lo quería, pero por años he estado en terapias y he comprendido que si nunca lo hablas nunca podrás sanar. —Expresó Kayla. Aunque ve que Hades lo duda. —Además de que te hace sentir mejor.

—¿Lo dices en serio? —preguntó el hombre de cabello oscuro.

—Claro —respondió Kayla.

—¿Entonces tú has hablado con algo sobre lo corrido en…? —no logra terminar la pregunta. Pero Kayla entiende lo que intenta decirle.

—Si lo he hecho. Porque créeme si lo hubiera intentado no creo que estuviera viva en estos momento.

Esas palabras dejan a Hades sin aliento. Es su culpa por todo lo que ella pasó. Respira hondo y hace lo que ella le acaba de decir. Deja salir el aire que respiro y empieza hablar.

—Tu piensas que por ser un hijo de una familia con poder y dinero. Lo tuve todo. Pues puede ser que lo material sí. Pero nunca tuve ni una pizca de… amor de mis padres —declaró Hades con mucha dificultad.

—Pero si son tus padres como no van a mostrarte su cariño —agregó Kayla sorprendida.

—No lo hicieron. En primera no fui un hijo planeado. Mis padres tenían una relación furtiva. Mi madre salió embarazada de mi por error. Así que mi abuelo al enterarse obligo a mi padre a casarse sin importar que él ya tuviera un compromiso con otra. —Hace una pausa Hades. —Desde que tengo memoria. He sentido el rechazo por parte de todos mis seres queridos. Mis padres, a cada momento que podían, siempre me regañaban.

—Pues eso no es raro también los míos me regañaban —añadió Kayla.

—Pero no ese tipo de regaños.

—¿Entonces cuáles? —preguntó Kayla, muy impaciente de saber.

Hades da otro suspiro. Y aún sintiendo la mano de Kayla en su hombro, lo anima a hablar. Con la esperanza de que tal vez lo que ella le dice sea verdad y pueda librarse de esas pesadillas.

—Hace un momento que me despertaste; fue porque estaba soñando una de las veces que mi padre prefirió obedecer y complacer a mi abuelo sin importar que yo llorara para que no me golpeara con una fusta de las que usan para los caballos —añadió Hades. Su compañera se queda callada, procesando lo que le dice. —Recuerdo que cuando tan solo tenía 9 años era un niño que solo pensaba en jugar. Esa vez estaba contento porque me habían regalado una pelota. Me la pasaba pateándola por todos los rincones de la casa. Hasta una ocasión que pasaba por la oficina de mi abuelo y sin querer le arrojé. No pensaba que la puerta estuviera abierta y entró en esa habitación. Con mucho miedo y dudas entra. Sabía que si encontraban esa pelota adentro, me iría muy mal. Así que me adentré. Timándola en mis manos, pero por muy tonto que fui. Me quedé anonadado viendo las botellas de licor y unos cigarrillos sobre la mesa. Cuando en eso escucho pasos acercándose a lo lejos. Asustado me escondí bajo es escritorio. Los pasos entraron a la habitación y era mi padre y mi abuelo que hablaban de negocios. Hasta que su plática cambió y empezaron a hablar de mí… —Hace una pausa, encontrando las palabras para seguir. Kayla se da cuenta de cómo traga saliva y mueve su mano por su espalda. —Hablaban de lo decepcionados que estaban por mí y de lo inútil que era.




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